Hechos 18:7-11
Entonces Pablo salió de la sinagoga y se fue a la casa de un
tal Ticio Justo, que adoraba a Dios y que vivía al lado de la sinagoga. Crispo,
el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su familia. También creyeron
y fueron bautizados muchos de los corintios que oyeron a Pablo. Una noche el
Señor le dijo a Pablo en una visión: “No tengas miedo; sigue hablando y no te
calles pues estoy contigo. Aunque te ataquen, no voy a dejar que nadie te haga
daño porque tengo mucha gente en esta ciudad.” Así que Pablo se quedó allí un
año y medio, enseñando entre el pueblo la palabra de Dios.
El trabajo de Pablo era predicar el evangelio. De cierta
manera, él podía ir midiendo sus resultados y efectividad conforme más gente
fuera creyendo en Jesús. Imagina por un momento estar en sus zapatos.
Compartimos a Cristo. Vamos de una ciudad a otra. Llegamos a Corinto,
comenzamos a predicar nuevamente y no solo nos frenan, sino que también nos
insultan. Definitivamente no fue nuestro mejor día. Vemos toda la oposición que
existe hacia nuestro objetivo y nos dormimos esa noche cansados y probablemente
tristes de lo que aconteció. ¿No te suena familiar esta historia? Te levantas
un día y simplemente te encontraste con vientos en contra. Ese día las cosas no
salieron bien. De hecho, parece que todo salió mal. No pasó lo que esperabas.
Tus ventas fueron peores. Comenzaron a despedir a más gente. La enfermedad
empeoró. Tu problema se agravó. Tal vez incluso así te fuiste a dormir el día
de ayer. Sin ánimo. Sin consuelo. Triste. Cuando esto sucede, tenemos dos
opciones: tratar de ser optimistas y seguir adelante o tirar la toalla y pedir
a Dios por fuerzas para caminar. Si somos honestos, aceptaríamos que la primera
opción nos termina llevando, tarde o temprano, al mismo punto de cansancio,
tristeza y desesperación. Por esto te animo a que consideremos la segunda.
Cuando optamos por tirar la toalla y entregarnos a la voluntad del Señor nos
pasa como a Pablo. Una noche, sin saberlo, recibe ánimos y consuelo de Dios a través
de una visión: sigue hablando y no calles porque yo estoy contigo. ¡Qué
maravilla! ¡Se me olvidaba que el Señor está de mi lado y Él es quien pelea las
batallas! Toda esa carga que tenías sobre ti es liberada al escuchar estas
palabras. Sigue adelante te dice Dios. No tengas miedo. ¡Qué increíble es
escuchar estas palabras! No es un consuelo absurdo ni optimista. Es el Creador
Todopoderoso que nos recuerda que Él está al mando y que tiene un cuidado
especial por nosotros pues nos ama. Ahora, es importante notar que también
dice: aunque te insulten, sigue adelante. Tal vez sufriremos alguno que otro
“raspón” en nuestro día, pero no debe frenarnos. Debemos seguir adelante
confiados en el Señor y dejando que Él haga. Lo que parecía que no tendría
mucho futuro, Cristo se encargó de acomodarlo de tal forma que Pablo se quedó
ahí un año y medio. ¿Puedes ver la diferencia de nuestra perspectiva contra la
del Señor? Seguro Pablo se sintió desanimado. ¡Es normal! Acude a Dios en
oración para decirle cómo te sientes, pero no dejes de seguir adelante pues Él
está contigo.
Oración
Señor: Alabado seas. Gracias por renovar mi corazón y darme
esperanza nuevamente. Gracias por traer consuelo y paz cuando la necesito. Yo
te pido que no quite mi mirada de tu reino y pueda vivir en servicio a Ti.
Guíame en tu voluntad y no permitas que lo que sucede a mi alrededor me
desanime o frene, sino que pueda vivir confiado en tus planes. Te lo pido en el
nombre de Cristo. Amén
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