En resumen
Estamos ahora en la familia de Dios por fe. Compartimos en la vida de Cristo y en la herencia de los Santos. Nos ha sido dada una gran
motivación para vivir en santidad y experimentamos el poder transformador del Espíritu Santo en nuestra vida. Porque conocemos a quién
pertenecemos podemos comprender la disciplina de nuestro Padre en nuestra vida, y sobre todo, vivimos con una experiencia profunda y
afectuosa del amor del Padre en nuestro corazón (Efesios 1:3).
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