Colosenses 2:11-12
Además, en Él fueron circuncidados, no por mano humana sino
con la circuncisión que consiste en despojarse del cuerpo pecaminoso. Esta
circuncisión la efectuó Cristo. Ustedes la recibieron al ser sepultados con él
en el bautismo. En Él también fueron resucitados mediante la fe en el poder de
Dios, quien lo resucitó de entre los muertos.
Si ponemos otras palabras a los versículos de hoy, podemos
decirlo de la siguiente manera: cuando recibieron a Cristo, Él se encargó de
separar su cuerpo pecaminoso de ustedes y enterrarlo para que no estorbara más
en su relación con Él, además, han sido resucitados pues su cuerpo que estaba
muerto, fue sepultado más su alma ha sido liberada de él.
Pablo nos está enseñando en estos versículos la
transformación que sucede en nosotros al aceptar a Cristo. No eres ya la misma
persona. La Palabra misma dice que “todas las cosas son hechas nuevas”. ¿Qué es
lo nuevo? Que tu cuerpo, tus deseos carnales, tus ganas de imponer tu voluntad
siempre, quedan separadas, cortadas, circuncidadas y no tienen más lugar en ti.
Cristo corta esas cadenas que nos tenían atados al pecado, atados a nosotros
mismos y ciegos ante el amor de Dios. Es tu propio cuerpo, tu orgullo, tus
enojos, celos, amarguras, rencores y odios lo que te impide escuchar al Señor.
Nos guste aceptarlo o no, somos pecadores. Merecemos estar sepultados junto con
nuestro cuerpo pecaminoso. Si bien el cuerpo humano es increíble y digno de
estudiarse y admirarse, debes saber que ese cuerpo es carnal y pecaminoso. No
le des más vueltas. Tu cuerpo te lleva a pecar. Por esta razón, Dios nos
demuestra su gran amor a través de Cristo y la salvación que recibimos a través
de Él. Cristo nos permite tener una vida distinta a la anterior. Una vida con
propósito. Una vida libre y sin esclavitud al pecado sin ataduras a tu cuerpo
carnal. Poco a poco me he ido dado cuenta de la realidad de esta esclavitud. Lo
veo en gente que no puede dejar de mentir, no pueden dejar de ser infieles, no
pueden dejar de robar, no pueden o no quieren perdonar, no quieren compartir,
no quieren reconocer sus errores, etc. ¿Te suena familiar? Tú y yo estamos
metidos en todo esto. Nuestro cuerpo nos arrastra a estas cosas. Pero ahora
sabemos que hay un camino distinto que se puede tomar llamado Cristo Jesús. Él
se encarga de mostrarnos el daño que nos hace obedecer a nuestro cuerpo. Nos
enseña lo que es vivir en su amor, en su perdón, en su gozo, en su gracia, en
su misericordia y en su abundancia. Hay tantas caras tristes allá afuera porque
no conocen a Jesús. Hoy tú tienes la oportunidad de vivir distinto al
aceptarlo. Hoy tienes la oportunidad de sepultar ese cuerpo carnal que tanto
daño te hace, tan pesado que solamente lo puedes arrastrar. Acepta a Jesús y
corta esas cadenas y resucita a la vida en Él, a una vida abundante, a una vida
plena. ¿La quieres?
Oración
Señor: perdona mis pecados. Entiendo que mi ser necesita ser
restaurado por Cristo y te pido que así sea. Te pido que quites las cadenas que
hay en mí y me permitas resucitar pues estaba muerto. Guíame para vivir en tu
gozo, en tu amor, en tu camino. Dale sentido a mi vida y lléname de Ti, en el
nombre de Jesús te lo pido
Amén
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