La victoria definitiva de Dios
“Y ahora vosotros
sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque
ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente
lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se
manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y
destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra
de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño
de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la
verdad para ser salvos”. 2 Tesalonicenses 2:6-10
Este es, sin duda, uno de los pasajes más difíciles de todo
el Nuevo Testamento; y lo es porque usa términos y figuras que les eran
perfectamente familiares a los que Pablo se dirigía en aquel entonces, pero que
para nosotros son extraños.
Pablo les estaba diciendo a los tesalonicenses que debían
abandonar esa espera nerviosa y tensa de la Segunda Venida. Pues habían dejado
de trabajar y hacer muchas cosas porque el Señor ya iba a llegar. Esa era una
falsa interpretación de sus palabras que no se le podía atribuir a él; y les
decía que antes del Día del Señor sucederían muchas cosas.
Entre ellas, habría una era de rebelión contra Dios. Eso fue
escrito hace casi dos mil años, lo que significa que lo que estaba en acción en
ese entonces, ha venido creciendo, y ahora está más presente que nunca y lo que
era un misterio, se está volviendo estructura, lo que era una sombra ahora es
figura, lo que era preparación ahora es establecimiento. Porque ya se había
introducido en este mundo un poder maligno secreto que estaba obrando en los
hombres para producir ese tiempo de rebelión. Así que Pablo describe una
creciente rebelión contra Dios, el surgimiento de uno que sería la encarnación
del diablo como Cristo era la de Dios, y tendría lugar una batalla final en la
que triunfaría definitivamente Dios. Cuando este mal encarnado se introdujera
en el mundo habría algunos que le reconocerían como su señor.
Es la antítesis de Dios. Los cristianos asumieron esas ideas,
después de Pablo, dándole el título de el Anticristo (1 Juan 2:18,22; 1 Juan
4:3).
Existe una fuerza del mal en el mundo que opera en los
hombres que cada vez se intensifica más, (Mateo 24:12). Pero recordemos que
Dios está en control. Las cosas puede que parezca que se van precipitando hacia
el caos, pero Dios está hasta en ese caos. El triunfo definitivo de Dios es
seguro. Porque nada puede mantenerse contra Él.
El mundo se encuentra en una posición de vulnerabilidad
total, no solo física sino espiritualmente, porque hay hambre de la verdad,
pero también confusión, hay deseo de paz, pero también guerras y conflictos por
doquier, hay religiosidad, pero no necesariamente santidad y todas estas cosas
son condiciones que la Biblia señala como precursores del avance profético.
¿Quién detiene al hombre de pecado? No lo sabemos con
certeza. Pero esto apunta a tres posibilidades: el gobierno y las leyes que
ayudan a controlar la maldad, al ministerio de la iglesia cristiana en esta
tierra con el evangelio y los efectos que este produce y al Espíritu Santo.
Pero no debemos temer al día cuando sea quitado aquello que lo detiene. Dios es
mucho más poderoso que el hombre de pecado y de Él es la victoria final sobre
el mal. Oración.
«Gracias Dios por escogerme para ser atalaya en estos
tiempos, tengo la responsabilidad de tocar la trompeta del evangelio, este
sonido no es una alarma emocional, sino un llamado para que este mundo se
vuelva a ti. También una alerta para la iglesia para alinearse con el Espíritu
Santo, a no conformarse con el conocimiento teórico, sino a vivir en
expectación real, porque tu Palabra ya fue dicha, sólo estás buscando corazones
fértiles donde produzca fruto. En el nombre de Jesús, amén.
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