domingo, 19 de febrero de 2012

Comprender la cruz: (Primera Parte)


Comprender la cruz: (Primera Parte)
El poder de la cruz
a) Escrituras clave
1 Corintios 1:17-18 Filipenses 2:5-11
Gálatas 6:14 Filipenses 3:20-21
Isaías 52:13-53:12
b) Introducción
La cruz de Cristo está en el corazón de nuestra fe cristiana. Sin ella no tenemos fe, y fuera de su verdad el cristianismo pasa a ser sólo otra filosofía
de la vida, un asunto de palabras e ideas. Jesús no vino para darnos otra clase de ideas acerca de Dios, sino al contrario, vino para morir por nosotros.
(Marcos 8:31). El concepto de la cruz era una parte esencial, en lo que a Jesús se refiere, del entrenamiento de sus discípulos. El usó la realidad
de la cruz para recalcar la necesidad de sometimiento absoluto a la vida del Reino. Ya sabía dentro de sí mismo lo que significaba "tomar la cruz", y
quería que los discípulos tomasen su propia cruz y que le siguiesen (Lucas 9:23).
No hay ninguna virtud en destacar el dolor y horror de la cruz porque sí, pero sí necesitamos entrar, hasta cierto punto, en la realidad del padecimiento
de Cristo si alguna vez vamos a apreciar: primero, lo que significó para Dios el salvarnos por medio de la cruz; y segundo, lo que Dios ha
logrado para cada uno de nosotros en la muerte de Jesús. Llevamos viviendo mucho tiempo con un concepto doméstico de la cruz. La hemos refinado
de su horror, y al hacer eso le hemos robado su poder. El Espíritu Santo quiere que conozcamos la importancia del sacrificio de Cristo, porque
esta obra de la cruz debiera ser central en nuestra vida y ministerio. Las Escrituras no esconden nada de la vergüenza y agonía que llevaba envuelta
para el amado Hijo de Dios. No es sencillamente el hecho de que muriese lo importante; la manera en que murió tiene la mayor significación para
cada uno de nosotros. Las profecías del Antiguo Testamento concernientes a la muerte de Cristo pusieron el mismo énfasis en los detalles de sus
padecimientos (Isaías 50:6; Salmo 22:12-18). En la iglesia, en general, hemos reducido a Cristo a nuestra medida y hemos reducido su muerte a
dimensiones que podemos manejar espiritual, emocional y teológicamente. Si sintiéramos el profundo horror de la cruz, conoceríamos toda la extensión
de nuestro pecado y esto es de lo que huimos dentro de lo más profundo de nuestro corazón y mente. Lo que sucedió aquel día en el Calvario
no fue bonito. No había sentimiento en los azotes romanos, y la crucifixión romana ha sido reconocida universalmente como la forma más cruel
de ejecución pública jamás inventada. Era una muerte horrorosa, lenta, dolorosa y humillante. Necesitamos ver la profundidad del Calvario. Necesitamos
ver que todo lo que podemos tener o ser fluye de este acto de amor. Más que eso, necesitamos reconocer que si hemos de vivir para Dios,
entonces necesitamos caminar de la misma manera nosotros mismos.

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