viernes, 23 de noviembre de 2018

CONSAGRACIÓN


Estas cosas hablo Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese. He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra”, Juan 17:1-6.  El anhelo más profundo que llenaba de gozo el corazón de Jesús era saber que volvía a encontrarse con su Padre, su misión había concluido. Tres años habían transcurrido y con su ejemplo estableció la más alta norma de vida que sirve para enmarcar el destino de un verdadero hijo de Dios.
Esta oración es muy sombría, siendo ubicada inmediatamente antes de su arresto y crucifixión. Sin embargo, recién Jesús había afirmado: “¡yo he vencido al mundo!”, “Te he glorificado, he acabado la obra”, sintetizándose así los tres grandes propósitos por los cuales vale la pena vivir: Glorificar a Dios, llevar a cabo la obra que encarga a cada uno como misión histórica en este mundo y un futuro lleno de esperanza para los que han tenido la experiencia de conocerlo sabiendo que Él es la vida eterna.
Era necesario que viniese de la eternidad al tiempo para manifestar el nombre a los hombres. El Maestro había cumplido con su labor, ahora era menester poner a prueba su lección; estaba seguro que sus discípulos no le fallarían. Al estar cerca de ellos, conformó su carácter al de un padre y se relacionó con ellos, pero tenía que partir, entonces debían comenzar a valerse por sí mismos y depender de su comunión con el Padre. Jesús mira hacia adelante, a la cruz, con la plena esperanza de victoria y el reencuentro con su Padre. Este es el fin de su ministerio terrenal pero la continuación de su ministerio en el cielo.
Si observamos la oración de Jesús en el capítulo de Juan 17, Él levanta sus ojos al cielo, mirando confiadamente hacia su Padre, mostrando una actitud de negación y entrega total. Pide por su glorificación, por los once discípulos y por todos los que habrían de creer por el ministerio de estos.
Esta oración de consagración debe servirnos de ejemplo si queremos tener una genuina relación con nuestro Padre Eterno, debemos glorificarlo siempre con nuestras vidas. Jesús lo glorificó en la cruz ofreciéndole perfecta obediencia, mostrando su amor perfecto. Glorificar al Padre es darlo a conocer. Conocer a Dios no sólo es saber cómo es, sino también estar en íntima relación de amistad con Él por medio de Jesucristo y compartir su mensaje de amor a otros.   Oración.
Amado Jesús, gracias por tu obra redentora con la cual me salvaste y me regalaste la vida eterna, quiero glorificar al Padre siguiendo tu ejemplo de obediencia, haciendo lo grato ante tus ojos y dándote a conocer a otros. Amén.     Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.

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