PROPÓSITO Nº 1
FUISTE PLANEADO PARA AGRADAR A DIOS
Para que sean llamados robles de justicia, plantío
del SEÑOR, par que Él sea glorificado.
Isaías 61:3 (LBLA)
Planeado para agradar a Dios
Porque tú creaste todas las cosas; existen y fueron
Creadas para ser de tu agrado.
Apocalipsis 4:11 (PAR)
Porque el SEÑOR se complace en su pueblo.
Salmo 149:4 (NVI)
Fuiste planeado para agradar a Dios.
En el momento que llegaste al mundo, Dios estaba allí como un
testigo oculto, sonriendo por naciste. Quería que vivieras, y tu llegada a este
mundo lo llenó de gozo. Dios no necesitaba crearte, pero decidió hacerlo para
su propio deleite. Existes para el beneficio, gloria, propósito y deleite de
Dios.
El primer propósito en la vida debiera ser agradar a Dios con
tu vida, vivir para complacerlo. Cuando logres entender completamente esta
verdad, sentirte insignificante nunca más será un problema para tío. Es la
prueba de cuánto vales. Si eres así de importante para dios, y él te considera
lo suficientemente valioso para que lo acompañes por la eternidad, ¿qué
significado mayor podrías tener? Eres hijo de Dios, y ninguna otra cosa que Él
ha creado le produce tanto deleite. La Biblia dice que “por su amor Dios ha
dispuesto que mediante Jesucristo seamos sus hijos, ese fue su propósito y
voluntad”.
Uno de los dones más grandes que Dios nos dio es la capacidad
de disfrutar el placer. Nos “cableó” con cinco sentidos y emociones para que
los podamos experimentar. Quiere que disfrutemos de la vida, no que solamente
la aguantemos. Podemos disfrutar y sentir placer porque Dios nos creó a su
imagen.
Solemos olvidarnos que Él también tiene emociones. Siente las
cosas muy a fondo. La Escritura nos dice que Dios se aflige, se enoja y se pone
celoso; que se conmueve y siente compasión, lástima y tristeza, así como
también alegría, júbilo y satisfacción. Dios ama, se deleita, siente placer, se
alegra, disfruta y hasta se ríe.
Agradar a Dios se conoce como “adoración”. La Biblia dice que
Él “se complace en los que lo adoran, en los que confían en su gran amor”.
Todo lo que hagas para complacer a Dios es un acto de
adoración. Así como el diamante, la adoración tiene muchas facetas. Requeriría
varios volúmenes abarcar todo lo que implica comprender la adoración, pero
consideraremos sus aspectos principales en esta sección.
Los antropólogos han advertido que la adoración es un anhelo
universal: el diseño que Dios puso en las mismísimas fibras de nuestro ser; la
necesidad innata de vincularnos consigo. La adoración es tan natural como comer
o respirar. Si no adoramos a Dios, encontraremos un sustituto para adorar, y
hasta podríamos acabar adorándonos. Dios nos creó con este deseo porque ¡quiere
tener adoradores! Jesús dijo que el Padre “busca que le adoren”.
Según sea el trasfondo religioso que hayas tenido,
posiblemente sea necesario aclarar lo que se entiende por “adoración”. Quizás
tengas por entendido que la adoración se compone de las ceremonias en la
iglesia con cantos, oración y un sermón. O puedes pensar en ceremonias, velas y
en Santa Cena. O en sanidades, milagros y experiencia extáticas. La adoración
puede incluir estos elementos, pero es mucho más. La adoración es un estilo de
vida.
La adoración es mucho más que música. Para muchas personas,
la adoración es sinónimo de música. Dicen: “En nuestra iglesia comenzamos con
adoración y luego tenemos la enseñanza”. Esto es un gran malentendido. Todas
las partes del culto son un acto de adoración: la oración, la lectura de las
Escrituras, el canto, la confesión, el silencio, la quietud, la predicación del
sermón, el tomar notas, las ofrendas, el bautismo, la Santa Cena, las promesas
y tarjetas de compromiso, incluso el saludarse con otros adoradores.
En realidad, el origen de la adoración es anterior a la
música. Adán adoraba en el patio del Edén, pero la música se menciona por
primera vez en Génesis 4:21, con el nacimiento de Jubal. Si la adoración fuera
sólo música, quienes no tuvieran oído musical no podrían adorar. La adoración
es mucho más que eso.
Pero en el peor de los casos, la palabra “adoración” se
utiliza ¾y muy mal¾ para referirse a un estilo de música en particular:
“Primero cantamos un himno y luego una canción de alabanza y adoración”. De
acuerdo con este uso, si la canción es movida y se canta con brío, o se
acompaña con instrumentos de viento, se la considera “alabanza”. En cambio, si
se trata de una canción lenta, plácida e íntima, quizás con los acordes de una
guitarra, entonces es adoración. Eso es una mala utilización del término
“adoración”.
La adoración no tiene nada que ver con el estilo, el volumen
o el ritmo de una canción. Dios ama todos los estilos musicales porque Él los
inventó: los movidos y los lentos, los fuertes y los suaves, los clásicos y los
nuevos. Pueden no gustarte todos, ¡pero a Dios sí! Si cuando le cantamos lo
hacemos en espíritu y en verdad, eso es un acto de adoración.
Los cristianos suelen no ponerse de acuerdo acerca del estilo
de música a usarse en la adoración, y defienden con pasión su estilo preferido
como el más bíblico o digno para Dios. Pero, ¡no existe un estilo bíblico! En
la Biblia no hay notas musicales; ni siquiera tenemos los instrumentos que se usaban
en los tiempos bíblicos.
Con toda franqueza, tu estilo de música preferido dice más de
ti ¾de tu entorno social y cultural y de tu personalidad¾ que de Dios. Lo que
para un grupo étnico son sonidos musicales, para otro puede ser ruido. Pero a
Dios le gusta la variedad y disfruta todos los estilos.
La música “cristiana” no existe como tal: Sólo hay música con
letra cristiana. Lo que convierte una canción en sagrada son las palabras, no
la melodía. No hay melodías espirituales. Si tocaras una canción sin palabras,
no habría manera de reconocerla como “cristiana”.
La adoración no es para beneficio propio. En mi tarea
pastoral recibo notas que dicen: “Hoy me encantó la adoración. Me sirvió de
mucho”. Se trata de otro concepto erróneo con respecto a la adoración. ¡No es
para nuestro propio beneficio! Adoramos para beneficio de Dios. Cuando
adoramos, nuestro objetivo debería ser complacer a dios, no a nosotros mismos.
Si alguna vez has dicho: “Hoy no recibí nada de la
adoración”, adoraste con una motivación equivocada. La adoración no es para ti.
Es para Dios. Por supuesto, la mayoría de los cultos “de adoración” también
incluyen elementos de comunión, de edificación y de evangelización, y adorar sí
tiene sus beneficios; pero no adoramos para darnos gusto. Nuestro motivo debe
ser glorificar a nuestro Creador y complacerlo o agradarlo.
En Isaías 29 Dios se queja de la adoración poco entusiasta e
hipócrita. El pueblo le estaba ofreciendo oraciones desanimadas, alabanza
fingida, palabras vacías y rituales elaborados por el hombre, sin siquiera
pensar en su significado. No podemos llegar al corazón de Dios con la tradición
en la adoración; a Dios lo conmueve la pasión y el compromiso. La Biblia dice:
“Este pueblo me alaba con la boca y me honra con los labios, pero su corazón
está lejos de mí. Su adoración no es más que un mandato enseñado por hombres”.
La adoración no es parte de tu vida, es tu vida. La adoración
no es sólo para el servicio religioso. Se nos dice que debemos adorarlo
continuamente y alabarlo “¡desde el amanecer hasta que el sol se ponga!”. En la
Biblia, la gente alababa a Dios en el trabajo, en el hogar, en las batallas, en
la cárcel y ¡hasta en la cama! La alabanza debería ser la primera actividad de
la mañana cuando despertamos y lo último que hacemos por la noche, antes de
cerrar los ojos para descansar. David dijo: “Bendeciré al Señor en todo tiempo;
mis labios siempre lo alabarán!”.
Cualquier actividad puede transformarse en un acto de
adoración cuando la hacemos para alabar, glorificar y complacer a dios. La
Escritura afirma: “Ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa,
háganlo todo para la gloria de Dios”. Martín Lutero declaró: “Una muchacha
puede ordeñar vacas para la gloria de Dios”.
¿Cómo es posible hacer todo para la gloria de Dios? Lo es si
actuamos como si lo estuviéramos haciendo para Jesús, y conversando con Él
mientras lo hacemos. La Biblia dice: “Hagan lo que hagan, trabajen de buena
gana, como para el Señor y no como para nadie de este mundo”.
Este es el secreto para una vida de adoración: Hacer todo
como si lo hicieras para Jesús. Una paráfrasis lo expresa así: “Toma tu vida
cotidiana, la vida de todos los días ¾tu descanso, tus comidas, tu trabajo, y
tus idas y venidas¾ ponlas como una ofrenda ante Dios”. el trabajo se convierte
en adoración cuando se lo dedicamos a Él y lo llevamos a cabo conscientes de su
presencia.
Cuando me enamoré de mi esposa, pensaba en ella todo el
tiempo, cuando desayunaba, cuando conducía al colegio, cuando estaba en clase,
cuando hacía fila para las compras, cuando cargaba combustible: ¡No podía dejar
de pensar en ella! A menudo me hablaba a mí mismo de ella y pensaba en todas
las cosas que me agradaban de ella. Eso me ayudó a sentirme muy cerca de Kay,
aunque vivíamos alejado y asistíamos a dos centros de enseñanza distintos.
Pensando constantemente en ella, permanecía en su amor: La verdadera adoración
se trata justamente de eso: Enamorarse de Jesús.
DÍA OCHO
PENSANDO EN MI PROPÓSITO
Punto de reflexión: Fui planeado para agradar a Dios.
Versículo para recordar: “Porque el Señor se complace en su
pueblo”. Salmos 149:4a (NVI)
Pregunta para considerar: ¿Qué puedo comenzar a hacer como si
lo hiciera directamente para Jesús?
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