¿Sabías Que Dios Conoce Tu Nombre?
“…a sus ovejas llama por nombre y las saca” (juan 10:3)
Cuando vemos un rebaño de ovejas, vemos exactamente eso, un rebaño: todas pareciendo iguales. Y sin embargo, para el pastor no es así: cada oveja tiene una historia distinta, y cada cara un nombre. Cuando vemos una muchedumbre, vemos eso, una muchedumbre, llenando un estadio o desbordando un centro comercial. Pero Jesús no lo ve así; para Él, cada uno de nosotros tiene una historia y cada cara un nombre. “…en las palmas de las manos te tengo esculpida…” (Isaías 49:16). ¡Eso es tremendo! ¡Tu nombre está escrito en las manos de Dios, donde Él lo ve constantemente, como está también en sus labios (lee Juan 10:3)! Tal vez hayas visto en algunas cosas impresionantes, como en un premio o un diploma, o en la puerta de nogal de la oficina, pero en las manos del Señor y en sus labios es otra cosa, en la cual se merece meditar detenidamente, ¿verdad? Esto significa que lo que es importante para ti, lo es también para Dios. Tal vez pienses que esto es cierto cuando se trata de cosas importantes, como la muerte, enfermedades, pecados o desastres. ¿Y las cosas más pequeñas, como problemas financieros que te producen inseguridad, discusiones con nuestros seres queridos que nos dejan agotados, o familiares que rinden menos y requieren más atención? Entiende esto: ¡eres un hijo de Dios! Juan escribió: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios…” (1 Juan 3:1). Es como si Juan supiera que algunos de nosotros fuéramos a negar con la cabeza diciendo: “No, yo no; la Madre Teresa quizás, o Billy Graham, pero yo no”. Si éstos son tus sentimientos, entonces Juan añadió esta frase precisamente para ti: “Amados, ahora somos hijos de Dios…” (1 Juan 3:2). Esto significa que si algo es importante para ti, también lo es para el Señor. ¡Intenta aferrarte a esta verdad!
“…a sus ovejas llama por nombre y las saca” (juan 10:3)
Cuando vemos un rebaño de ovejas, vemos exactamente eso, un rebaño: todas pareciendo iguales. Y sin embargo, para el pastor no es así: cada oveja tiene una historia distinta, y cada cara un nombre. Cuando vemos una muchedumbre, vemos eso, una muchedumbre, llenando un estadio o desbordando un centro comercial. Pero Jesús no lo ve así; para Él, cada uno de nosotros tiene una historia y cada cara un nombre. “…en las palmas de las manos te tengo esculpida…” (Isaías 49:16). ¡Eso es tremendo! ¡Tu nombre está escrito en las manos de Dios, donde Él lo ve constantemente, como está también en sus labios (lee Juan 10:3)! Tal vez hayas visto en algunas cosas impresionantes, como en un premio o un diploma, o en la puerta de nogal de la oficina, pero en las manos del Señor y en sus labios es otra cosa, en la cual se merece meditar detenidamente, ¿verdad? Esto significa que lo que es importante para ti, lo es también para Dios. Tal vez pienses que esto es cierto cuando se trata de cosas importantes, como la muerte, enfermedades, pecados o desastres. ¿Y las cosas más pequeñas, como problemas financieros que te producen inseguridad, discusiones con nuestros seres queridos que nos dejan agotados, o familiares que rinden menos y requieren más atención? Entiende esto: ¡eres un hijo de Dios! Juan escribió: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios…” (1 Juan 3:1). Es como si Juan supiera que algunos de nosotros fuéramos a negar con la cabeza diciendo: “No, yo no; la Madre Teresa quizás, o Billy Graham, pero yo no”. Si éstos son tus sentimientos, entonces Juan añadió esta frase precisamente para ti: “Amados, ahora somos hijos de Dios…” (1 Juan 3:2). Esto significa que si algo es importante para ti, también lo es para el Señor. ¡Intenta aferrarte a esta verdad!
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