Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros
días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y
vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros
ancianos soñarán sueños; Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en
aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán Hechos 2:16-18
Las palabras de Joel nos hablan del Espíritu Santo Prometido
y de la Palabra de Dios y hay una maravillosa unidad entre ambos. Cuando
predicamos o enseñamos la Palabra de Dios abrimos la puerta para que el
Espíritu Santo haga su tarea. Dice que Él nos guiará a toda la verdad. Él es el
maestro por excelencia. Y no solo eso fue el que inspiró a los hombres que
escribieron la Biblia. Pedro lo afirma en 2 Pedro 1:21 “porque nunca la
profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios
hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”.
Los tiempos mesiánicos anunciados por Joel, llegaron cuando
el Espíritu Santo en Pentecostés fue enviado a la iglesia y esta fue la
consumación del ministerio de Cristo. Por la humanidad de Jesús es como Dios
nos da su Espíritu y para ello era necesario que esa humanidad entrara en la
gloria del Padre, con la ascensión.
El Mesías entronizado cumple su promesa de no dejarnos solos,
sino de enviar al Consolador. Juan 16:7 “Pero yo os digo la verdad: Os conviene
que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas
si me fuere, os lo enviaré”.
Los cielos se abrieron en el bautismo de Jesús y ahora se han
abierto en el Pentecostés, para que su Espíritu descienda sobre los creyentes y
venga a morar en ellos, judíos y gentiles de todos los tiempos, que han
depositado su fe en Jesús.
Ahora más que nunca en estos tiempos finales, la señal más
evidente es el derramamiento del Espíritu Santo en la iglesia de Cristo,
capacitándola, santificándola, para su Segunda Venida. Sólo Él puede ayudarnos
a vivir una vida cristiana victoriosa, permitiendo que a través de su
Presencia, tengamos la plenitud y el señorío de Cristo en nosotros y así poder
ver cumplida su promesa cuando dijo: “no os dejaré huérfanos; vendré a
vosotros”.
Estas son las buenas nuevas; ya no esperamos al Espíritu
Santo; el Espíritu Santo nos espera a nosotros. Ya no vivimos en la era de la
promesa; vivimos en los días del cumplimiento. Lo más glorioso es saber que el
Consolador está presente hoy en día con todo su poder, en cada verdadero
creyente. Es el único que puede cambiar y transformar realmente nuestras vidas
y usarnos para llevar su Palabra a todo lugar. Oración.
"Amado Jesús gracias porque cumpliste tu promesa, no la
rompiste, ni la olvidaste. Ascendiste al cielo y no me dejaste solo, enviaste a
ese gran Ayudador, al gran Consolador, para llenar mi vida de tu poder, para
vivir en victoria, dependiendo de tu presencia. Amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para
ese propósito.
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