Abel y Cristo
Fijémonos ahora en Abel como tipo de Cristo, pues el Nuevo Testamento nos dice que la sangre de Cristo habla de mejores cosas que la de Abel (Heb. 12:24). Mientras que la sangre de Abel clamaba venganza contra el malhechor, la sangre de Cristo habla de la redención que Él obtuvo para los pecadores culpables. La sangre de Cristo no clama retribución de ningún tipo, sino redención, remisión y salvación: "Y Jesús dijo: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Luc. 23:34). "Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes. Pero Dios ha cumplido así lo que antes había anunciado por boca de todos Sus profetas, que Su Cristo había de padecer" (Hech. 3:17-18).
Aunque fue cortado de la tierra de los vivientes, fue precisamente la manera que Dios había preparado para que Él llevara mucho fruto (Juan 12:24). Por Su muerte y resurrección, Cristo se ha convertido en la Cabeza de una raza nueva. Después de ser librado de los dolores de la muerte, ha redimido a un pueblo para Sí, en medio del cual canta la alabanza de Dios (Sal. 22:22‑23; Heb. 2:12). Habiéndose ofrecido por el pecado y llevado el pecado de muchos, Él ve el fruto de la aflicción de Su alma, un linaje de creyentes (Isa. 53:10‑12).
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