Desarrolla tu amistad con Dios
El Señor... al íntegro le brinda su amistad.
Proverbios 3:32 (NVI)
Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes.
Santiago 4:8 (NVI)
Estás tan cerca de Dios como lo decidas.
Como en cualquier amistad, debemos trabajar para desarrollar
la nuestra con Dios. Ella no se da por casualidad. Requiere voluntad, tiempo y
energía. Si deseas un vínculo más estrecho e íntimo con Dios deberás aprender a
comunicarle tus sentimientos con sinceridad, a confiar en Él cuando le pidas
que haga algo, a aprender a interesarte en lo que a Él le interesa y a procurar
su amistad más que ninguna otra cosa.
Debo ser sincero con Dios. La primera piedra para edificar
una amistad profunda con Dios es tener sinceridad sobre nuestras faltas y
sentimientos. Dios no espera que seamos perfectos, pero sí insiste en que
seamos completamente sinceros. En las Escrituras, ninguno de los amigos de Dios
era perfecto. Si la perfección fuera un requisito para ser amigo suyo, nunca
podríamos serlo. Es una dicha que, por la gracia de Dios, Jesús todavía sea
“amigo de pecadores”.
En la Biblia, los amigos de Dios fueron sinceros con respecto
a sus sentimientos, se quejaban y discutían con Él, ponían sus decisiones en
tela de juicio y hasta lo acusaban. Esta franqueza no parecía molestarle a
Dios; es más, la estimuló.
Dios permitió que Abraham, pusiera en tela de juicio y
cuestionara la destrucción de la ciudad de Sodoma. Abraham insistió con Dios
para que no destruyera la ciudad, negoció con Él, intercediendo por si hubiera
por lo menos cincuenta justos hasta conseguir apenas diez.
Dios también escuchó pacientemente las acusaciones de David,
que se quejaba de la injusticia, la traición y el abandono. Él no mató a
Jeremías cuando éste dijo que Dios le había hecho trampa. Job pudo dar rienda
suelta a su amargura durante el calvario que pasó y, al final, Dios mismo lo
defendió por ser sincero y amonestó a sus amigos por su falta de autenticidad.
Dios les dijo que “a diferencia de mi amigo Job, lo dicho por ustedes y lo que
han dicho sobre mí no es verdad... Mi amigo Job ahora orará por ustedes y yo
aceptaré su oración”.
En un ejemplo asombroso de franca amistad, Dios expresó su
disgusto total con la desobediencia de Israel. Le dijo a Moisés que cumpliría
la promesa de darles a los israelitas la tierra prometido, pero que ¡no daba un
paso más con ellos en el desierto! Dios estaba harto, y quiso que Moisés
supiera exactamente cómo se sentía.
Moisés, hablando como “amigo” de Dios, le respondió con la
misma franqueza: “Tú insistes en que yo debo guiar a este pueblo, pero no me
has dicho a quién enviarás conmigo. También me has dicho que soy tu amigo y que
soy muy especial para ti... entonces, dime cuáles son tus planes... Ten
presente que los israelitas son tu pueblo, tu responsabilidad... Si tu
presencia no nos guía, ¡mejor no emprendamos este viaje! Si no vienes con
nosotros, ¿cómo sabré que estamos juntos en esto, yo y tu pueblo? ¿Vienes con
nosotros o no? ¾Está bien, haré lo que me pides ¾le dijo el Señor a Moisés¾, y
también haré esto porque te conozco bien y te considero mi amigo”.
¿Puede Dios tolerar esa sinceridad franca e intensa de tu
parte? ¡Por supuesto! La amistad auténtica se construye con base en
revelaciones. Lo que puede parecer un atrevimiento, para Dios es autenticidad.
Dios escucha las palabras apasionadas de sus amigos; se aburre con los clichés
reverentes y previsibles. Si quieres ser amigo de Dios, debes ser sincero con
Él, comunicarle lo que de verdad sientes, no lo que piensas que deberías sentir
o decir.
Es posible que necesites confesar una rabia oculta o algún
resentimiento contra Dios en ciertas partes de tu vida donde sientes que Dios
no te trató con justicia o que te decepcionó. Hasta que maduremos lo suficiente
como para entender que dios usa todo para bien de nuestra vida, estaremos
resentidos con Él por simplezas como la apariencia física, nuestro trasfondo y
formación, oraciones sin respuesta, penas del pasado y otras cosas que
cambiaríamos si fuéramos Dios. La gente suele echarle la culpa a Él por el
dolor que otros les han provocado: William Backus llama a eso “la grieta oculta
con Dios”.
El resentimiento es el mayor impedimento para amistarse con
Dios: ¿Por qué querría ser amigo de dios si permitió esto? El antídoto, por
supuesto, es darse cuenta de que Dios siempre actúa defendiendo nuestros
intereses, incluso cuando nos resulta doloroso y no podemos entenderlo. Pero
expresar nuestro resentimiento y revelar nuestros sentimientos es el primer
paso para la recuperación. Como lo hicieron tantas personas en la Biblia,
cuéntale a Dios exactamente cómo te sientes.
Dios dejó sus instrucciones respecto a la sinceridad sin
tapujos en el libro de los Salmos: un manual de adoración lleno de protestas y
desvaríos, dudas, temores, resentimientos y sentidas pasiones, combinadas con
gratitud, alabanza y afirmaciones de fe. En ese libro se han catalogado todas
las emociones. Cuando leas las emotivas confesiones de David y de otros,
entenderás que así es como Dios quiere que lo adores: sin ocultarle ningún
sentimiento. Podemos orar como el salmista: “En su presencia expongo mi queja,
en su presencia doy a conocer mi angustia cuando me encuentro totalmente
deprimido”.
Es alentador saber que todos los amigos más íntimos de Dios ¾Moisés,
David, Abraham, Job entre otros¾ tuvieron sus momentos de duda. Pero en vez de
disimular su desconfianza con piadosa hipocresía, la expresaron con sinceridad,
franca y públicamente. Expresar nuestras dudas suele ser el primer paso hacia
el siguiente nivel de intimidad con Dios.
Debo obedecer a Dios en fe. Siempre que confiemos en la
sabiduría divina y hagamos todo lo que nos manda, aunque no lo entendamos,
estaremos afianzando la amistad con Dios. Usualmente no pensamos en la
obediencia como una característica de la amistad; la reservamos para las
relaciones con los padres o con el jefe o con alguien en autoridad, pero no con
un amigo. Sin embargo, Jesús dejó bien claro que la obediencia es una condición
para la intimidad con Dios. Él dijo: “Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo
les mando”.
En el capítulo anterior señalé que la palabra que Jesús usó
cuando nos llamó “amigos” podía emplearse para referirse a “los amigos del rey”
en la corte real. Si bien estos compañeros cercanos tenían privilegios
especiales, aun así estaban sujetos al rey y tenían que obedecer sus órdenes.
Somos amigos de Dios, pero no somos sus iguales. Él es nuestro líder cariñoso,
y nosotros lo seguimos.
Obedecemos a Dios no por obligación, temor o compulsión, sino
porque lo amamos y confiamos en que sabe lo que es mejor para nosotros.
Queremos seguir a Cristo porque estamos agradecidos por todo lo que ha hecho
por nosotros, y cuanto más de cerca lo sigamos, más estrecha será nuestra
amistad.
Los no creyentes piensan que los cristianos obedecen por
obligación, porque se sienten culpables o por temor al castigo, pero es todo lo
contrario. Obedecemos por amor, porque nos ha perdonado y liberado, y ¡nuestra
obediencia nos llena de gozo! Jesús dijo: “Así como el Padre me ha amado a mí,
también yo los he amado a ustedes.Permanezcan en mi amor: Si obedecen mis
mandamientos, permanecerán en mi amor; así como yo he obedecido los
mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor: Les he dicho esto para que
tengan mi alegría y así su alegría sea completa”.Fíjate en que Jesús
simplemente espera que hagamos lo mismo que Él hizo con el Padre. Esa relación
es el modelo para establecer nuestra amistad con Él. Jesús hizo todo lo que el
Padre le pidió que hiciera, y lo hizo por amor.
La verdadera amistad no es pasiva sino activa. Cuando Jesús
nos pide que amemos a los demás, que ayudemos a los necesitados, compartamos
nuestros recursos, tengamos una vida limpia, estemos dispuestos a perdonar y a
traer a otros a él, el amor nos impulsa a obedecerlo al instante.
Muchas veces se nos desafía a hacer “grandes cosas” para
Dios. En realidad, a Él le agrada más que hagamos pequeñas cosas con obediencia
y por amor. Podrán pasar inadvertidas para los demás, pero Dios las ve y las
considera actos de adoración.
Las grandes oportunidades suelen venir una sola vez en la
vida, pero estamos rodeados de pequeñas oportunidades todos los días. Podemos
alegrar a Dios hasta con actos tan sencillos como decir la verdad, ser
generosos y animar a los demás.
Dios atesora estos simples gestos de obediencia más que
nuestras oraciones, alabanza y ofrendas. La Biblia nos dice: “¿Qué le agrada
más al Señor: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca
lo que Él dice? El obedecer vale más que el sacrificio”.
Jesús comenzó su ministerio público a la edad de treinta
años, cuando Juan lo bautizó. “Este es mi Hijo amado, estoy muy complacido con
Él”. ¿Qué hizo Jesús durante treinta años que agradaba tanto a Dios? La Biblia
no nos dice nada respecto a esos años ocultos, a excepción de una frase aislada
en Lucas 2:51: “Regresó a Nazaret con ellos, y vivió obedientemente con ellos”.
Treinta años de vivir agradando a Dios se resumen en dos palabras: “¡Vivió
obedientemente!”.
Debo valorar lo que Dios valora. Esto es lo que hacen los
amigos: se interesan en lo que la otra persona considera importante. Mientras
más amigo seas de Dios, más te importará lo que a Él le importa, más nos
afligirá lo que a Él le aflige, y más nos alegraremos con lo que a Él le
agrada.
Pablo es el mejor ejemplo de esto. Los planes de Dios eran
los suyos, y se apasionaba por las mismas cosas que apasionaban a Dios: pedía
que le aguantaran “la tontería de estar tan preocupado por los corintios,
porque ¡se debía a la pasión de Dios quemándole por dentro!”. David sentía lo
mismo: “la pasión por la casa de Dios lo consumía, y sentía que los que
insultaban a Dios también lo insultaban a Él”.
¿Qué es lo que más le importa a Dios? La redención de su
pueblo. ¡Quiere hallar a todos sus hijos que se han perdido! Jesús vino al
mundo pro ese motivo principal. El hecho más preciado para Dios es la muerte de
su Hijo. Lo segundo más valioso es cuando sus hijos comparten esa noticia con
otros. Si somos amigos de Dios, nos deben importar todas las personas a nuestro
alrededor porque también preocupan a Dios. Los amigos de Dios les hablan a sus
amigos acerca de Dios.
Debo desea la amistad con Dios más que nada. Los Salmos están
repletos de ejemplos de este anhelo. David deseaba con pasión conocer a Dios
por encima de todo; usó palabras como anhelo, ansia, sed, hambre. Anhelaba a
Dios. Dijo: “Sólo una cosa he pedido al Señor, sólo una cosa deseo: estar en el
templo del Señor todos los días de mi vida, para adorarlo en su templo y
contemplar su hermosura”. En otro salmo dijo: “Tu amor es mejor que la vida”.
La pasión con que Jacob deseaba la bendición de Dios en su
vida fue tan intensa que luchó toda la noche en el campo con Dios, y le dijo:
“¡No te soltaré hasta que me bendigas!” La parte más llamativa de esta historia
es que Dios, que es todopoderoso, ¡lo dejó ganar! Dios no se ofende cuando
“luchamos” con Él, porque este encuentro requiere contacto personal y ¡eso nos
acerca a Él! También es una actividad apasionada y a Dios le encanta cuando nos
emocionamos con Él.
Pablo fue otro hombre entusiasmado por su amistad con Dios.
No había nada más importante: era prioritaria, el foco único y la meta
principal de su vida. Dios usó a Pablo de manera tan grande justamente por esta
razón. Una versión amplificada de la Biblia expresa cabalmente la intensidad de
la pasión que Pablo sentía: “Mi firme propósito es conocerlo mejor ¾para poder
progresivamente conocerlo más a fondo y más íntimamente, sintiendo, percibiendo
y entendiendo las maravillas de su Persona con mayor intensidad y más
claridad”.
Lo cierto es que estás tan cerca de Dios como tú lo deseas.
La amistad íntima con Dios es una opción, no es una casualidad. Debes tener la
intención de buscarla. ¿Realmente la quieres? ¿Más que a cualquier cosa?
¿Cuánto vale para ti? ¿Vale la pena que dejes otras cosas para conseguirla?
¿Merece el esfuerzo que tendrás que hacer para desarrollar los hábitos y
destrezas necesarios?
Quizás en el pasado Dios te haya apasionado pero has perdido
ese fervor. Era el problema que tenían los cristianos de Efeso: habían dejado
su primer amor. Hacían lo correcto, pero por obligación y no por amor. Si sólo
has estado cumpliendo con gestos espirituales, no deberías sorprenderte si Dios
permite el dolor en tu vida.
La aflicción es como el combustible de la pasión: refuerza la
energía intensa, que normalmente no tenemos pero que necesitamos para realizar
los cambios. C.S.Lewis dijo: “El dolor es el altavoz de Dios”. Dios nos
despierta del letargo espiritual mediante el dolor. Nuestros problemas no son
un castigo; son los despertadores que usa un Dios cariñoso. Él no está enojado
con nosotros; Él está apasionado con nosotros, y hará lo que sea necesario para
que volvamos a tener comunión con él. Pero hay una manera más fácil para
reencender tu entusiasmo por Dios: comienza pidiéndole a Dios esta pasión, y
pídela hasta conseguirla. Haz esta oración durante el día: “Querido Jesús: “Lo
que más quiero es conocerte íntimamente””. Dios les dijo a los cautivos en
Babilonia que “cuando lo buscaran en serio y de todo corazón, Él se aseguraría
de no defraudarlos”.
TU RELACIÓN MÁS IMPORTANTE
No hay nada, absolutamente nada más importante, que cultiva
la amistad con Dios. Es una relación que durará para siempre. Pablo le dijo a
Timoteo: “Algunos de estos individuos se han apartado de lo que es más
importante en la vida: conocer a Dios”. ¿Te estás perdiendo lo más importante
de la vida? Puedes hacer algo al respecto ahora mismo. Recuerda, es tu
decisión. Estarás tan cerca de Dios como lo quieras.
DÍA DOCE
PENSANDO EN MI PROPÓSITO
Punto de reflexión: Estoy tan cerca de Dios como quiero
estar.
Versículo para recordar: “Acérquense a Dios, y él se acercará
a ustedes”. Santiago 4:8 (NVI)
Pregunta para considerar: ¿Qué decisiones tomaré hoy para
acercarme a Dios?
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