Libre de
condenación. Parte 2
“No améis al
mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del
Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la
carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del
Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la
voluntad de Dios permanece para siempre.” 1 Juan 2:15-17
Es
recibiendo el amor del Padre, que podemos dejar el pecado y la condenación que
este conlleva. Cuando recibimos el amor del Padre, por medio de Jesucristo,
somos liberados de toda condenación. Ese amor nos impulsa, ya que, si creemos
que Cristo murió por cada uno de nosotros, también creemos que hemos muerto a
nuestra vida antigua (2 Corintios 5:14-15).
Como dice
una canción popular, “amor con amor se paga”. El amor de Dios es verdadero, no
es cualquier amor, fue mostrado en la cruz, nos dio vida eterna y ahora habita
por medio de su Espíritu en nuestro corazón para darnos la capacidad de cumplir
la ley del amor. Entonces, si amamos con el amor que Él nos amó, amamos a los
demás y no les hacemos daño por medio del pecado.
Miremos
cuánto amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos, y si nos
damos cuenta del amor del Padre y lo recibimos, lo ponemos en acción cada día,
y dejaremos definitivamente los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la
vanagloria de la vida que nos lleva al pecado. Oración.
«Padre,
quiero agradarte y hacer tu voluntad, pues de la misma manera que me amaste,
ahora anhelo servirte y por amor a Cristo apartarme de toda maldad, no seguir
los malos deseos del mundo y crucificar cada día los impulsos de la carne.
Amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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