Salmos. 14.v1-7
14.1-3 El verdadero ateo es o necio o malvado. Necio porque
cierra los ojos a la evidencia de que Dios existe, o malvado porque no quiere
someterse a las verdades de Dios. Nos volvemos ateos en la práctica cuando nos
apoyamos en nosotros mismos más que en Dios. El necio mencionado aquí es
alguien agresivamente perverso en lo que hace. Según la Biblia, se necesita ser
muy necio para desafiar directamente a Dios.
14.3 Nadie es perfecto, excepto Dios. Todos somos culpables
ante El (véase Rom_3:23) y necesitamos su perdón. No importa lo bien que nos
desempeñemos ni lo mucho que logremos comparado con otros. Ninguno de nosotros
puede jactarse de su bondad cuando se compara con los estándares de Dios. El no
sólo espera que obedezcamos sus principios, sino que quiere además que le
amemos con todo nuestro corazón. Sólo Jesucristo ha hecho eso de una manera
perfecta. Todos somos insuficientes, por lo tanto debemos recurrir a Cristo
para salvarnos (Rom_10:9-11). ¿Le ha pedido ya que lo salve?
14.3, 4 David aplica estas observaciones a sus enemigos,
donde dice de los malvados "devoran a mi pueblo como si comiesen
pan". "Todos se desviaron, a una se han corrompido; no hay quien haga
lo bueno, no hay ni siquiera uno". Como contraste, David dijo: "Tú
has probado mi corazón[...] y nada inicuo hallaste" (17.3).
Hay una distinción muy clara entre aquellos que adoran a Dios
y los que no quieren adorarlo. David adoraba a Dios y bajo su liderazgo Israel
obedeció a Dios y prosperó. Varios cientos de años después, sin embargo, Israel
se olvidó de Dios. Era muy difícil distinguir entre los seguidores de Dios y
los que adoraban ídolos. Cuando Isaías llamó a Israel al arrepentimiento, él,
al igual que David, habló de personas que se habían descarriado (Isa_53:6).
Pero Isaías estaba hablando de los propios israelitas. Pablo citó el Salmo 14
en Rom_3:10-12. Generalizó aun más la imagen de la oveja descarriada,
haciéndola extensiva a toda la gente. Toda la humanidad, judíos y gentiles por
igual, se ha apartado de Dios.
14.5 Si Dios está "con la generación de los
justos", entonces los que atacan a los seguidores de Dios pueden estar
atacando a Dios. Hacerlo es totalmente fútil (véase 2.4, 5, 10-12). Por lo
tanto, si bien podemos sentir que estamos perdiendo la batalla, no puede haber
la menor duda de que nuestra victoria principal está en Dios.
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