El llamado de Abraham.
Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que
había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó
como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena… porque esperaba la
ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
Hebreos 11:8-10
En la Biblia Abraham es llamado “padre de todos los
creyentes” (Romanos 4:11). Dios lo llamó a dejar su país; Abraham creyó en Dios
y le obedeció. Nuestras vidas son muy diferentes a la de Abraham (quien vivió
hace unos 4.000 años), pero la esencia de la fe sigue siendo la misma, es
decir, escuchar el llamado de Dios y responderle.
Para Abraham el llamado era muy exigente: “Vete de tu tierra
y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”
(Génesis 12:1). Dios lo llamaba a dejar las comodidades de sus posesiones y de
su país, para entrar en lo desconocido. Pero le dio una promesa de bendición. Abraham
escuchó el llamado y se puso en marcha. ¡Obedeció a Dios y confió en él!
Dios también tiene un llamado para nosotros. Incluso “ahora
manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30).
¿Qué es arrepentirse? Es volverse a Dios reconociendo sus pecados, y creer en
Jesucristo, el Salvador. Creer supone confiar en Dios, estar dispuesto a
obedecerle.
Es erróneo pensar que la obediencia a Dios nos limita el
espacio vital. Al contrario, cuando creemos en Dios somos confortados y liberados,
pues Dios nos ama. Él nos da la libertad… ¡para hacer el bien! También nos
libera de lo que nos bloquea, de nuestros miedos, culpabilidad y egoísmo.
“Cuando estaba en angustia, tú me hiciste ensanchar” (Salmo
4:1).
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