Discernir el cuerpo y la sangre de Cristo
“Y mientras comían,
tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo:
Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias,
les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo
pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.” Mateo
26:26-28
La institución de la cena del Señor, vemos que fue un acto realizado
por Cristo mismo la noche en que fue entregado para ser crucificado; en esta,
el Señor Jesús, repartiendo el pan a sus discípulos, dice “Tomad, comed; esto
es mi cuerpo.” Así mismo, tomando la copa dijo “Bebed de ella todos; porque
esto es mi sangre del nuevo pacto,” Entonces, cuando nosotros nos disponemos
con nuestros hermanos a tomar la cena del Señor, estamos, como dice la Palabra,
anunciando su muerte hasta que Él regrese (1 Corintios 11:26).
Sin embargo, es importante que también aprendamos acerca de
lo especial de este momento, puesto que no es una comida que compartimos como
cualquiera otra, sino que es ésta un momento de comunión como hermanos para
discernir el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo, es decir, entender
o diferenciar esta cena de las demás. Para esto es necesario entonces que
recordemos que el Señor Jesús en su cuerpo llevó todos nuestros pecados,
dolores, rebeliones y enfermedades (Isaías 53:4-5) así mismo que entendamos que
su sangre derramada fue la del nuevo pacto que dice que: somos pueblo de Dios,
que el Señor pone su Palabra en nuestra mente y corazón y que definitivamente
Él nunca más se acordará de nuestros pecados y transgresiones (Hebreos
8:10-12).
Hermanos, la cena del Señor cuando se discierne como realmente
es, es decir, entendiendo la importancia y trascendencia que tiene de manera
personal y también social, se convierte en un momento de gran intimidad con
nuestro Señor y con nuestros hermanos, en el cual podemos ver el obrar poderoso
de Dios en cualquier área de nuestra vida: espiritual, emocional y física; de
modo que, la invitación es para que con mucha fe, humildad y entendimiento
participemos de este gran momento, disponiéndonos para que el Señor obre en
nosotros según su voluntad y amor. Oración.
«Padre Celestial, gracias Señor por el privilegio que me
concedes de sentarme contigo y con mis hermanos a tu mesa para participar de la
Santa Cena; sé que por tu misericordia y amor obraras grandemente en nuestro
espíritu, alma y cuerpo; gracias Señor por manifestar en nosotros tu gracia y
bondad, por Jesucristo, amén.
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