Preparado, plantado, fijado, podado y prosperado
“EL SEÑOR DIOS PLANTÓ UN HUERTO EN EDÉN… Y PUSO ALLÍ AL
HOMBRE QUE HABÍA FORMADO” (Génesis 2:8)
Antes de que Dios pusiese a Adán en el huerto, Él lo formó
(lee Génesis 2:7,8). Hay un proceso de preparación por el que el Señor nos
lleva con el fin de hacernos lo que necesitamos ser, pero esa preparación lleva
tiempo. Él debe tratar nuestras contradicciones, defectos de personalidad,
áreas de desconfianza, asuntos de la infancia no resueltos, cicatrices, fracasos,
etc. ¿Cuánto tiempo requiere eso? Sólo Dios lo sabe. Admítelo, ¿aun a tu edad
no reconoces todavía algunas formas infantiles dentro de ti? Cualquiera habría
perdido las esperanzas contigo, pero el Señor tiene un plan y se comprometió a
llevarlo a cabo. Todos deberíamos llevar un letrero que diga: “Obra sin
terminar. Si me contratas, debes saberlo. Si te casas conmigo, es preciso que
lo sepas”.
La Biblia dice que Dios “…formó al hombre del polvo de la
Tierra…” (Génesis 2:7). ¿Con qué trabaja? ¡Con polvo! Y los artilugios que usa
para formarte son las experiencias por las que pasas a través de la vida; éstas
te forman y te cambian. Cuanto más sigas intentando hacer las cosas a tu
manera, más tiempo llevará el proceso. Puede que te lleve cinco años para que
aprendas a dejar de agradar a las personas, o diez para que ceses de sentir
pena por ti mismo, o veinte para que dejes de volver la mirada hacia atrás
reviviendo tu infancia. Durante todo ese tiempo, el Señor te está diciendo:
“Deja de hacerlo”, y tú contestas: “Ya lo sé; voy a hacer las cosas mejor”.
Entonces, finalmente, sucede una crisis y la verdad te golpea fuertemente. En
ese momento dices: “¿Sabes qué? Voy a olvidar aquellas cosas que se quedan
atrás y empezaré a extenderme a lo que está delante” (lee Filipenses 3:13b).
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