Rebeca y su vida familiar Esposa de Isaac
TEXTO BASE: “Y los hijos luchaban dentro de ella; y dijo: Si
es así, ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar a Jehová, le respondió Jehová: Dos
naciones hay en tu seno, Y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; El
un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, Y el mayor servirá al menor”.
Génesis 25:22-23
Como se nos muestra en el relato bíblico el encuentro entre
Isaac y Rebeca, fue un encuentro que generó un profundo amor, (Génesis 24:67:
“Y la trajo Isaac a la tienda de su madre Sara, y tomó a Rebeca por mujer, y la
amó; y se consoló Isaac después de la muerte de su madre”). Cuando Isaac se
casó con Rebeca, éste tenía cuarenta años, si bien no era un anciano, si era un
hombre mayor para no haberse casado antes. Podemos concluir que él estaba esperando
en el Señor el tiempo y la mujer adecuada, para que las promesas de Dios se
cumplieran. Rebeca cumplió con todas sus expectativas, llenó todos sus
requisitos. Especialmente que era una mujer temerosa y obediente a Dios, quien
no dudo en dejar todo lo que siempre había conocido para hacer la voluntad de
Dios. Génesis 24:58 “Y llamaron a Rebeca, y le dijeron: ¿Irás tú con este
varón? Y ella respondió: Sí, iré”.
Pasaron los años y el amor de ésta pareja estaba firme y
fundamentado en Dios. Sin embargo, había una circunstancia dolorosa para ellos,
Rebeca era estéril. Isaac quien amaba a su esposa, hizo lo que todo hombre de
Dios, sacerdote de su casa y cabeza de la mujer debe hacer cada día: orar a
Dios por las necesidades de su familia. En este caso, por la necesidad
específica de Rebeca; Génesis 25:21 nos indica: “Y oró Isaac a Jehová por su
mujer, que era estéril; y lo aceptó Jehová, y concibió Rebeca su mujer”. Isaac
sabía a quién debía acudir y en quién podía confiar para hacer el milagro de
dar vida; en medio de la esterilidad de su mujer. Seguramente él mismo conocía
por la boca de sus padres, su propia historia; cómo el Dios viviente les había
hecho una promesa a sus padres en el ocaso de sus vidas y como él era el
cumplimiento vivo de esa promesa. Así Isaac oró por su mujer, cómo un esposo
amoroso y compasivo, y el Señor escuchó su oración.
En Génesis 25:26 la Palabra nos presenta: “… Y era Isaac de
edad de sesenta años cuando ella los dio a luz”. Dios da y añade, y en vez de
un hijo les dio dos (gemelos). Isaac tenía sesenta años, lo que quiere decir
que pasaron veinte años entre el tiempo de su casamiento y el tiempo en que
fueron padres. Isaac amaba a Rebeca sacrificialmente, como Dios ordena al
hombre a amar a su esposa. Él espero con ella el cumplimiento de las promesas
de Dios. Isaac no la abandonó, ni la humilló ni la menosprecio, y sin lugar a
dudas esta actitud compasiva de parte de él, hizo que Rebeca le amara aún más.
Desde el vientre de su madre, los niños manifestaban la clase
de conflicto que iban a vivir en un futuro, tanto que Rebeca deseó morir antes
que seguir viviendo esa lucha. Así quedó manifestado en Génesis 25: 22: “Y los
hijos luchaban dentro de ella; y dijo: Si es así, ¿para qué vivo yo? Y fue a
consultar a Jehová”. Rebeca sabía al igual que su esposo de que Dios era su
fortaleza, su consuelo y quien en su total soberanía y voluntad le había
permitido concebir, entonces fue a consultarle.
En el versículo 23, la Biblia nos expone: “y le respondió
Jehová: Dos naciones hay en tu seno, Y dos pueblos serán divididos desde tus
entrañas; El un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, Y el mayor servirá
al menor”. Nacieron los niños y como vimos anteriormente la lucha entre ellos
quedó manifestada desde el mismo momento de su nacimiento (versículos 25 y 26).
Las diferencias entre ellos eran claramente notorias, no solo físicamente sino
en su carácter y sus habilidades. Esaú era rubio y velludo y siendo el primero
en nacer, se le otorgaba el derecho de la primogenitura y todo lo que esto
conllevaba. Jacob por el contrario, fue el segundo en nacer, y lo hizo
pegado al calcañar de su hermano. De allí surge su nombre, cuyo significado
entre otros es “suplantador”. Más adelante, en los versículos 27-28, la Biblia
nos dice: “Y crecieron los niños, y Esaú fue diestro en la caza, hombre del
campo; pero Jacob era varón quieto, que habitaba en tiendas. Y amó Isaac a
Esaú, porque comía de su caza; mas Rebeca amaba a Jacob”. Vemos como también en
las características de su temperamento, habilidades e intereses ellos fueron
diametralmente opuestos; mientras que Esaú era rudo y fuerte, Jacob era
tranquilo y sosegado. Estas diferencias hicieron que cada uno de sus padres
tomará partido a favor de uno de ellos. Isaac amó a Esaú y Rebeca a Jacob.
Las preguntas son: ¿Cómo un padre puede amar más a uno de sus
hijos que al otro? ¿Acaso no están los dos hijos en igualdad de condiciones,
amor y cariño? ¿No son ambos frutos del amor de sus padres? ¿No son los dos en
este caso, el cumplimiento de la promesa de Dios? Y la respuesta es que no
deben, pero hay casos como el que nos relata la Biblia que no son casos
aislados o único. No obstante, no es lo normal o lo correcto delante de los
ojos de Dios. Segura mente Rebeca
meditaba en lo que Dios le rebelo En el versículo 23, la Biblia nos expone: “y
le respondió Jehová: Dos naciones hay en tu seno, Y dos pueblos serán divididos
desde tus entrañas; El un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, Y el mayor
servirá al menor
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