Efesios 4 - Vv. 1-6.Nada se exhorta con mayor énfasis en las Escrituras que andar como corresponde a los llamados al reino y gloria de Cristo. Por humildad entiéndase lo que se opone al orgullo. Por mansedumbre, la excelente disposición del alma que hace que los hombres no estén prontos a provocar, y que no se sientan fácilmente provocados u ofendidos. Encontramos mucho en nosotros mismos por lo cual apenas nos podríamos perdonar; por tanto, no debe sorprendernos si hallamos en el prójimo lo que creemos difícil de perdonar. Hay un Cristo en quien tienen esperanza todos los creyentes, y un cielo en el que todos esperan; por tanto, debieran ser de un solo corazón. Todos tenían una fe en su objeto, Autor, naturaleza y poder. Todos ellos creían lo mismo en cuanto a las grandes verdades de la religión; todos ellos habían sido recibidos en la Iglesia por un bautismo con agua en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo como signo de la regeneración. En todos los creyentes habita Dios Padre como en su santo templo, por su Espíritu y gracia especial.
Vv. 7-16.A cada creyente es dado algún don de la gracia para que se ayuden mutuamente. Todo se da según a Cristo le parezca bien otorgar a cada uno. Él recibió para ellos, para darles a ellos, una gran medida de dones y gracias; particularmente el don del Espíritu Santo. No es un simple conocimiento intelectual ni un puro reconocimiento de Cristo como Hijo de Dios, sino como quien produce confianza y obediencia. Hay una plenitud en Cristo y una medida de esa plenitud dada en el consejo de Dios a cada creyente, pero nunca llegaremos a la medida perfecta sino hasta que lleguemos al cielo. Los hijos de Dios están creciendo mientras están en este mundo; y el crecimiento del cristiano busca la gloria de Cristo. Mientras más impulsado se encuentre un hombre a aprovechar su estado, conforme a su medida y todo lo que haya recibido, para el bien espiritual del prójimo, más ciertamente puede creer que tiene la gracia del amor y la caridad sincera arraigada en su corazón.
Vv. 17-24.El apóstol encarga a los efesios, en el nombre y por la autoridad del Señor Jesús, que habiendo profesado el evangelio, no deben ser como los gentiles inconversos que andaban en la vanidad de su mente y en afectos carnales. ¿No andan los hombres en la vanidad de su mente por todos lados? ¿No debemos, entonces, enfatizar la distinción entre los cristianos reales y los nominales? Ellos estaban desprovistos de todo conocimiento salvador; estaban en tinieblas y las amaban más que a la luz. Les disgustaba y aborrecían la vida de santidad, que no sólo es el camino de vida que Dios exige y aprueba, y por el cual vivimos para Él, sino tiene alguna semejanza a Dios mismo en su pureza, justicia, verdad y bondad. La verdad de Cristo se manifiesta en su belleza y poder cuando aparece en Jesús.
La naturaleza corrupta se llama hombre; como el cuerpo humano tiene diversas partes que se apoyan y fortalecen entre sí. Los deseos pecaminosos son concupiscencias engañosas; prometen felicidad a los hombres pero los vuelven más miserables; los llevan a la destrucción, si no se someten y se mortifican. Por tanto, deben quitarse como ropa vieja y sucia; deben ser sometidas y mortificadas. Pero no basta con sacarse los principios corruptos: debemos tener principios de gracia. Por el hombre nuevo se significa la nueva naturaleza, la nueva criatura, dirigida por un principio nuevo, la gracia regeneradora, que capacita al hombre para llevar una vida nueva de justicia y santidad. Esto es creado o producido por el poder omnipotente de Dios.
Vv. 25-28.Nótense los detalles con que debemos adornar nuestra confesión cristiana. Cuidaos de toda cosa contraria a la verdad. No aduléis ni engañéis al prójimo. El pueblo de Dios es de hijos que no mienten, que no se atreven a mentir, que odian y aborrecen la mentira. Cuidaos de la ira y de las pasiones desenfrenadas. Si hay una ocasión justa para expresar descontento por lo malo, y reprenderlo, hágase sin pecar. Damos lugar al diablo cuando los primeros indicios del pecado no contristan nuestra alma, cuando consentimos a ellos; y cuando repetimos una obra mala. Esto enseña que es pecado si uno se rinde y permite que el diablo venga a nosotros; tenemos que resistirle, cuidándonos de toda apariencia de mal.
El ocio hace al ladrón. Los que no trabajan se exponen a la tentación de robar. Los hombres deben ser trabajadores para que puedan hacer algo de bien, y para que sean librados de la tentación. Deben trabajar no sólo para vivir honestamente, sino para que puedan dar para las necesidades del prójimo. Entonces, ¡qué hemos de pensar de los llamados cristianos, que se enriquecen con fraude, opresión y prácticas engañosas! Para que Dios acepte las ofrendas, no deben ganarse con injusticia y robo, sino con honestidad y trabajo. Dios odia el robo para los holocaustos.
Vv. 29-32.Las palabras sucias salen de la corrupción del que las dice y corrompen la mente de los que las oyen: los cristianos deben cuidarse de esa manera de hablar. Es deber de los cristianos procurar la bendición de Dios, que las personas piensen seriamente y animar y advertir a los creyentes con lo que digan. Sed amables unos con otros. Esto establece el principio del amor en el corazón y su expresión externa en una conducta cortés y humilde.
Nótese cómo el perdón de Dios nos hace perdonar. Dios nos perdonó aunque no teníamos razón para pecar contra Él. Debemos perdonar como Él nos ha perdonado. Toda comunicación mentirosa y corrupta, que estimule los malos deseos y las lujurias, contristan al Espíritu de Dios. Las pasiones corruptas del rencor, ira, rabia, quejas, maledicencia y malicia, contristan al Espíritu Santo. No provoques al santo y bendito Espíritu de Dios a que retire su presencia y su influencia de gracia. El cuerpo será redimido del poder de la tumba el día de la resurrección. Dondequiera que el bendito Espíritu habite como santificador, es la primicia de todo deleite, y las glorias del día de la redención; seríamos deshechos si Dios nos quitara su Espíritu Santo.
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