“EL SEÑOR DIOS PLANTÓ UN HUERTO EN EDÉN… Y PUSO ALLÍ AL
HOMBRE QUE HABÍA FORMADO” (Génesis 2:8)
Fíjate en esto: Dios “…puso…” al hombre en el huerto, “…al
oriente…” (Génesis 2:8b). No es suficiente estar en el “huerto”, debes estar en
el lugar preciso. Hace falta que ores: “Señor, ponme en el “huerto” que
planeaste para mí.
Educando a los hijos se aprende muchas cosas. Nos hemos hecho
mayores y somos más sabios diciendo: “No hagas eso” y “No vayas hacia allá”.
Pero no puedes acortar el proceso; tendrán que tropezar, porque así es como
aprenderán a funcionar y a encontrar su propio camino. Tal vez tú mismo
trabajaste en varios empleos antes de que sacaste en claro lo que se supuso que
hicieras. Eso es porque todavía no estabas “en tu lugar”. Si eres sabio, en
algún momento comenzarás a orar: “Señor, no dejes que pase la vida probando
cosas; ponme en el lugar que tengas para mí”.
Sin saberlo, puedes estar en el lugar correcto porque Dios lo
ha “plantado” y no “creer [es decir, necesitas tiempo para poder darte cuenta
de ello]. No importa donde empecemos; lo importante es dónde terminemos. Debes
mirarte en el espejo y decir: Hay algo en mí que todavía no ha salido fuera.
Señor, ayúdame a mantenerme firme hasta que saques de mí lo que plantaste
dentro”. No dejes que nadie te convenza que eres un fracaso por “no llevar
puestos los zapatos apropiados” o porque ahora mismo no lo tengas todo tan
claro. Dios tiene un lugar en mente para ti; simplemente camina con Él y Él te
llevará allí.
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