"La
edad de la razón" caracterizó una época anterior a la
presente. Hoy vivimos en la "edad de la ansiedad". Un temor incierto,
a menudo sin causa alguna, que resulta de la frustración, es lo que produce la
ansiedad. La Biblia
nos previene contra tales problemas mentales y nos brinda el mejor remedio para
este mal común.
Jesús
nos tranquiliza en Juan 14.1: "No
se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí". También en Mateo 6.25 dice: "Por tanto os digo: no os afanéis
por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro
cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo
más que el vestido?" La
ansiedad duda de la palabra de Dios y puede guiar al pecado.
"Regocijaos
en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida
de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean
conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con
acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará
vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús"(Filipenses 4.4-7). Pablo detalla aquí el
remedio para esta ansiedad moderna. Estudiemos este pasaje para librar nuestras
vidas de este mal.
Debemos
siempre alegramos en el Señor, pues el verdadero gozo perdura en Jesucristo, no
en nosotros mismos. El verdadero gozo permanece para siempre, no solamente hoy
o mañana. J. P. Roland describió la felicidad como "algo de lo que todos
hablan, pero muy pocos conocen". El apóstol Pablo aprendió a regocijarse
siempre. "No lo digo
porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi
situación" (Filipenses
4.11). Quizá fallamos en regocijarnos siempre, porque no buscamos la felicidad
en Jesús y también porque no esperamos ser felices. Regocijarse es parte del
remedio para curar la ansiedad.
Debemos
dejar que nuestra gentileza sea evidente hacia cada uno de nuestros semejantes.
W. E. Vine define gentileza con características de ser "decente, moderada,
propia y por lo tanto adecuada; paciencia demostrada, clemencia; que expresa
esa consideración que contempla humana y razonablemente los hechos de un
caso". Cierto escritor describió a los cristianos como "los caballeros
de Dios". Cuando fallamos en ser justos y rectos o no actuamos con
moderación, sufrimos las consecuencias de la ansiedad. La gentileza es parte
del remedio de Dios para la ansiedad.
Debemos
orar por todo. Pablo dijo a la iglesia en Tesalónica: "Estad siempre gozosos. Orad
sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con
vosotros en Cristo Jesús" (1
Tesalonicenses 5.16-18). Oremos y roguemos con acción de gracias para que
nuestras peticiones sean conocidas delante de Dios, y que las súplicas incluyan
nuestras necesidades - las cosas de las que carecemos. La oración quiere decir:
hablar con Dios, platicar con Él. La palabra "súplica" denota las
cosas que pedimos o requerimos. Pablo nos recomienda que hablemos con Dios y
pidamos con acción de gracias, todo lo que concierna a nuestras necesidades.
"Oren
como si todo dependiera de Dios", escribió cierto autor, "y trabajen
como si todo dependiera del hombre". El salmista dijo: "Guárdame, oh
Dios, porque en ti he
confiado" (Salmos
16.1). La oración es parte del remedio para curar la ansiedad.
Familiares,
vecinos y personas a nuestro alrededor sufren de ansiedad. Las personas
ansiosas están enfermas, tanto del cuerpo como espiritualmente. El tratamiento
de Dios llena la necesidad de curarlas. La paz que da la tranquilidad interior
así como la calma externa, satisface a los hijos de Dios que siempre se
regocijan en Él. Es por eso que todo cristiano necesita demostrar gentileza a
todos los hombres y orar a Dios con acción de gracias.
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