domingo, 16 de febrero de 2020

Seamos transparentes con Dios y con los demás.


Seamos transparentes con Dios y con los demás.
“Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban”.Génesis 2: 25
“Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales. Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? ”.Génesis 3:7-11
Tan pronto como el ser humano pecó, se dio cuenta que estaba desnudo y sintió vergüenza. Tanto la culpabilidad como la vergüenza se apoderaron de Adán y Eva. Lo único que vieron sus ojos fue su propia desnudez y pretendieron esconderse el uno del otro y de Dios. Esa unidad completa, inocente, abierta y sin pizca de vergüenza en nada, se derrumbó. Se taparon con hojas de higuera, lo que implica que perdieron la conexión que había entre ellos. Trataron de cubrir su desnudez mediante sus propios esfuerzos pero no pudieron; su vergüenza, remordimiento, temor, la sensación de culpa, los llevaron a escaparse de la presencia de Dios y a poner barreras entre ellos.
Rompieron su relación con Dios cuando creyeron que su camino era mejor que el de Él, se cohibieron y se escondieron de su presencia, trataron de disculparse y defenderse y le echaron la culpa al otro, incluyendo a Dios.
Cada vez que nos ocultamos detrás de una apariencia, detrás de una máscara, mostramos lo que no somos, pagamos un precio muy alto, perdemos la conexión con las personas que son importantes en nuestra vida, pero lo más triste es que perdemos la conexión con Dios, tratamos de escondernos de su presencia, olvidamos que es el único que conoce lo profundo de nuestro corazón y que puede ayudarnos. Si hemos pecado, no debemos huir, por el contrario, debemos acercarnos a Dios, admitir nuestro error y pedir perdón. No escapemos de nuestra responsabilidad culpando a otros.
Efesios 1:5-6 nos recuerda que el Señor Jesús pagó un precio muy alto en la cruz por nosotros y nos aceptó tal como somos. Ahora nada nos impide que estemos delante de Dios, Él conoce nuestros más íntimos secretos y nos ama a pesar de todo. Sólo la provisión de Dios, por medio del sacrificio de Cristo bajo el nuevo pacto, cubrió multitud de faltas, nos permitió revestirnos de Cristo para poder restablecer nuestra relación con Dios y con otros. Sólo podemos conectarnos de verdad, cuando desnudamos nuestro corazón delante del Padre y nos mostramos tal como somos con los demás. Oración.
«Amado Señor, hoy vengo a tu presencia con un corazón contrito y humillado, reconociendo que soy un pecador, que te he fallado, te pido perdón, quita mi culpa y mi vergüenza para mirarte cara a cara. Que no culpe a otros por mis debilidades y que pueda ser sincero en mi relación con los demás sin esconderme detrás de una apariencia. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
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sábado, 15 de febrero de 2020

El que tiene oídos para oír, oiga.


El que tiene oídos para oír, oiga.

“Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar. Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa. Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. El que tiene oídos para oír, oiga”. Mateo 13:1-9
 “El que tiene oídos para oír, oiga”. Qué privilegio saber que Dios nos está hablando a través de su Palabra, ¿estamos prestando atención a lo que escuchamos? Quizás el ruido de nuestros problemas y del mundo nos ensordece y no podemos escuchar.
Dios demanda que lo escuchemos atentamente, porque la verdad de Dios entra en nuestra conciencia por medio de los oídos y los ojos; y la predisposición de nuestro corazón hace que lo que oímos o vemos lo entendamos y deseemos ponerlo por obra, en otras palabras “obedecer la voz de Dios”, además la fe es por el oír y el oír por la Palabra de Dios, dice Romanos 10:17. El comienzo, el desarrollo y el poder de la fe viene por oír, pero sólo el oír la Palabra, porque la Palabra de Dios fortalecerá la fe.
La verdad es que ninguno puede invocar a Dios a menos que haya creído en Él y para creer tiene que haber oído hablar de Él. Pero, ¿cómo oirán de Dios si no hay quien les hable? Hoy hay mucha ignorancia espiritual por la falta de conocimiento de la Palabra de Dios. Otros cierran los oídos a lo que no quieren saber.
Dios nos ha dado una conciencia y al Espíritu Santo para que nos enseñe y nos muestre la voluntad de Dios. Hay una responsabilidad personal de cada creyente de transmitir el mensaje del evangelio a sus semejantes. Somos la voz de Dios en la tierra. Nos ha dado la palabra de fe, la cual debemos predicar, para que los hombres crean y sean salvos. ¿Cómo sabrán del mensaje sino lo comunicamos? La invocación de Jesús como nuestro Señor envuelve la fe, y el creer envuelve el oír, y el oír envuelve la predicación y la predicación envuelve una misión de predicación.
El Señor nos está llamando a esta gran tarea en estos tiempos finales, el evangelio debe ser escuchado en todo el mundo antes que el Señor Jesucristo regrese por segunda vez. ¿Podrá contar con nosotros? Ojalá que el Espíritu Santo despierte una respuesta de fe en cada uno para cumplir con su mandato. Oración.
«Señor Jesús, como dices en tu palabra “a la verdad la mies es mucha y los obreros pocos”, levántame a mí y a otros para cumplir con el mandato de la Gran Comisión, este mundo está urgido de conocer las buenas nuevas de salvación y somos tu boca, tus pies y tus manos para ir a compartir tu mensaje. Dispón nuestro corazón para hacer tu voluntad. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
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viernes, 14 de febrero de 2020

Hambre y sed de la Palabra de Dios.


Hambre y sed de la Palabra de Dios.
 “He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová”. Amós 8:11
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. Mateo 5:6
El hambre más grave de la humanidad no se satisface con pan y carne, es el hambre y la sed espiritual. Estamos en tiempos, donde muchos desean una palabra genuina de Dios, para guiar sus vidas, pero no la encuentran porque no saben dónde hallarla y se refugian en falsas religiones, sectas e ídolos que nunca podrán satisfacer su necesidad espiritual. Buscan santuarios humanos y hacen peregrinajes tratando de hallarlo, pero no lo van a encontrar porque como dice Hechos 17:13, Él no habita en templos hechos por manos humanas, Él mora en aquellos que le han creído.
En tiempos de Amós, el Señor le habla a Israel diciéndole que vendrá un tiempo donde tendrán sed de oír su Palabra. Su pueblo era una nación privilegiada porque se había fundado sobre la Palabra de Dios y Él les había ordenado y enseñado todo: cómo buscarlo, vivir, comer, vestirse, tratar a los ancianos, a los enfermos, a los extranjeros, etc. Y de pronto, por su dureza de corazón y su idolatría con otros dioses se apartaron del Dios Vivo. ¡Y ahora, no tenían nada! Dios había retirado su consejo, su enseñanza, su Palabra.
Cuando nos alejamos de Dios, vendrá la sed espiritual, no habrá ninguna Palabra para nosotros. El Espíritu Santo se contrista y se apaga y no podemos recibir su dirección. Cuando sintamos ese abandono, es cuando debemos reaccionar, arrepentirnos y volver al Dios Vivo. Anhelemos tener hambre y sed de justicia, sed de Dios, de que nos hable, anhelemos que se cumpla su Palabra, que se haga su voluntad en esta tierra y clamemos como el salmista: “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?” Salmo 42:2.
Si decidimos buscarlo de corazón lo hallaremos. Así dice Jeremías 29:12-13 “Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón” Oración.
«Señor Jesucristo, gracias por quitar el abismo que me separaba del Padre, con tu muerte en la cruz, por abrir ese camino para llegar a Él. No quiero perder mi comunión contigo ni un solo día de mi vida, tengo hambre y sed de ti, de tu consejo, tu enseñanza y tu dirección. Te amo Señor. Amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
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jueves, 13 de febrero de 2020

Vuélvete a mí.


Vuélvete a mí.
“Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados”. Isaías 43:25
“Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados; vuélvete a mí, porque yo te redimí”. Isaías 44:22
 “Borro” es una expresión tomada de un libro de cuentas, en el que, cuando se salda una deuda, la suma cargada en cuenta queda cancelada o borrada. En estos versículos, el Señor nos dice que ha disipado nuestros pecados como una nube y nuestras ofensas como la niebla de la mañana y nos pide volver a Él, porque pagó un precio muy alto por nuestra libertad.
Con Dios nunca hay ensayo y error. Él es perfecto y siempre nos espera, podrá haber días nublados y difíciles a causa de nuestros pecados pero también nos ha prometido ser “ese sol” en el día oscuro, cuando volvemos la mirada a Él. No permitamos que el pecado ensombrezca nuestras vidas, acerquémonos a Dios en arrepentimiento y confiemos en su perdón, Él siempre está listo para borrar nuestro pecado.
“Vuélvete a mí” es la preocupación de Dios por aquellos que se han descarriado, que se han salido del camino. Nuestros pecados son como una nube espesa entre la tierra y el cielo; en otras palabras, son una barrera que nos separa de la presencia de Dios, pero cuando Él nos perdona la disipa de manera que el camino al cielo queda abierto otra vez, con nuestra comunión restaurada y la llenura de su Espíritu en nuestros corazones.
Es gratificante saber que el Señor deshizo la deuda de nuestro pecado, ya no hay nada que nos acuse. Cuando Dios perdona, olvida por amor a sus misericordias, por amor a sus promesas y por amor a su Hijo que hizo su obra perfecta de salvación. Esto nos permite buscar el perdón por la fe en Él, con un verdadero arrepentimiento y una nueva vida. Dios nos insiste en la necesidad de un andar santo como prueba de que lo conocemos. Oración.
«Padre, me lleno de gratitud por estas promesas porque me recuerdan tu disposición para perdonar mis pecados, no quiero que ninguna nube de iniquidad se interponga entre nosotros, quiero permanecer en ti y en tu Palabra, en una continua comunión contigo. Gracias por tu fiel presencia en los días nublados, por ser la luz que ilumina mi caminar. Amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
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miércoles, 12 de febrero de 2020

El error de Juzgar.

El error de Juzgar. Parte dos.
“Le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Más esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”. Juan 8:4-11
 En este pasaje Jesús trata el pecado de la mujer adúltera amorosamente, llevándola a encontrar la justificación divina sin juzgarla y criticarla. Encierra una gran verdad la compasión y la misericordia por los pecadores. Los escribas y fariseos buscaban la ocasión para desacreditar a Jesús y por eso le trajeron la mujer; si nos imaginamos la escena, quizás la llevaron a empujones, exponiéndola públicamente. Ella no despertaba en ellos ninguna compasión y misericordia, carecía de valor, la despreciaban por su condición y la pusieron como señuelo para intentar prender a Jesús con alguna palabra o acción con la que pudieran acusarlo, prácticamente estaban obligando a Jesús a elegir entre la misericordia y la justicia.
Ellos esperaban que Jesús mostrara hacia la mujer adúltera la misma misericordia que le había caracterizado durante su ministerio público, pero si lo hacía, quedaría claro para ellos que Jesús no respetaba la ley de Moisés; y si la condenaba ¿dónde estaba la gracia? Y si la perdonaba, ¿no iba esto en contra de la ley mosaica?
Jesús dice algo que le da un viraje al asunto: “El que de vosotros esté libre de pecado sea el primero en tirar la piedra”. De esta forma cambió la atención en la mujer y la colocó en los acusadores. Los fariseos siempre invocaban la ley no para mirarse a ellos mismos, sino pensando en aplicarla a otros. El Señor los obligó a examinar su propio corazón, Él nunca negó la culpabilidad de la mujer, pero ¿estaban ellos libres de culpa?, ¿dónde estaba el adúltero, acaso no era igual de pecador?
Al ser redargüidos en su interior, se fueron alejando uno a uno hasta que ya no quedó ninguno. No soportaron permanecer con la conciencia al descubierto delante de Jesús. La diferencia con Jesús es que no señaló a la mujer, le dio la oportunidad de arrepentirse y de ser perdonada. Esto debe enseñarnos que no somos jueces de nadie y mucho menos juzgar cuando nuestros móviles no son rectos y nuestras vidas no son honestas. Si hemos descubierto la misericordia y el perdón, es tiempo de que dejemos de señalar a otros. Oración.
Amado Señor Jesús, gracias por confrontarme con tu Palabra, examina mi corazón y ayúdame a entender que si fui perdonado no tengo ningún derecho para condenar a otros. Lléname de tu compasión y misericordia para ayudar a todos aquellos que están sufriendo por causa de su pecado y darles a conocer tu amor perdonador. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
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martes, 11 de febrero de 2020

ZARZAS ARDIENTES

ZARZAS ARDIENTES
“Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios. Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema. Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí.”, Éxodo 3:1-4
Cuando Dios nos habla, algo cambia en nuestra vida, Él tiene formas muchas veces insospechadas por nosotros de llamar nuestra atención, para que lo escuchemos atentamente y reconsideremos nuestra vida, para que tomemos decisiones correctas, o cambiemos algo que no le agrada.
Nos puede hablar por medio de una zarza ardiente espiritual. ¿Cuáles son las zarzas ardientes en nuestra vida? Son las cosas que suceden, tal vez fuertes o conflictivas, que no se pueden ignorar y retan nuestra vida, pues nos quieren llevar a una nueva posición porque nos desafían a confiar plenamente en Dios y tienen un efecto perdurable. Esto pasó con Moisés, luego de que Dios le hablara, su vida nunca volvió a ser la misma.
La clave es la confianza en Dios, porque muchas veces aparentemente no nos dirá exactamente lo que debemos hacer en alguna situación, pero podemos estar seguros de que Él colocará las cosas de tal forma que será para nuestra bendición, como dice Proverbios 3:5-6: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.”
Dios está dispuesto a hablarnos si estamos dispuestos a escucharlo, pero lo más importante, después de escucharlo, es obedecerle.
Dios nunca nos diría algo que no fuera lo mejor para nosotros, así que, aunque no conocemos toda la historia o el final de nuestra vida, podemos estar confiados de que Dios dispondrá y nos llevará paso a paso para completarla, hasta llegar al mejor fin que tiene planeado para nosotros (Jeremías 29:11). Él tiene la mejor historia para nosotros y el mejor final, que no es otra cosa que el principio de una nueva vida gloriosa en Cristo, para toda la eternidad y del cumplimiento de su voluntad y propósito para nuestra vida.
Aprendamos a escucharlo, reflexionando sobre cada circunstancia particular que nos sucede, llevándola día a día a sus manos. Por medio de su Palabra y en oración, confiemos y estemos dispuestos a obedecer, pues el Señor dispondrá todo para darnos la instrucción precisa y para que obtengamos el mejor fin para nuestra bendición. ¿Qué es lo que Dios quiere enseñarte o quiere decirte a través de la situación por la que estás pasando ahora? Oración.
"Gracias Señor porque tienes planes maravillosos para mi vida, estoy dispuesto a escucharte y a obedecerte, guía mi vida a una nueva dimensión, a aquella que tú sabes que es mejor para mí. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
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lunes, 10 de febrero de 2020

La manera más sencilla de evangelizar.

La manera más sencilla de evangelizar.
“Y les dijo: Venid en por de mí, y os haré pescadores de hombres”, Mateo 4:19
Este llamado de Jesús a unos pescadores ahora se hace extensivo a todos los creyentes. No importa nuestro oficio, profesión o trabajo que hacemos, el Señor nos llama a servir en su reino. Es la estrategia de Jesús, para conquistar el mundo para Él, por eso llama a hombres y mujeres para ser sus representantes y comunicar su mensaje en todo lugar y extender así el evangelio por toda la tierra.
Jesús expresó el propósito del llamado a sus discípulos, en términos que ellos lo entendieran, como pescadores expertos, sabían cómo atrapar peces, cuál era la mejor hora para hacerlo, la manera de bajar y levantar la red, cómo clasificar los peces y comercializarlos. Un buen pescador debe tener estas cualidades: paciencia, perseverancia y coraje. Cualidades que nos pueden hacer buenos pescadores de hombres. Es una analogía perfecta para la tarea a la que Jesús nos llama: ganar a otras personas para Él.
Cuando recibimos a Cristo, experimentamos su amor y empezamos una experiencia personal de transformación en nuestras vidas, esto nos motiva a compartirles a otros sobre Jesús con nuestro testimonio personal que es la forma más efectiva de evangelizar. El creyente que no comparte su fe desde el principio, tiene dificultades después en su desarrollo espiritual. Las primeras personas que debemos impactar con el mensaje de Cristo son las de nuestro entorno, la familia, amigos y conocidos. El amor que Dios nos demostró, con la muerte y resurrección de su hijo, nos debe motivar a vivir vidas dedicadas a Él
La iniciativa es de parte de Dios, llama al que Él quiere, es un llamado soberano y nos da una orden. Como dice Marcos 16:15 “id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”. ¿Qué respuesta daremos a su llamado? Lo que Jesús necesita es gente corriente que se dé a sí misma. Cuando nos disponemos, Él hará lo que quiere a través de nosotros. Oración.
Señor Jesús, quizás como a esos pescadores que parecían insignificantes, me escogiste a mí entre muchas personas, cambiaste mi vida y mi destino. Ahora quiero mostrar a otros el Camino, te pido que me llenes de paciencia, perseverancia y valentía para compartir tu mensaje de salvación. Mi mayor motivación es tu amor que ha transformado mi corazón, permite que mi testimonio personal influya en la vida de los que están a mi lado. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
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domingo, 9 de febrero de 2020

Dios está buscando hijos que lo alaben de corazón

Dios está buscando hijos que lo alaben de corazón
“Vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa. Al ver esto, los discípulos se enojaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio? Porque esto podía haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los pobres. Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra”. Mateo 26:7-10
Nuestra comunión diaria con Dios debe ser un estado de constante humildad ante Él. Al igual que la fragancia rota, podemos verter nuestra vida a los pies de Jesús, Él enjugará nuestras lágrimas y lavará nuestras vidas de todo pecado.
Por cuanto somos sus hijos Él envió el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, el cual clama “Abba Padre”, así que ya no somos esclavos, sino hijos y tenemos todos los derechos como tales. Pidamos que nos de ojos de niño para verlo, expresiones de amor y palabras de nuestro corazón, para darle alabanza en sincera adoración.
Como la mujer del pasaje, adorar a Jesús de esa manera no fue un desperdicio, como lo pensaron sus discípulos y los que estaban ahí, fue un derramar su corazón delante de aquel que la había perdonado, la había limpiado y la había transformado en otro ser.
Transformar significa cambiar la condición de nuestras vidas, nuestra naturaleza y carácter y sólo lo podemos hacer a través de un encuentro con Jesucristo. A Él no le interesa tanto en donde hemos estado, pero sí se preocupa más de cómo nos encontramos y hacia dónde vamos.
Antes que nuestra alabanza cambie, nuestra vida debe ser cambiada. Este es nuestro culto racional, ofrecernos como sacrificio vivo y ser transformados por la renovación de nuestra mente, conocer su buena voluntad agradable y perfecta como dice Romanos 12:1-2. La oración de un verdadero adorador es para vivir y cantar sobre el poder transformador de Cristo.
La intensidad con que María amó a Jesús, muestra las profundidades de su pecado, del cual Jesús la rescató. El amor nunca calcula, siempre le parece demasiado poco lo que da, por eso Jesús llama “buena obra” lo que María hizo con Él. Al final de la vida de Jesús había tanta amargura, tanta traición, tanta intriga, tanta tragedia, que esta historia brilla como un oasis de luz en un mundo en tinieblas.
En el corazón donde hay amor verdadero por Jesucristo, nada se considerará como demasiado bueno para dárselo a Él. Oración.
Jesús, mi amado Señor, cambia las palabras de mis oraciones para tocar tu corazón, que lo dichos de mi boca expresen el amor inmenso que te tengo por todo lo que has hecho por mí. Nunca antes nadie me había amado como tú, entregaste tu vida para salvarme, perdonaste mis pecados y cambiaste mi corazón. Sólo quiero expresar mi alabanza y mi adoración en gratitud a ti. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
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