La resurrección final de todos los que están en sus tumbas
(Juan 5:28-29)
(1) El día de resurrección es el día de recompensa
Grandes y maravillosas como son estas verdades en su inspiración y consuelo, queda un sentido de que falta algo. ¿Cómo ha de afectar esta gran
verdad a nuestra vida desde su propio fundamento? En Lucas 14:12-14 Jesús animaba a la gente cuando hacían un banquete, de no solamente
invitar a los que devolverían la invitación, sino de invitar a los que no lo harían. Después hizo esta declaración: "te será recompensado en la resurrección
de los justos". (Lucas 14:14). Por tanto, el día de resurrección es el día de recompensa. Este es el contexto en el que el tribunal de Cristo debería ser enseñado
(Apocalipsis 11:18; 21:11-15).
(II) El tribunal de Cristo
Las razones para esta enseñanza son:
- Para trabajar, porque el Señor recompensa a todos según su conducta y como merecen sus hechos (Jeremías 32:19).
- Para trabajar en el poder del Espíritu (Juan 6:63). No deberíamos hacer ninguna obra muerta sino hacer todo con fe hacia Dios, energetizados por
el Espíritu Santo.
- Para parar de juzgar a los demás (Romanos 14:10-13).
- Para trabajar en el temor de Dios (2 Corintios 5:10).
- Para que nuestro servicio sea hecho sinceramente y con motivo correcto (Colosenses 3:23).
(III) Esta doctrina corrige algunas doctrinas "cristianas" erróneas
Por ejemplo:
- "Todo lo que importa es que seamos salvos y que vayamos al cielo". (No somos salvos por obras, pero cuando somos salvos ¡las obras cuentan!)
- "Todos seremos iguales en el cielo". (En un sentido lo seremos, pero no sólo habrá recompensas sino también pérdida de recompensas.)
- "Puedes vivir como quieras y quedar sin castigo". (¡La gracia es gratis pero no es barata!)
(IV) Debemos rendir cuentas por las cosas hechas al cuerpo
1. Es individual. Esto significa que no existe el señalar con el dedo. La responsabilidad está en nuestras manos y no podemos culpar a los demás,
ni siquiera a las circunstancias.
2. Ante Cristo el Juez. Juzgará sólo en amor y sin parcialidad. Su memoria es perfecta, por tanto, más vale que renunciemos a toda hipocresía
ahora y no hagamos ostentación, porque entonces sólo habrá honestidad. Más vale que empecemos ahora. Recuerda, cuando somos honestos ante
Dios y confesamos nuestros pecados El nos perdona.
3. De lo que hayamos hecho al cuerpo. Lo que hayamos permitido a nuestros ojos mirar; nuestro oído escuchar; nuestro corazón amar; nuestra
mente creer; nuestros labios decir; nuestras manos tocar, nuestros pies llevar a; y nuestro cuerpo ser entregado a. De lo contrario de esto: las
cosas buenas que hayamos hecho con el tiempo, el dinero, los talentos, etc.
4. Secretos expuestos. (Romanos 2:16) No sólo lo que hayamos hecho será expuesto, sino el porqué, es decir, nuestros motivos serán revelados (1
Corintios 4:5). Necesitamos hacer lo que es bueno y correcto a los ojos de Dios (Mateo 6:1).
(V) El tribunal de Cristo
Cuando esté ante el tribunal de Cristo,
y me muestre su plan para mí,
el plan de mi vida como hubiera podido ser,
si hubiera tenido su voluntad, y vea
cómo le impedí aquí y le bloqueé allá
y no entregaba mi voluntad,
¿habrá pena en los ojos de mi Salvador,
pena, aunque todavía me ame?
El me tendría rico, pero estoy allí pobre,
desnudo de todo menos de su gracia,
mientras la memoria corre como algo perseguido,
por los años que no puedo volver a trazar.
Entonces mi corazón desolado casi se romperá
con las lágrimas que no puedo derramar.
Me cubriré la cara con las manos vacías,
y agacharé la cabeza sin corona.
Señor de los años que me quedan,
los entrego en tu mano;
tómame, fúndeme, moldéame
al diseño que tú has planeado.
(VI) Las recompensas (1 Corintios 3:10-15)
Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. (1 Corintios 3:14)
- Coronas por llevar a muchos a la justicia (Daniel 12:3).
- Coronas que durarán para siempre (1 Corintios 9:24-25).
- Coronas de justicia (2 Timoteo 4:7-8).
- Coronas de vida (Santiago 1:12).
- Coronas de gloria (1 Pedro 5:1-4).
Las recompensas son dadas al final, por tanto retén lo que tienes para que nadie te quite tu corona (Apocalipsis 3:11). Necesitamos estar en buena
relación con Dios, con nuestro cuerpo, alma y espíritu bajo su control.
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