En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el
Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él
fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba
la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas
resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella. Hubo un hombre
enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que
diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. No era él la luz,
sino para que diese testimonio de la luz. Aquella luz verdadera, que alumbra a
todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue
hecho; pero el mundo no le conoció”. Juan 1:1-10. El milagro más grande del
mundo fue la encarnación del eterno Hijo de Dios. Este pasaje empieza diciendo
“en el principio”, esta palabra que se usó en el libro del Génesis, cuando la
creación fue hecha, la repite nuevamente el apóstol Juan, señalando un nuevo
comienzo, una nueva creación. Y eso es exactamente lo que sucede en nuestras
vidas cuando Jesús llega a nuestro corazón, somos nuevas criaturas, tenemos un
nuevo comienzo, un borrón y cuenta nueva. Porque Jesús es Vida, y viene a
darnos otra oportunidad. Si le hemos pedido a Cristo, que nos haga nuevas
personas, recordemos que ese nuevo comienzo, sólo está a disposición de los que
le creen.
El Verbo existía antes del comienzo de la creación, todas las
cosas fueron hechas por Él, incluyendo al ser humano, pero éste entró en
conflicto con su Creador y se separó de su presencia, sumergiéndose así, en las
tinieblas.
Ese Verbo que era con Dios, que es Dios, que ama
incondicionalmente, se compadece del ser humano caído y toma sobre sí su
naturaleza, haciéndose hombre, proveyendo de ésta manera el medio para la
reconciliación a través de su muerte. Jesús es la Vida y es la Luz de los
hombres, esa Luz verdadera, que resplandece en medio de este mundo tenebroso y
lleno de pecado. Jesús se vistió de carne, se identificó con la humanidad, para
cumplir con el plan de salvación. Vivió como un hombre, sin dejar de ser Dios.
A muchos nos alumbró la luz de Cristo y ahora somos reflejo
de Él. Sin embargo, como en tiempos de Juan, su propio pueblo lo rechazó y no
lo recibió. Hoy podemos decir, que el mundo sigue rechazándolo y
desconociéndolo. La misión y la esencia del Verbo encarnado es llevar vida y
luz a través de sus hijos, aquellos que hemos creído en Él. Seamos testimonio
como Juan, preparando el camino del Salvador, con el mensaje del
arrepentimiento. Oración
Señor, hoy te pido para que los ojos de muchas personas sean
abiertos, contemplen tu luz y tengan un nuevo comienzo, toca la vida de los que
están en tinieblas para que lleguen a la salvación por medio de la fe en
Jesucristo, crean y te reciban en sus corazones. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para
ese propósito.
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