El estudio de la palabra de Dios
Los
primeros cristianos, como nosotros hoy, se edificaban mediante la
lectura y la predicación de las Escrituras cuando se reunían para adorar al
Señor. El apóstol Pablo escribió a los hermanos de Tesalónica: "Os conjuro por el Señor,
que esta carta se lea a todos los santos hermanos"(1
Tesalonicenses 5.27). También ordenó a la iglesia de Colosas lo siguiente: "Cuando esta carta haya
sido leída entre vosotros, haced que también se lea en la iglesia de los
laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros" (Colosenses 4.16). Vea también
Hechos 20.7. Exponer la palabra de Dios en la iglesia es importante por cuando
es el único medio que el Señor ha escogido para revelarnos su voluntad en la
era cristiana (Hebreos 1.1,2). Por esta última Escritura, sabemos que Dios nos
habla hoy sólo por medio de su Hijo; y su mensaje ya ha sido escrito a plenitud
en el Nuevo Testamento por hombres inspirados por el Espíritu Santo (Juan
14.26; 16.13). Su mensaje fue revelado y confirmado en días de los apóstoles
por el Espíritu Santo y sus dones milagrosos (Marcos 16.20; 1 Corintios
12.8-10; Hechos 2.3,4). Esto significa que en nuestro tiempo no tenemos que
buscar el mensaje del Señor en ninguna revelación fuera de lo escrito en el
Nuevo Testamento, ni una señal milagrosa que lo confirme. De acuerdo con las
Escrituras, los dones para revelar la verdad y confirmarla estarían operando
hasta que dicha revelación hubiera llegado a su grado perfecto (1 Corintios
13.8-12; lea todo el capítulo juntamente con el 12, y observe que la "ciencia" del 13.8 es el mismo don de "ciencia" del 12.8). Los primeros cristianos predicaban
y enseñaban lo que Dios les revelaba mediante ciertos dones del Espíritu Santo;
y cuando predicaban el mensaje revelado, contaban con otros dones, como el de
milagros y sanidad, que lo confirmaban (lea nuevamente Marcos 16.20 y Hebreos
2.3,4).
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