EL CARÁCTER Y EL ESTILO DE VIDA DE LA CARNE (ROM. 8:5-11).
Tiene una mentalidad carnal (v. 5a).
Hay dos formas de ver la vida. Vamos a examinarlas por
separado durante unos minutos para sacar los contrastes.
Se trata de una actitud que trata de dejar a Dios fuera del
enfoque. El apóstol Pablo lo llama un sistema de mente carnal. "Los que
son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del
Espíritu, en las cosas del Espíritu" (8:5). La mentalidad de la
"carne" está dominada por YO, MI, y es MIA. Es egoísta en su
concepción. Todo está centrado en sí mismo y cómo podemos satisfacernos. Su
mente está puesta en poder, posición, prestigio, pasión y posesiones. Sus
impulsos dominantes están en contra de Dios. Toma legítimas necesidades humanas
y cumple con ellas de la manera equivocada. Incluso podemos hacer el servicio
de Dios con motivos egoístas.
En este pasaje, Pablo usa la palabra "carne" para
describir el elemento más débil en la naturaleza humana que produce el pecado.
Este pasaje pone de manifiesto, además, que para tener una mente de la carne es
francamente siendo hostiles a Dios. Esto significa que es un soldado en el
ejército contrario.
Pablo usa una palabra interesante para dejar que la mente
more en algo. Significa pensar, tener la intención de, o para establecer la
mente o en el corazón en algo. Es el asiento de la actividad intelectual y
espiritual. Se recurre a la persona en su totalidad el pensamiento, el
sentimiento y la elección. Incluye nuestra perspectiva, y supuestos, valores,
deseos y propósitos. ¿Nos ponemos del lado de uno mismo y la carne, en
oposición a Dios y a su reino? O ¿tenemos una mentalidad que busca estar en
sintonía con el Espíritu Santo deleitándose en donde desee moverse? v13. porque si vivís conforme a la carne,
moriréis; más si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.
v14. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de
Dios, éstos son hijos de Dios.
v15. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para
estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por
el cual clamamos: ¡Abba, Padre! Difundiendo
el mensaje de Jesucristo.
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