Contemplando la hermosura de Jehová.
“desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no
adulterada, para que por ella crezcáis para salvación,” 1 Pedro 2:2
en 1 Pedro 2:2 el Señor nos revela que para poder contemplar
la hermosura de Jehová, primero, debe haber un deseo, David expresando en el
Salmo 27:4 «Una cosa he demandado a Jehová», y es que la palabra “demandado” se
refiere a que David le ha pedido a Dios que se haga realidad en su vida un
deseo/ anhelo que tiene: contemplar la hermosura de Jehová. La pregunta es: Y
¿Cómo debe ser ese deseo? ese deseo debe ser profundo, no superficial, y la
palabra lo compara al deseo que tiene un recién nacido por la leche de su
madre. Si vemos a un bebé nos daremos cuenta que cuando tiene hambre no para de
llorar hasta que su mamá le de leche, tú lo puedes tratar de distraer, jugarle,
hacerlo reír, etc. pero al niño no se le va a olvidar que quiere su leche ¿por
qué? Porque es una necesidad que le exige su carne, pues desea con ansias
alimentarse del seno de su madre. Pero, ¿será que el deseo de contemplar la
hermosura de Jehová también proviene de nuestra carne? Quizás responderemos que
sí al recordar el Salmo 63:1, pero la realidad es que ese deseo de contemplar
la hermosura de Jehová no proviene, ni nace de nuestra carne, pues la Palabra
de Dios nos dice que lo que nuestra carne desea es contrario a lo que desea
Dios (Gálatas 5:16-17). Entonces ¿de quién es ese deseo? ese deseo es del Espíritu
Santo de Dios, es un deseo profundo y que permanece para siempre. Ahora lo que
debe suceder es que ese deseo del Espíritu Santo se convierta también en mí
deseo, Oración.
«Padre, que tu deseo sea mi deseo, y tu sentir sea mi sentir.
Te pido que abras mis ojos para poder verte y así poder contemplar la hermosura
de tu santidad. Amén.
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