Josue 1,1-9) ES
TIEMPO DE SER VALIENTES ( Es común que el hijo de Dios pase por diversos
tiempos de temor y angustia. Pero no es la voluntad de Dios que esto ocurra con
demasiada frecuencia. Me atrevería a decir que no es su voluntad que ocurra
(¿..?). Pero como Él sabe que nos enfrentaremos a esos “gigantes”, nos prepara
para que les hagamos frente, dándonos valor y ejercitándonos contra el
desánimo y la profunda depresión.
Es una verdad bíblica que “el temor pone lazo” (Proverbios
29,25). Josué y su pueblo tienen la
responsabilidad de entrar y poseer, – ¡y había que hacerlo pronto!–. La expresión:
“levántate y pasa este Jordán” (v.2), implican prisa, obediencia sin retraso.
No puede haber dilación en nuestra voluntad para hacer lo que Dios dice. Ellos
no deberían claudicar entre dos pensamientos. Al final de la vida de Josué
(cap24), todavía se alcanza a ver este dilema en el pueblo. Debían extenderse por todo el vasto
territorio de Canaán y hacerlo suyo. El límite era: “todo lugar que pisare la
planta de vuestro pie…”. La promesa para Josué era que “nadie le haría frente
en todos sus días” (v.5). Dios le promete que estará con él, le asegura su
presencia diariamente: no lo iba dejar ni a desamparar.
Como representante y jefe del pueblo, la promesa incluía no
sólo a Josué sino a todos. Las frases: “estaré contigo”, “no te dejaré”, “ni te
desampararé” son una misma promesa dicha en tres modos diferentes, por
repetición sinonímica (propio del idioma hebreo), para asegurarle la certeza de
su presencia. Debió de ser una tranquilidad para Josué saber que Dios estaba
comprometido con su presencia diaria y constante, cada vez que lo necesitara y
donde lo necesitara, siempre estaría ahí.
El término usado para esforzarse es jazaq, que implica una combinación
de fortaleza moral y física. Tres veces Dios le pide a Josué que se esfuerce y
sea valiente (v.6.7.9) y hasta la misma gente le dice a Josué que se esfuerce y
sea valiente (v.17.18). Con todo esto en mente, lo más seguro es que Josué −el
buen espía, valiente y esforzado de otros años (cuando Moisés lo envió a
reconocer la tierra junto con Caleb), lleno de experiencia y conocimiento, es
ahora el hombre temeroso, miedoso y al que le faltan las fuerzas−. Había
crecido a la sombra del “poderoso” Moisés, y remplazarlo, era otra cosa.
Pero Dios era el mismo. ¿Cuál temor había que temer?
Ninguno. Pero Josué lo tiene, es un ser humano, a veces fuerte, creyente,
confiado, valiente; otras veces, dubitativo, triste, y hasta derrotado sin
emprender aún la batalla. ¿Qué necesita?: la presencia de Dios. Es eso lo que
Dios le promete, después de la orden de marcha. Vuelve y le reitera que tendrá
su presencia a “donde quiera que él vaya” (v.9). III
REFLEXIONES
¿A dónde iremos, que sea demasiado lejos de Dios? No existe
tal lugar. “Donde quiera que vayas…” (v.9), ése era el límite que Dios ponía a
Josué. Si meditamos en su palabra y
guardamos su ley, podremos seguir cualquier camino y extender aún más nuestro
territorio. Tendremos la certeza de que poseeremos la tierra que Él ya nos ha
entregado; haremos las obras que de antemano preparó para que anduviésemos en
ellas (Ef 2,9-10). ¿Y cómo sabremos cuál es el camino y cuál la tierra de
promisión? Solamente hay que hacer una cosa: meditar en lo que el Señor nos
dice, dejar que Dios clarifique nuestros pensamientos y deseos, que sean
filtrados por medio de su palabra.
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