NO SOMOS COMO EL RESTO DEL MUNDO
Oración.
"Señor, tú me escogiste para andar en tu camino, tú me
viste primero y decidiste que yo iba a ser tu hijo e iba a ser salvo. Quiero
corresponder, ya no quiero servir en tus filas y al mismo tiempo en las del
mundo, que sea mi anhelo vivir por ti y para ti sin ningún reparo, santificado
en tu verdad. Amen"
“Yo les he dado tu
palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy
del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No
son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu
palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al
mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean
santificados en la verdad. Mas no ruego solamente por éstos, sino también por
los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno;
como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros;
para que el mundo crea que tú me enviaste”.
Frecuentemente en la vida ocurren situaciones que piden una
decisión de nuestra parte, y siempre tenemos muchas opciones, pero solo una
forma correcta de proceder delante de Dios. Si voy tarde al trabajo y mi jefe
me pregunta porque llegué tarde la única forma correcta de proceder es decir la
verdad: me levanté tarde, lo correcto sería levantarse temprano, pero la
mentira siempre está delante de nosotros.
En nuestra vida cotidiana se dan todas estas situaciones en
las que deberíamos honrar al Señor. Si se da cuenta en el ejemplo anterior, la
mentira resultó de algo que sabiendo previamente que no debo hacer, aun así, lo
hice; el pecado siempre llama más pecado y Dios no se hace el ciego ante ellos
como si lo hace el mundo. El Señor Jesús oró por nosotros que hemos creído en
él, para que seamos guardados del mal.
Desde la próxima y cada decisión que tomemos sea grande o
pequeña, hagamos exactamente lo que Dios dice, no lo veamos como nuestro Dios
grande para unas, cosas, pero el que no interviene en otras, esto claro,
requiere tener a Dios como una prioridad real en nuestra vida. Finalmente, si
creemos que somos sus hijos, decidamos ya no vivir de cualquier manera sino a
su manera. Santifiquémonos en su verdad; su palabra es verdad.
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