Mentalidad de siervo
Mi siervo Caleb... ha mostrado una
Actitud diferente y me ha sido fiel.
Números 14:24 (NVI)
La actitud de ustedes debe ser
Como la de Cristo Jesús.
Filipenses 2:5 (NVI)
El servicio comienza en tu mente.
Para ser un siervo se requiere un cambio de pensamiento y de
actitudes. Dios está más interesado en por qué hacemos las cosas que en lo que
hacemos. Las actitudes cuentan más que los hechos. El Rey Amasías perdió el
favor de Dios porque “hizo lo correcto ante los ojos del Señor; aunque no de
todo corazón”. Los siervos sirven a Dios pensando en cinco actitudes.
Los siervos piensan más en otros que en sí mismos. Se enfocan
en los demás, no en ellos mismos. Esto es verdadera humildad, no pensar menos
de, sino menos en, nosotros mismos. Se olvidan de sí mismos. Pablo dijo:
“Olvídense de ustedes mismos lo suficiente para que extiendan una mano
ayudadora”. Esto es lo que significa “perder tu vida”, olvidándote de ti mismo
para servir a otros. Cuando dejamos de enfocarnos en nuestras propias
necesidades, comenzamos a advertir las que yacen alrededor nuestro.
Jesús “se despojó a sí mismo tomando forma de siervo”.
¿Cuándo fue la última vez que te olvidaste de ti mismo para beneficiar a
alguien? No puedes ser siervo si estás lleno de ti mismo. Sólo cuando nos
olvidamos de nosotros mismos podemos hacer cosas que merecen ser recordadas.
Desafortunadamente, la mayoría de nuestro servicio a menudo
es auto gratificante. Servimos a otros para que les gustemos, para ser
admirados o para lograr nuestras propias metas Eso es manipulación, no
ministerio. Todo el tiempo lo que realmente hemos estado pensando es en
nosotros mismos y en cuán nobles y maravillosos somos. Algunas personas tratan
de usar el servicio como una herramienta de negociación con Dios: “Haré esto
por ti Dios, si haces algo por mí”. Los verdaderos siervos no tratan de usar a
Dios para sus propósitos. Dejan que Él los use para el suyo. La cualidad de
olvidarse de sí mismos, al igual que la fidelidad, es extremadamente
excepcional. Aparte de todas las personas que Pablo conocía, Timoteo era el
único ejemplo que señalaba. Pensar como siervo es difícil porque desafía el
problema básico de mi vida: Yo soy, por naturaleza, egoísta. Pienso más en mí,.
Por eso es que la humildad es una lucha diaria, una lección que debo volver a
aprender una y otra vez. La oportunidad de ser siervo me confronta docenas de
veces al día, me dan la opción de decidir entre satisfacer mis necesidades o
las de otros. La abnegación es el alma del servicio.
Podemos medir nuestro corazón de siervos por la manera en que
respondemos cuando otros nos tratan como siervos. ¿Cómo reaccionas cuando eres
mandado por alguien o tratado como un inferior? La Biblia dice: “Si alguien
toma ventajas injustas sobre ti, usa la ocasión para practicar la vida de
siervo”.
Los siervos piensan como mayordomos, no como dueños.
Recuerdan que todo le pertenece a Dios. En la Biblia, un mayordomo era un
siervo al que se le confiaba una propiedad. José fue este tipo de siervo, como
prisionero, en Egipto. Potifar confió en él entregándole su casa. Después el
carcelero confió en él dándole autoridad en la cárcel. Al fin de la historia,
Faraón confió en él y le dio la nación entera. El servicio y la mayordomía van
juntas, puesto que Dios espera de nosotros que seamos dignos de confianza en
ambos aspectos. La Biblia dice: “La única cosa que se requiere para ser tales
siervos es que sean fieles a su señor”. ¿Cómo estás manejando los recursos que
Dios te confió?
Para comenzar a ser un verdadero siervo tienes que tomar en
cuenta el tema del dinero en tu vida. Jesús dijo: “Ningún sirviente puede
servir a dos patrones... no puedes servir a la vez a Dios y a las riquezas”. No
dijo: “No debes”, sino No puedes”. Eso es imposible. Vivir para el ministerio y
para el dinero son metas mutuamente excluyentes. ¿Cuál escogerías? Si eres un
siervo de Dios no puedes trabajar para ti mismo. Todo tu tiempo le pertenece a
Dios. Él insiste en una lealtad exclusiva, no fidelidad a medias.
El dinero es el potencial mayor para reemplazar a Dios en tu
vida. Más personas se alejan del servicio debido al materialismo que a cualquier
otra cosa. Dicen: “Después de que cumplas mis metas financieras, voy a servir a
Dios”. Esa es una decisión necia que lamentarán por la eternidad. Cuando Jesús
es tu Señor el dinero te sirve, pero si el dinero es tu señor te conviertes en
esclavo de él. Ciertamente la riqueza no es un pecado siempre y cuando la
usemos para la gloria de Dios. Los siervos del Señor siempre están más
conscientes del ministerio que del dinero.
La Biblia es muy clara: Dios usa el dinero para probar tu
fidelidad como siervo. Esta es la razón por la que Jesús habló más acerca de él
que del cielo o el infierno. Él dijo: “Si ustedes no han sido honrados en el
uso de las riquezas mundanas ¿quién les confiará las verdaderas?”. La manera en
que usas tu dinero incide en cómo Dios puede bendecir tu vida.
En el capítulo 31 mencioné dos tipos de personas: los
edificadores del reino y los edificadores de riquezas. Ambos recibieron dones
para hacer que el negocio crezca, haciendo tratos o ventas y obteniendo
ganancias. Los edificadores de riquezas continúan acumulando más tesoros para
sí mismos sin importar cuánto hacen, pero los edificadores del reino cambian
las reglas del juego. Persisten en hacer dinero, pero lo hacen para regalarlo.
Usan las riquezas para financiar a la iglesia y la misión de Dios en el mundo.
En la Iglesia Saddleback, tenemos un grupo de ejecutivos y
dueños de negocios que tratan de hacer lo máximo para dar a la congregación y
para expandir el reino de Dios. Así que te exhorto a que hables con tu pastor y
comiences un grupo de edificadores del reino en tu iglesia.
Los siervos piensan en su trabajo, no en lo que otros hacen.
No comparan, critican, ni compiten con otros siervos o ministerios. Están muy
ocupados haciendo el trabajo que Dios les asignó.
La competencia entre los siervos de Dios es ilógica por
muchas razones: todos estamos en el mismo equipo; nuestra meta es complacer a
Dios, no a nosotros mismos; tenemos diferentes tareas y todos fuimos formados
con cierta singularidad. Pablo dijo: “No se comparen unos con otros, como si
uno de ustedes fuera mejor o peor que el otro. Tenemos mejores cosas que hacer
en nuestras vidas. Cada uno de ustedes es un original”.
No hay lugar para celos mezquinos entre los siervos.
Cuando estás ocupado en servir no tienes tiempo para criticar;
el tiempo que gastas en criticar a otros deberías usarlo para ministrar. Cuando
Marta se quejó con Jesús de que María no la estaba ayudando con su trabajo,
perdió su corazón de sierva. Los siervos verdaderos no se quejan de las
injusticias, no viven lamentándose ni se resienten con quienes no están
sirviendo. Sólo confían en Dios y se mantienen sirviendo.
No es nuestro trabajo evaluar a otros siervos del Señor. La
Biblia dice: “¿Quién eres tú para criticar al siervo de otro? El Señor decidirá
si su siervo ha hecho lo correcto”. Tampoco es nuestro trabajo defendernos de
la crítica, deja que tu Señor lidie con eso. Sigue el ejemplo de Moisés, que
mostró una verdadera humildad ante sus opositores; como Nehemías, cuya
respuesta a las críticas fue simple: “Estoy ocupado... Si bajara yo a reunirme
con ustedes la obra se vería interrumpida”.
Si sirves como Jesús, puedes esperar ser criticado. El mundo,
aun las iglesias, no entienden lo que Dios valora en el servicio. Uno de los
actos más hermosos de amor mostrado por Jesús fue criticado por sus discípulos.
María tomó lo más valioso que tenía, un perfume costoso, y lo vertió sobre
Jesús. A tan espléndido servicio los discípulos lo llamaron “derroche”, sin
embargo, Jesús lo llamó “una obra hermosa” y eso es lo que importa. Tu servicio
por Cristo nunca es considerado como pérdida aunque otros lo digan.
Los siervos basan su identidad en Cristo. Dado que ellos
recuerdan que fueron amados y aceptados por gracia, los siervos no tienen que
probar su mérito. Voluntariamente aceptan tareas que otras personas, inseguras,
consideran “inferiores”. Uno de los ejemplos más conmovedores de servicio es la
imagen misma que Jesús muestra cuando les lava los pies a sus discípulos. Esto
era equivalente a lo que hoy es un lustrador de calzado, un trabajo sin
prestigio. Sin embargo, Jesús sabía quién era él, de manera que la tarea no
amenazaba su propia imagen. La Biblia dice: “Jesús sabía que el Padre había
puesto todas las cosas bajo su dominio, y que había salido de Dios y a él volvía;
así que se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la
cintura”.
Si piensas ser un siervo debes tener muy definida tu
identidad en Cristo. Sólo las personas seguras pueden servir; las inseguras
siempre se preocupan de cómo pueden ser vistos por los demás. Temen manifestar
sus debilidades y ocultan, bajo mantos protectores, su orgullo y pretensión.
Mientras más inseguro seas, más quieres que te sirvan y más necesitarás
aprobación.
Henri Nouwen dijo: “Para que seamos un servicio a otros,
debemos morir por ellos; eso significa que tenemos que dejar de medir nuestros
significados y valores con la vara de medir de otros... entonces comenzaremos a
ser libres para ser misericordiosos”. Cuando basas tu valor y tu identidad en
tu relación con Cristo, te liberas de las expectativas de otros, y eso permite
servir con lo mejor de ti.
Los siervos no necesitan cubrir sus paredes con placas y
premios para avalar su trabajo. No les interesa que se dirijan a ellos con
títulos, ni les gusta cubrirse con ínfulas de superioridad. Los siervos hallan
que los símbolos de estatus son innecesarios y no miden su valor por sus
logros. Pablo dijo: “Porque no es aprobado el que se recomienda a sí mismo sino
aquel a quien recomienda el Señor”.
Si alguien tuvo oportunidad de ser ostentoso debido a sus
conexiones y “personajes relacionados”, fue Santiago, el medio hermano de
Jesús. Él tuvo las credenciales de crecer con Jesús como su hermano. Sin
embargo, en la introducción de su carta, simplemente se refiere a sí mismo como
“siervo de Dios y del Señor Jesucristo”. Mientras más te acerques a Jesús,
menos necesitarás promocionarte.
Los siervos piensan en el ministerio como una oportunidad, no
como obligación. Disfrutan ayudando a la gente, supliendo sus necesidades y
realizando su ministerio. “Sirven al Señor con regocijo”. ¿Por qué lo hacen con
regocijo? Porque aman al Señor y están agradecidos por su favor; saben que
servir es el mejor uso que pueden darle a su vida y que Dios ha prometido
recompensarlos. Jesús dijo: “A quien me sirva, mi Padre lo honrará”. Pablo, por
su parte, afirmó: “Porque Dios no es injusto como para olvidarse de las obras y
del amor que, para su gloria, ustedes han mostrado sirviendo a los santos, como
lo siguen haciendo”.
Imagínate qué pasaría si sólo el diez por ciento de los
cristianos en el mundo tomara en serio su rol como siervo. Imagínate todo lo
bueno que podría hacerse. ¿Estarías dispuesto a ser una de esas personas? No
importa la edad que tengas, Dios te usará si comienzas a actuar y pensar como
un siervo. Albert Schweitzer dijo: “Las únicas personas realmente felices son
aquellas que han aprendido a servir”.
DÍA TREINTA Y CUATRO
PENSANDO EN MI PROPÓSITO
Punto de reflexión: Para ser siervo debo pensar como siervo.
Versículo para recordar: “La actitud de ustedes debe ser como
la de Cristo Jesús”. Filipenses 2:5 (NVI).
Pregunta para considerar: ¿Me preocupo más por ser servido
que por servir a otros?
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