No Seas Tan Crítico – La Critica Y La Biblia
“HEMOS OBRADO NECIAMENTE Y… HEMOS PECADO” (Números 12:11 LBLA)
Cuando María criticó a su hermano Moisés por la mujer que había elegido, el Señor lo oyó y ella fue castigada con lepra. Quizás te criaste en una familia que siempre le encontraba faltas a todo y ahora tú usas el mismo tono para hablar a tus hijos. No disfrutas de las bendiciones de Dios porque has sido programado para inspeccionar, encontrarle “tres pies al gato” y formarte una opinión de las cosas (por lo general negativa). La Biblia dice: “El que quiera amar la vida y gozar de días felices, que refrene su lengua de hablar el mal…” (1 Pedro 3:10 NVI). La definición del vocablo “crítica” —Enjuiciar las supuestas faltas de otro sin ningún beneficio para la persona objeto del comentario— debería hacerte reflexionar.
Primero, tenemos la palabra “supuestas”. A veces tus percepciones no son correctas porque existen circunstancias que desconoces. Luego tenemos el término “enjuiciar”. Tendemos a ir por la vida analizándolo todo y diciendo ‘Eso no está bien’ o ‘Yo no lo haría así’. Quizás en tu defensa alegues que eres una persona analítica y que Dios te hizo así. No hay nada malo en ser así; el problema viene cuando decides “enjuiciar” tus observaciones, cuando no eres capaz de ver las cosas con objetividad. A lo mejor te preguntas: ‘¿Cómo voy a ayudar a alguien si no enjuicio lo que hace?’ La respuesta nos la da la última parte de la definición “sin ningún beneficio para la persona”. No está mal señalar las faltas de alguien mientras no lo hagas erigiéndote en juez y mientras tu propósito sea ayudarle a buscar una solución. ¿Y está bien consultar el asunto con un tercero? Solamente si acabas la conversación diciendo: ‘Oremos al respecto, guarda la confidencia e intenta ayudar’.
“HEMOS OBRADO NECIAMENTE Y… HEMOS PECADO” (Números 12:11 LBLA)
Cuando María criticó a su hermano Moisés por la mujer que había elegido, el Señor lo oyó y ella fue castigada con lepra. Quizás te criaste en una familia que siempre le encontraba faltas a todo y ahora tú usas el mismo tono para hablar a tus hijos. No disfrutas de las bendiciones de Dios porque has sido programado para inspeccionar, encontrarle “tres pies al gato” y formarte una opinión de las cosas (por lo general negativa). La Biblia dice: “El que quiera amar la vida y gozar de días felices, que refrene su lengua de hablar el mal…” (1 Pedro 3:10 NVI). La definición del vocablo “crítica” —Enjuiciar las supuestas faltas de otro sin ningún beneficio para la persona objeto del comentario— debería hacerte reflexionar.
Primero, tenemos la palabra “supuestas”. A veces tus percepciones no son correctas porque existen circunstancias que desconoces. Luego tenemos el término “enjuiciar”. Tendemos a ir por la vida analizándolo todo y diciendo ‘Eso no está bien’ o ‘Yo no lo haría así’. Quizás en tu defensa alegues que eres una persona analítica y que Dios te hizo así. No hay nada malo en ser así; el problema viene cuando decides “enjuiciar” tus observaciones, cuando no eres capaz de ver las cosas con objetividad. A lo mejor te preguntas: ‘¿Cómo voy a ayudar a alguien si no enjuicio lo que hace?’ La respuesta nos la da la última parte de la definición “sin ningún beneficio para la persona”. No está mal señalar las faltas de alguien mientras no lo hagas erigiéndote en juez y mientras tu propósito sea ayudarle a buscar una solución. ¿Y está bien consultar el asunto con un tercero? Solamente si acabas la conversación diciendo: ‘Oremos al respecto, guarda la confidencia e intenta ayudar’.
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