martes, 31 de julio de 2012

La finalidad del bautismo


La finalidad del bautismo o inmersión es obtener el perdón de los pecados (Hechos 2.38; 22.16; 1 Pedro 3.21). Algunos equivocan el propósito del bautismo. Contrario a la Biblia, enseñan que el bautismo sólo es para dar un testimonio público de que ya uno es cristiano. Otros aumentan el error, cuando afirman que el bautismo sólo es la puerta que le da entrada al cristiano a la iglesia local. Para los que así predican, el bautismo sólo viene a ser el acto por el cual el cristiano se incorpora a una congregación, y que se hace hasta tiempo después de la conversión. Dicha doctrina no aparece por ningún lado en la Biblia. Por la Biblia misma sabemos que los convertidos no necesitan ser incorporados a ninguna organización humana, sino que el mismo Señor los añade a su propia iglesia (Hechos 2.41,47). El ser ya cristianos, les da derecho a ser miembros de cualquier congregación local, o a iniciar una en su casa o en cualquier parte. Al ser bautizado, usted debe saber que el agua no tiene la virtud de lavar sus pecados, pero que el bautismo es más que agua. El bautismo es más que agua, porque en él todo bautizado recibe los beneficios de la muerte y resurrección de Jesucristo (Romanos 6.3-5; Colosenses 2.12,13; 3.1-4). Ser muerto, sepultado y resucitado juntamente con Cristo es lo mismo que decir: "tenemos redención por su sangre" (Efesios 1.7)
El bautismo bíblico debe suministrarse "en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo" (Mateo 28.19). Por eso conviene que la persona que lo hubiere de bautizar diga algo así: "Yo te bautizo para el perdón de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo". Dicho esto, en segundos él podrá sumergirlo en el agua y extraerlo (Romanos 6.3,4; Colosenses 2.12).

lunes, 30 de julio de 2012

COMO LLEGAR A SER CRISTIANO Y ESTABLECER UNA CONGREGACIÓN MÁS DEL NUEVO TESTAMENTO



COMO LLEGAR A SER CRISTIANO Y ESTABLECER UNA CONGREGACIÓN MÁS DEL NUEVO TESTAMENTO

Comience con usted mismo. No hay por qué confundirse. El modelo de conversión que Jesucristo dio a los apóstoles, y que ellos usaron inalterablemente junto con los demás cristianos de su tiempo, ha de ser el mismo para nuestros días. Esto significa que usted, ahora que conoce la palabra del Señor, también debe arrrepentirse de sus pecados (Hechos 17.30), confesar que Jesucristo es el Hijo de Dios (Mateo 16.16; Hechos 8.37; 1 Juan 4.15), y bautizarse o sumergirse en agua para el perdón de los pecados (Mateo 28.19; Marcos 16.16; Hechos 2.38; 22.16; Colosenses 2.12).
¿Quién podrá bautizarlo o sumergirlo en agua? Para esto, usted podría comunicarse con la persona que le hizo llegar este estudio, o con una de las iglesias de Cristo. Por lo general, los lugares donde se reúnen los cristianos, tienen este letrero: "AQUI SE REUNE LA IGLESIA DE CRISTO". Pida ahí que lo bauticen. De acuerdo con la Biblia, el bautismo vale por el bautizado y no por el bautizante o agente humano; pues, en todo caso, es el Espíritu Santo quien bautiza a todos "en un cuerpo" (1 Corintios 12.13). Pero aun cuando el bautismo no es oficio de un grupo exclusivo de cristianos, usted ha de tomar en cuenta que el bautismo bíblico es inconfundible por sus requisitos. Veamos:
El bautismo debe suministrarse sólo a quienes se arrepienten de sus pecados (Hechos 2.38). Eso excluye a los infantes, los cuales no pueden comprender el mensaje de la Biblia, ni tienen pecado del cual arrepentirse (Mateo 18.3; 19.14).
Para bautizarse hay que confesar que Jesucristo es el Hijo de Dios (Hechos 8.36,37). Esto lo hará así: Antes de bajar al agua (un río, un lago o cualquier otro depósito de agua suficiente) usted debe decir algo como esto: "Como obediencia a Jesucristo y su evangelio, voy a bautizarme para el perdón de mis pecados; por eso, ahora mismo, quiero confesar que Jesucristo es el Hijo de Dios". Hecha esta confesión, usted y quien lo hubiere de bautizar deben descender al agua para proceder.
El bautismo bíblico es inmersión en agua (Mateo 3.16; Hechos 8.36-38; Romanos 6.3-5; Colosenses 2.12). Por eso, su bautismo debe efectuarse en un lugar donde haya suficiente agua (Juan 3.23).

sábado, 28 de julio de 2012

LA UNCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO


LA UNCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO
 

Dice en Hebreos 10.1 que las cosas que sucedieron antes en la Antigua Dispensación fueron nada más sombra de las venideras; las cuales son la imagen misma y verdadera. Al hablar pues, en esta ocasión, sobre la unción del Espíritu Santo, bueno sería que viéramos en el Antiguo Testamento referente a ello.
Leemos en Exodo 40.9-11 del ungimiento del tabernáculo, el altar de los holocaustos y de los utensilios y enseres usados y claramente dice que el propósito de ungirlos con aceite era para santificarlos; el aceite siempre se ha usado en la Escritura como símbolo del Espíritu Santo. También leemos en Exodo 40.13 que los sacerdotes también eran ungidos en la misma forma y con el mismo propósito; lo que significa su consagración por siempre del altar de Dios. Unción es pues, símbolo de santificación y consagración. También leemos en 1 Reyes 1.34 que a los reyes se les ungía para que pudieran desempeñar sus funciones reales en armonía con los mandatos de Dios. Así ellos eran también consagrados y santificados.
En el Nuevo Testamento tenemos la misma institución, con la diferencia de que ahora es Dios quien unge, no con aceite, sino con el Espíritu Santo. Cristo nuestro divino Redentor, siendo Rey y Sacerdote, dice la palabra que también fue ungido pero, por supuesto, no con aceite material, figura nada más, sino con el Espíritu Santo, real y verdadero santificador. Su unción tuvo lugar a la hora de su bautismo. (Lucas 4.18; 4.27; 10.38)
Dice en 1 Pedro 2.5-6 que en esta nueva dispensación de la gracia nosotros los cristianos somos sacerdotes santos; y en Apocalipsis 1.6 dice que además de sacerdotes somos reyes también. Viendo nuestra pequeñez e insignificancia esto parecerá increíble, pero es Dios quien nos dice y nosotros no lo dudamos ni por un instante; sino al contrario, le agradecemos humildemente alabando y glorificando su santísimo nombre.
Como Cristo, nosotros pues, para desempeñar estos dos ministerios necesitamos ser ungidos con el Espíritu Santo para separarnos, consagrarnos y santificarnos. Esto sucede al momento de ser sepultados en las aguas de bautismo para perdón de nuestros pecados (Hechos 2.38). Al recibir al Espíritu Santo en ese momento, somos ungidos para el servicio en la obra del Señor.
Para nuestro ministerio necesitamos sabiduría de lo alto pues Satanás estará luchando para hacernos caer en el error y la mentira, como a Himeneo y Fileto (2 Timoteo 2.17-18). Dice la palabra de Dios en 1 Juan 2.20-27 que nosotros, teniendo la unción del Espíritu Santo, conocemos todas las cosas; es decir que el Espíritu Santo con su poder, nos hará entender y obedecer lo que nos dice Dios a través de su santa palabra. En los versículos 18 y 19 vemos que aquellos que no acogieron ni estimaron la unción se apartaron de la verdad. "Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros". El Señor había prometido que cuando viniera el Espíritu Santo, nos guiaría a toda la verdad, que hablaría todas las cosas que oiría (del Padre y del Hijo) y esas cosas serían las que nos habría de enseñar. "El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os hará saber", dijo el Señor (Juan 16.13-14). Ciertamente, el Espíritu Santo vino para glorificar a Cristo. El no se glorifica a sí mismo. Glorifica al Hijo de Dios.
Por eso, usted y yo conocemos al Señor; por eso sabemos y entendemos su mensaje y su plan de salvación; por eso llegamos a la obediencia y fuimos bautizados para perdón de nuestros pecados, por medio de la sangre preciosa de nuestro divino Salvador y recibimos el Espíritu Santo, nuestro Consolador y Santificador; y por eso, ahora habiendo sido ungidos, entendemos qué es lo que nos manda a través de su divina palabra y hemos sido consagrados para trabajar en su obra. La unción del Espíritu Santo nos dará la capacidad y mansedumbre, si nos dejamos guiar por El. Sólo así cumpliremos cabalmente al ministerio que el Señor nos ha dado. Gracias damos a nuestro Padre Celestial, en el nombre bendito de su Hijo por habernos ungido con el Espíritu Santo. Amén

viernes, 27 de julio de 2012

ANSIEDAD - LA PLAGA MODERNA



ANSIEDAD - LA PLAGA MODERNA

 
"La edad de la razón" caracterizó una época anterior a la presente. Hoy vivimos en la "edad de la ansiedad". Un temor incierto, a menudo sin causa alguna, que resulta de la frustración, es lo que produce la ansiedad. La Biblia nos previene contra tales problemas mentales y nos brinda el mejor remedio para este mal común.
Jesús nos tranquiliza en Juan 14.1: "No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí". También en Mateo 6.25 dice: "Por tanto os digo: no os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?" La ansiedad duda de la palabra de Dios y puede guiar al pecado.
"Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús"(Filipenses 4.4-7). Pablo detalla aquí el remedio para esta ansiedad moderna. Estudiemos este pasaje para librar nuestras vidas de este mal.
Debemos siempre alegramos en el Señor, pues el verdadero gozo perdura en Jesucristo, no en nosotros mismos. El verdadero gozo permanece para siempre, no solamente hoy o mañana. J. P. Roland describió la felicidad como "algo de lo que todos hablan, pero muy pocos conocen". El apóstol Pablo aprendió a regocijarse siempre. "No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación" (Filipenses 4.11). Quizá fallamos en regocijarnos siempre, porque no buscamos la felicidad en Jesús y también porque no esperamos ser felices. Regocijarse es parte del remedio para curar la ansiedad.
Debemos dejar que nuestra gentileza sea evidente hacia cada uno de nuestros semejantes. W. E. Vine define gentileza con características de ser "decente, moderada, propia y por lo tanto adecuada; paciencia demostrada, clemencia; que expresa esa consideración que contempla humana y razonablemente los hechos de un caso". Cierto escritor describió a los cristianos como "los caballeros de Dios". Cuando fallamos en ser justos y rectos o no actuamos con moderación, sufrimos las consecuencias de la ansiedad. La gentileza es parte del remedio de Dios para la ansiedad.
Debemos orar por todo. Pablo dijo a la iglesia en Tesalónica: "Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús" (1 Tesalonicenses 5.16-18). Oremos y roguemos con acción de gracias para que nuestras peticiones sean conocidas delante de Dios, y que las súplicas incluyan nuestras necesidades - las cosas de las que carecemos. La oración quiere decir: hablar con Dios, platicar con Él. La palabra "súplica" denota las cosas que pedimos o requerimos. Pablo nos recomienda que hablemos con Dios y pidamos con acción de gracias, todo lo que concierna a nuestras necesidades.
"Oren como si todo dependiera de Dios", escribió cierto autor, "y trabajen como si todo dependiera del hombre". El salmista dijo: "Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado" (Salmos 16.1). La oración es parte del remedio para curar la ansiedad.
Familiares, vecinos y personas a nuestro alrededor sufren de ansiedad. Las personas ansiosas están enfermas, tanto del cuerpo como espiritualmente. El tratamiento de Dios llena la necesidad de curarlas. La paz que da la tranquilidad interior así como la calma externa, satisface a los hijos de Dios que siempre se regocijan en Él. Es por eso que todo cristiano necesita demostrar gentileza a todos los hombres y orar a Dios con acción de gracias.

jueves, 26 de julio de 2012

CUANDO LAS ORACIONES NO SON CONTESTADAS



CUANDO LAS ORACIONES NO SON CONTESTADAS

 
¿Alguna vez ha sentido usted que sus oraciones han regresado sin ser respondidas, y con el sello "regrésese al remitente"? Algunas personas reciben respuestas espectaculares a sus peticiones celestiales; ellos rebosan de entusiasmo cuando testifican de la manera poderosa que Dios obra en sus vidas. Es muy difícil entusiasmarse por otros que saltan con expresiones de alabanza cuando usted ha perdido su trabajo, cuando su esposo la ha abandonado o cuando usted encuentra jeringas y agujas para drogas en la recámara de su adolescente. Si Dios está haciendo cosas maravillosas en las vidas de otros, ¿por qué parece ignorarnos?
Las oraciones no contestadas no son un problema nuevo
Pablo recordó el tiempo cuando sus peticiones fueron repetidamente negadas (2 Corintios 12.1-10). Su explicación de su conflicto con un aguijón en la carne abre una ventana de entendimiento a cualquier cristiano que se siente frustrado porque Dios no parece contestar cuando él clama. Nunca podremos saber todas las razones por las que Dios escoge ya sea redirigir nuestras prioridades o ponerlas en espera. Nosotros no debemos intentar de eliminar el misterio en nuestra relación con Dios. Pablo escribió: "¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!" (Romanos 11.33). Si nosotros pudiéramos completamente comprender, analizar y categorizar a Dios, él dejaría de ser Dios. Nosotros somos atraídos a un Padre trascendente, no a una deidad quien es meramente una extensión de nuestros sueños y fantasías.
La oración nos anima a depender de Dios
Aun cuando la respuesta de Dios a la oración nos decepcione, la disciplina de la comunicación intensifica nuestro caminar con él. Cuando Pablo estaba perturbado por su "aguijón en la carne", le pareció natural entregarle el problema a Dios. El podía vivir con un aguijón en la carne; pero no podía vivir sin Dios.
La oración no es una fórmula mágica para exentar a los cristianos de la lucha y el dolor. La oración es el lazo de comunicación con el Dios "que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos" (Efesios 3.20). Debido a que el corazón humano necesita estar ligado al corazón de Dios, Jesús le dijo a los doce que deberían "de orar siempre y no desmayar" (Lucas 18.1).
La oración establece la importancia de la persistencia
Pablo apeló en oración a Dios tres veces. ¿Quiere decir que sólo pidió tres veces y dejó de pedir? Algunos eruditos de la Biblia piensan que "tres veces" es una figura de lenguaje en hebreo que significa muchas veces. La repetición indica su conciencia del valor de la persistencia y resistencia. El estuvo dispuesto a cooperar con el sentido del tiempo de Dios.
La oración nos anima a escuchar a Dios
Pablo pudo haber estado decepcionado por el rechazo de Dios a sus súplicas, pero su descontento fue templado por la respuesta de Dios."Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad" (2 Corintios 12.9). Pablo escuchó y encontró fortaleza en la respuesta definitiva de Dios.
Algunos veces la gente habla con Dios como si estuviera hablando con un dependiente de un restaurante de comida rápida. Cuando los clientes manejan hasta el lugar de hacer las órdenes, oyen una voz, que apenas se escucha: "¿Puedo tomar su orden?" La conversación se centra en la gente en el carro, quienes tratan de decidir entre pollo a la parrilla y sándwiches de carne de res. Nadie tiene ninguna consideración de la persona cuya voz chilla por la bocina. El cliente recibe toda la atención. ¿Vamos nosotros algunas veces a Dios esperando que él nos diga: "Hola. Bienvenidos al cielo, ¿Puedo tomar su orden?" Nosotros apreciaríamos más la oración si aprendemos a concentrarnos en el que oye nuestras oraciones. El fallecido Carl Spain fue uno de mis primeros mentores. Algunas veces yo salía de sus clases sin anotar nada en mi cuaderno porque yo estaba tan envuelto en su profundo nivel de responder a Dios, que olvidaba escribir algunas cosas. Eso nunca me ayudó bien en los días de exámenes, pero dijo una cosa que no tuve que escribir para recordarla: "Cuando usted ore, hable a Dios con una Biblia abierta. Usted necesita hablar con Dios durante algún tiempo y dejar su Biblia abierta de manera que él le hable a usted a través de su Palabra".
Cuando nosotros saturamos nuestras mentes con el mensaje de Dios, podemos comprender el punto de vista de Dios y entender mejor sus decisiones. Agustín una vez oró: "Oh Señor, concédeme que yo pueda hacer tu voluntad como si ésta fuera la mía; para que tú puedas hacer mi voluntad como si ésta fuera tu voluntad". Puede ser que nosotros no seamos capaces de discernir todas las razones de Dios para detener las bendiciones que deseamos, pero entre más comprendemos su naturaleza, nuestras raíces de fe se harán más profundas. Al final, nosotros estaremos contentos, sabiendo que nuestros problemas han sido dados al Todopoderoso, quien define la verdad, la justicia, la equidad y la bondad.

lunes, 23 de julio de 2012

LA BLASFEMIA CONTRA EL ESPÍRITU SANTO


LA BLASFEMIA CONTRA EL ESPÍRITU SANTO

 

Es muy común entre la hermandad preguntar: ¿qué es la blasfemia contra el Espíritu Santo? Y generalmente esta blasfemia es también llamada el "pecado imperdonable", basándose en lo que dijo Juan (1 Juan 5.16) y lo que dijo el Señor Jesucristo, cuando acusó a los fariseos de blasfemar contra el Espíritu Santo, indicando que este pecado "no tiene jamás perdón" (Marcos 3.30). Tomando en cuenta lo interesante que es este tema, vamos a considerar unos conceptos que nos sirvan para entender mejor la problemática de la blasfemia contra el Espíritu de Dios.
Blasfemar es "hablar en contra","denigrar", "desacreditar", "hablar mal de", "difamar"; a lo cual se puede agregar "insultar" al Espíritu Santo, cuando la blasfemia es contra el Espíritu de Dios, como lo hicieron los fariseos del tiempo de Jesús.
Jesucristo defendió al Espíritu Santo al señalar con su justa indignación la maldad que abundaba en los corazones de los fariseos. Inclusive el mismo Jesús se puso al frente indicando que aun el pecado contra él sería perdonado. Pero el pecado contra el Espíritu Santo jamás sería perdonado. Contra Cristo toda la humanidad ha pecado - por eso fue él sacrificado. Pablo (antes Saulo) blasfemó contra Cristo y contra la iglesia - pero fue perdonado (1 Timoteo 1.13).
A partir de la actitud de los fariseos en su oposición al ministerio de nuestro Señor Jesucristo, se puede saber más de qué implica esta forma de blasfemia. Marcos 3.30 señala que el pecado contra el Espíritu Santo ocurrió cuando los fariseos dijeron que Jesús tenía un espíritu inmundo, es decir un espíritu de Satanás. Principalmente por su incredulidad esos judíos no podían aceptar que Jesús obraba por voluntad de Dios. No podían entender cómo podía hacer Jesús sus milagros; no podían someter su orgullo intelectual; no podían doblegar su voluntad ante aquel galileo ajeno a sus tradiciones. La única explicación para ellos era que Jesucristo hacía milagros por el poder del diablo. "Este no echa fuera demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios" (Mateo 12.24).
Los fariseos no se dieron cuenta que ellos mismos eran movidos por el espíritu de Beelzebú, pues sus pensamientos eran malignos. Inclusive tenían en mente matar a Jesús, a pesar de tener ante sus ojos la encarnación misma del poder de Dios expresado en toda buena obra que él hacía.
"Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio..."
"Procuráis matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros".
"El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios".
"Respondieron entonces los judíos, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y que tienes demonio?" (Juan 8.44,37,47,48).
El problema de la incredulidad es que ésta cierra definitivamente las puertas a toda verdad de Dios. Es como un ciego que no ve la luz de Cristo. No acepta ninguna revelación divina aunque sea confirmada con señales. Pero la incredulidad tiene trascendencia, pues no hace sólo mal para este siglo sino también para el venidero. Por la incredulidad hay personas que se perderán eternamente aunque tengan la oportunidad de escuchar el mensaje de Dios.
Todo lo que Jesús hacía (sus obras efectuadas por el poder del Espíritu Santo) eran orientadas hacia la formación de la fe en los hombres. Todo lo que se oponía a este propósito espiritual puede considerarse como blasfemia contra el Espíritu Santo. Esteban demostró que el pueblo se había perdido por causa de su incredulidad (Nehemías 9.30), lo cual es equivalente a resistir al Espíritu Santo (Hechos 7.51). Los fariseos resistieron a Jesús (quien era lleno del Espíritu de Dios) y le dieron muerte. Los judíos resistieron a Esteban (hombre lleno de Dios), y lo mataron.
Ananías y Safira fueron castigados por Dios con la muerte por haber mentido al Espíritu Santo (Hechos 5.1-11). Menospreciaron el poder de Dios. No creyeron que Dios fuera capaz de darse cuenta de su pecado. Tampoco creyeron que Dios fuera capaz de castigarlos tan severamente.
Los que pisotean la sangre de Cristo se pierden eternamente, no porque hagan algo contra la sangre de Cristo, sino porque rechazan el único medio que Dios ha dejado para la salvación de los hombres (Hebreos 10.29). Es importante observar en este pasaje que se menciona el Espíritu degracia, indicando la relación entre el Espíritu Santo y la salvación.
"Pisotear la sangre de Cristo" debe entenderse aquí como rechazar el plan eterno de Dios para la salvación que ha sido difundido por medio del Evangelio. Los que rechazan el Evangelio, rechazan al Espíritu Santo, porque el Evangelio (la Palabra) es un producto directo del Espíritu Santo.
El pecado imperdonable es también el "pecado voluntario", el rechazo consciente de la única fuente de salvación que existe en el mundo. Es el menosprecio de la dádiva más grande y hermosa que Dios ha dado a la humanidad. Cuando el hombre muere sin recibir el don divino, la gracia, se pierde para siempre.
Cuando hay incredulidad en el individuo, su mente queda cauterizada, sellando así su perdición. Dios ya nada puede hacer por él - y sólo le queda su propia condenación. Y es peor aun cuando una persona se ha bautizado y se ha retirado para no volver más (Hebreos 10.26,27).
La exhortación para hoy es no resistir al Espíritu Santo. La palabra de Dios dice: "Si oyeres hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones"(Hebreos 3.7). La función del Espíritu Santo hoy es "convencer al mundo de pecado" (Juan 16.8). Y quien no oye al Espíritu, pierde su oportunidad de salvación. Quien rechaza al Espíritu Santo anula su salvación, ya no queda más sacrificio por los pecados para él (Hebreos 10.26).
"Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma" (Hebreos 10.39).

domingo, 22 de julio de 2012

Perdiendo a los salvos



Perdiendo a los salvos


Qué desalentador saber que el diablo ha capturado el corazón de un miembro infiel de la iglesia
La responsabilidad de predicar el evangelio de Jesucristo e implorar a los pecadores obedecer este llamado corresponde a la iglesia de nuestro Señor (Marcos 16.15). Debemos ser persistentes en nuestros esfuerzos para llevar a otros a Cristo. El cuerpo del Señor está para continuar esta gran obra que nuestro Salvador inició mientras el vivió en la tierra (Lucas 19. 10). Nunca debemos cansarnos en este tremendo desafío. Sin embargo, también hay una necesidad de recuperar a los salvos que se han perdido.
Esa idea parece extraña, pero es un problema permanente que afecta y deja perplejo a los miembros espiritualmente fuertes de cualquier congregación. Cristianos interesados gastan gran cantidad de tiempo y esfuerzo en traer un alma perdida a Cristo, y al mismo tiempo son perturbados cuando son testigos de la pérdida de los salvos. En otras palabras, ganamos unos pocos y perdemos unos pocos. Si pudiéramos retener a todos aquellos que han sido bautizados en Cristo, nuestros edificios de la iglesia estarían llenos a su máxima capacidad. Ancianos, diáconos, predicadores, maestros y todos los cristianos fieles se sienten frustrados con la pérdida de miembros y, a menudo preguntan, "¿Quién tiene la culpa?"
Aunque muchos de nosotros tenemos la culpa si el apropiado cuidado no se ha demostrado a los que se extravían, el mismo Señor abordó este serio problema en su parábola respecto al sembrador (Lucas 8. 4-15). La semilla (la palabra) no era diferente, a medida que cayó en varios suelos (corazones). La diferencia era en los suelos (corazones). Muchos miembros, al no tener la profundidad real en Cristo, caen en las diversas tentaciones de Satanás. Otros permiten que los cuidados y placeres de este mundo los atraigan lejos de madurez en asuntos espirituales. Ellos no encuentran tiempo para meditar en la infinita gracia y amor de Dios, orar, estudiar la Biblia, asistir a períodos de adoración, visitar a los enfermos o enseñar al pecador del amor de Dios.
Muchos cristianos han llorado en silencio, ya que han visto almas ganadas por Satanás a pesar del manifiesto interés, el amor y la preocupación por parte de los miembros espirituales de la iglesia. Qué desalentador saber que el diablo ha capturado el corazón de un miembro infiel de la iglesia.
Nuestros hermanos y hermanas rebeldes deben observar la advertencia en Hebreos 6. 4-6 sabiendo que están crucificando al Hijo de Dios de nuevo y poniéndolo en vergüenza pública. Aquellos que se han desviado de Dios, como lo hizo el hijo pródigo en Lucas 15, deben volver sus sentidos, darse cuenta de su condición perdida, arrepentirse de sus pecados y orar a Dios por el perdón de sus ofensas (Hechos 8.22; 1 Juan 1. 8-10).
Habiendo dicho todo eso, no estamos librados de nuestra responsabilidad para hacer todo esfuerzo posible por hacer volver al hermano o hermana rebelde a Cristo Jesús. Pablo nos enseña:
"Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado" (Gálatas 6.1).
Esto no es una opción. Pablo hace obligatoria la parte de los hermanos fieles para llegar al hermano débil y equivocado a que se arrepienta de su infidelidad. Si este cuidado se muestra y el hijo rebelde de Dios es rescatado, un alma será salvada.
"Sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados" (Santiago 5.20).

sábado, 21 de julio de 2012

EL GOZO DE SEGUIR A CRISTO




 EL GOZO DE SEGUIR A CRISTO  
 
Quiero hablarles acerca del gozo que significa seguir a Cristo. Cuando el Maestro estuvo en el mundo llamó a hombres de todas las clases sociales para que le siguieran. El evangelista Mateo transcribe el siguiente llamamiento del Señor: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga" (Mateo 11.28-30).
Era un llamamiento para venir y aprender, venir a vivir, venir y trabajar por la vida eterna. Cristo sabía que muchos de los que llegarían a seguirle no sabrían el significado de este seguimiento, por eso vuelve a decir, esta vez a sus discípulos: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y sígame" (Mateo 16.24). No era, desde luego, cosa sencilla seguir a Cristo. Abandonar los propósitos de uno en la vida, vivir con una responsabilidad distinta, seguir de cerca el plan propuesto por el Maestro para llegar a ser discípulo, no era cosa fácil. Pero Dios ha querido siempre lo difícil.
El propósito principal en seguir a Cristo está en llegar a ser semejante a él. Esto lo declara el mismo Señor en otro pasaje de la Biblia, con las siguientes palabras: "El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor. Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor" (Mateo 10.24-25). El gozo de Cristo, la vida poderosa, victoriosa del Señor, el trabajo alegre que conduce a la creación de un mundo nuevo, de un estado de cosas distintas, todo viene como consecuencia de seguir a Cristo. Es un principio elemental que uno llega a parecerse a la persona que sigue o al ideal que profesa. Siguiendo a Cristo somos gradualmente transformados a una vida distinta, mejor y eterna en los cielos. Sentimos en nuestra alma un gozo nuevo; nos sentimos perdonados de nuestros pecados y en posesión de una paz gozosa, de una salvación sin límites.