Recordemos la palabra de su gracia
“Y deseaba
llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.
Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen
abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre,
y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.”, Lucas 15:16-18
El hijo
pródigo pide la herencia a su padre y se va en busca de nuevas experiencias,
viviendo solo para satisfacer su propio yo. Luego de malgastar su herencia, se
acaba el dinero y tiene que trabajar para tener algo de alimento.
Lo más
triste de todo es que empieza a desear lo que comían los cerdos, y esto nos
puede suceder también a nosotros cuando nos alejamos de Dios, de nuestro Padre
celestial.
Muchas veces
no es algo que ocurre de la noche a la mañana, sino que lentamente empezamos a
desear aquello con lo que se alimenta el mundo, no precisamente alimento
físico, sino que nos atrae su manera de vivir independiente de Dios, queriendo
satisfacer los deseos individuales: “los deseos de la carne, los deseos de los
ojos, y la vanagloria de la vida”, (1 Juan 2:16b); aquello pasajero y lisonjero
que es como espuma en nuestras manos, pero que al final nos deja un vacío que
inició cuando dejamos de orar, de congregarnos, de buscar conocer cada día más
su Palabra y terminamos en un estado lamentable, engañados y llenos de culpa.
Pero
precisamente en este instante y en cualquiera en el que nos encontremos,
podemos recordar lo que somos gracias a Cristo: “Y ahora, hermanos, os
encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para
sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados” (Hechos 20:32).
Como el hijo pródigo, cuando recordó lo que tenía en la casa de su Padre, no
nos olvidemos que por la fe en la obra de Cristo tenemos una herencia, una
identidad, un propósito; recordemos, por tanto, la palabra de su gracia,
levantémonos de cualquier estado de desánimo, no nos dejemos engañar y no
dejemos de avanzar conociendo y experimentando el gran amor que fue derramado
en nuestros corazones. Oración.
«Si alguna
vez me alejé de ti, perdóname, Señor, hoy recuerdo que Tú eres mi Padre por
medio de Cristo Jesús, y nada ni nadie cambiará este hecho; lléname de tu
Espíritu para vivir en amor y lejos del pecado, en el nombre de Jesús, amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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