Ana, mujer afligida y favorecida por Dios
Luego Ana oró: « ¡Mi corazón se alegra en el Señor! El Señor
me ha fortalecido. Ahora tengo una respuesta para mis enemigos; me alegro
porque tú me rescataste.” (1 Samuel 2: 1) (NTV).
Esta traducción de la Biblia muestra con gran claridad y de
una manera magistral lo que estaba viviendo Ana en su vida... Al leer
este pasaje, resulta grandioso, ver como refleja tanto del carácter de Ana en
estas pocas letras.
Ana es una de las mujeres de la Biblia que nos muestra con su
carácter y su vida lo que es ser una mujer llena de gracia, ella no tuvo
una vida fácil. Vivir en un momento histórico en su pueblo Israel, además
de los enfrentamientos que tenía que soportar cada momento en su casa, es
para que uno piense que ella debió ser una mujer amargada, sin esperanza, y
mucho menos imaginar, que pudiera tener una relación con Dios de la forma
correcta. ¡Pero eso es lo que la hace ser extraordinaria!! Ana estaba casada con
Elcana, más no tenía hijos; no olvidemos que ser estéril en Israel en esa
época era una gran afrenta, y la sociedad condenaba a dichas mujeres por esa
causa. Esta condición nos lleva a su primer gigante, y también, su mayor
anhelo: ¡Ser madre! Debido a esto su esposo Elcana tenía otra esposa
llamada Penina, a quien las Escrituras la llaman “la rival.” Con ello tenemos
el cuadro completo; esta señora se dedicó a hacerle la vida imposible, ya que la
afligía todo el tiempo por no tener hijos… ¿Se imaginan por un minuto lo que
sentía Ana? ¡Cuántas cosas debieron pasar por su cabeza! Sentimientos
encontrados, desilusiones, frustración, en fin, la lista seguiría… Es de
esperarse que Ana reaccionara o dijera algo, pero no vemos esto en las
Escrituras; lo que vemos es a una mujer que no deja de amar a su marido, ni
descuida su hogar, ni entra en contiendas con Penina; ¡pero más que todo, vemos
una mujer derramar su Corazón delante de Su Dios! Ella Reconoce que sólo ÉL
puede responder a su clamor y resolver su situación (1 Samuel 1:10-11).
El deseo de ser madre es lo más sublime que una mujer puede
tener, y que Dios le conceda esa bendición, es a aún más sublime. No olvidemos
que, aunque este no es el único llamado a la mujer, es sin lugar a dudas, EL
MÁS ALTO LLAMADO de Dios para ella: Poder instruir a sus hijos en la Palabra, y
que puedan glorificarle en todo. Ana anhelaba ser esa mujer para poder
servir a su Dios; y con esto quiero decir que su deseo no obedecía a razones
egoístas, ni buscaba complacer a la sociedad o a Penina, sino honrar a SU Dios;
y lo demostró cumpliendo su voto al desprenderse de su hijo Samuel, por quien
tantos años oró, y después de destetarlo, lo dejó en el templo bajo el cuidado
del sacerdote Elí, para que sirviera a Dios tal como se lo prometió (1Samuel
1:26-28).
Vemos en Ana a una mujer que entendía la soberanía de Dios, y
que vivía sometida a su voluntad. A pesar de su difícil vida familiar, ella
sabía dónde podía depositar sus cargas. No vemos en ella un espíritu de queja
ni de culpar a Dios por su situación, sino por el contrario, quería que Dios
tomara control de todo. A pesar de lo que sentía, ella tenía la seguridad de
que sólo Dios era capaz de responder su oración. Justamente este era el
distintivo de la vida de Ana, su fervor a la oración constante delante de Dios.
y más que nada, su reacción, luego de haber ido al templo y haber derramado su
Corazón delante del señor, ver como ella ciertamente dejó TODO en el altar, y
simplemente confió en la respuesta de su Señor. Ella creyó de corazón que ya
había recibido lo que le había pedido a Su Dios. Por eso leemos en 1 Samuel
1:18 “Así que se fue, comenzó a comer de nuevo y ya no estuvo triste.”
Y conocemos la respuesta a esta oración, Dios la miró y
escuchó su oración; y así es como nace Samuel, quien fue el último de los
Jueces y uno de los grandes hombres de Dios, un gran profeta.
Una de las lecciones más importantes de la vida de Ana, es
poder asimilar en nuestras vidas, que la última palabra siempre la tiene Dios;
su respuesta puede ser un SI como puede ser un NO, y sigue siendo una
respuesta; entender que Dios es soberano y que es el ÚNICO LUGAR donde podemos
buscar refugio, Consuelo y respuesta ante cualquier circunstancia que estemos
viviendo. Y finalmente, que podamos gozarnos en Él sea cual sea la respuesta
que nos dé, y decir como Ana: « ¡Mi corazón se alegra en el Señor! El Señor me
ha fortalecido” ¡Nadie es santo como el Señor! ¡Aparte de
ti, no hay nadie; no hay Roca como nuestro Dios!” (1 Samuel 2: 1-2).
Una vez más El Señor fue fiel con Ana, la visitó de nuevo, y
concibió y dio a luz tres hijos y dos hijas; así leemos en 1Samuel 2: 21.
¡SEA NUESTRO DIOS BENDITO POR SIEMPRE!
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