Y si invocáis como Padre a aquel que imparcialmente juzga
según la obra de cada uno, conducíos en temor durante el tiempo de vuestra
peregrinación; (1 Pedro 1:17. La intención de Pedro en este versículo es poner
en conocimiento de sus destinatarios que Dios no sólo es su Padre, sino que
también es el juez de todo lo creado. Ellos deberán entender que Dios juzga a
todo ser sin importar su condición; e inclusive ellos, que son sus hijos, deben
saber que Él observa sus vidas. Será
interesante notar en este punto, que Dios, no por haber llegado a ser nuestro
Padre, deja de ser nuestro Juez en cuanto a nuestra forma de vida. Es así que
Él cumple ambas funciones para con nosotros; será por tanto no sólo un Padre
amoroso, sino también un Juez justo. Hay
muchísimos versículos más que nos muestran que Dios es el juez de todas las
cosas; pero lo importante aquí debería ser poner nuestra voluntad, y la entrega
total de nuestras vidas a disposición del Santo Espíritu. Solo Él puede
ayudarnos a vivir como Dios quiere y solo con su ayuda podremos realizar los
cambios que Dios espera ver en nosotros.
La obra del Espíritu Santo en nosotros nos llevará entonces
por un proceso de santificación, a través del cual, con el tiempo, dará los
resultados esperados por Dios. Esto es muy importante, ya que Dios nos pide que
vivamos en santidad, pero no nos deja solos. Él nos da todas las herramientas
posibles y la ayuda perfecta.
Entonces, la intención aquí no es generar miedo en nosotros,
sino abrir nuestros ojos a la realidad de que un juez justo mira nuestras
vidas. Pero no con intención de condenar sino de ayudarnos a vivir como es
mejor, es decir, como más nos conviene. Dios nos llama a vivir en santidad y en
amor, y es nuestra responsabilidad hacerlo.
El convoca a los cielos desde lo alto, y a la tierra, para juzgar a su
pueblo, (Salmos 50:4. Difundiendo el
mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para
ese propósito.
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