No devuelva el golpe
Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue
llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y
no abrió su boca.
Isaías 53:7
Jesús muestra una humilde actitud ante quienes lo atormentan:
"cuando le maldecían, no respondía con maldición" (1 P. 2:23). A
pesar de la provocación constante, Jesús no dijo nada malo porque no había
pecado alguno en su corazón.
Sin embargo, ante semejante provocación, nuestra reacción
sería más como la del apóstol Pablo. Cuando estaba en el juicio ante el
sanedrín, el sumo sacerdote Ananías ordenó que se le golpeara en la boca. Su
inmediata respuesta a Ananías fue: "¡Dios te golpeará a ti, pared
blanqueada!" (Hch. 23:3). Pablo tuvo que disculparse de inmediato; tal
exclamación contra un sumo sacerdote era contraria a la ley (vv. 4-5; cp. Éx.
22:28).
Pablo no era perfecto. Él no es nuestro modelo de justicia.
Solo Cristo es un modelo perfecto de cómo afrontar la injuria de los enemigos.
Siguiendo el ejemplo de nuestro Maestro, nunca debemos
maltratar a quienes nos maltratan. No amenace
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Lucas 23:34
Jesús "no amenazaba" a pesar de un increíble
sufrimiento (1 P. 2:23). Lo escupieron, le tiraron de la barba, le pusieron en la
cabeza una corona de espinas y atravesaron con clavos su carne para asegurar su
cuerpo a una cruz. En cualquier otra persona, semejante tratamiento injusto
habría provocado sentimientos de venganza, pero no en Cristo. Él era el Hijo de
Dios, Creador y Sustentador del universo, santo e inmaculado, con el poder de
enviar a quienes lo atormentaban al fuego eterno.
Pero Jesús nunca amenazó a sus verdugos con juicio inminente;
más bien los perdonó. Cristo murió por los pecadores, incluso por quienes lo perseguían.
Sabía que la gloria de la salvación podía alcanzarse solamente por la senda del
sufrimiento, de modo que aceptó su sufrimiento sin amargura, sin enojo y sin
espíritu de venganza. Que pueda reaccionar usted de igual modo ante su propio
sufrimiento.
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