La llenura del Espíritu Santo
Comenzando, siguiendo y terminando por el Espíritu.
(Gálatas 3:1-3; 2 Corintios 13:14).
La vida entera del cristiano está ligada al Espíritu Santo,
desde su inicio y hasta el final. Antes de hacerse cristiano el Espíritu Santo
prepara su corazón para sensibilizarlo al llamado de Dios. Cuando escucha el
mensaje de salvación lo convence de pecado, justicia y juicio. Cuando recibe a
Cristo como Señor y Salvador le da el nuevo nacimiento espiritual. Cuando
inicia su caminar cristiano lo bautiza. Cuando lo une a la iglesia le da los
dones, que junto a los talentos los usa para servir dentro del cuerpo de
Cristo. Y cuando comienza a madurar espiritualmente lo lleva de un nivel a otro
mejor de perfeccionamiento.
En la vida de Jesucristo pasó algo similar, el Espíritu
Santo: lo engendró, lo preparó para el ministerio, lo llevó al desierto para
los 40 días de ayuno y la tentación del diablo, lo dirigió durante los tres
años de ministerio, lo respaldó en todos los milagros y hechos portentosos, lo
llenó siempre con su presencia para que jamás se desviara de la voluntad del
Padre, lo acompañó hasta la cruz, donde le dejó por un momento para que Él solo
llevara los pecados de la humanidad, después lo resucitó, lo condujo a la
diestra del Padre y ahora está cuidando de la iglesia en tanto que Cristo
regresa a la tierra por ella.
La presencia del Espíritu Santo fue fundamental en la vida de
los primeros cristianos tal y como menciona el libro de “Hechos. ¿Y
los hechos de quién? Del Espíritu Santo, a través de los apóstoles.
Si el Espíritu Santo no hubiese estado en la iglesia
primitiva nada milagroso hubiese pasado ni se hubiera escrito el Nuevo
Testamento. Ahora es entendible el por qué Pablo les dice a los gálatas que son
unos torpes si creen que van a perfeccionarse con esfuerzos humanos y sin contar
con el Espíritu Santo en sus vidas. En pocas palabras: Si un cristiano no vive
dependiendo del Espíritu Santo las 24 horas del día, vivirá en derrota. Dios no
nos invita a vivir experiencias extáticas (de éxtasis, de emociones), ni
estáticas (de inactividad) con el Espíritu Santo, sino a vivir llenos de Él, a
caminar con Él, a obrar en Él y a madurar con Él.
¿Y el Espíritu Santo es Dios? Sí, lo es, pero cumple un
ministerio diferente al del Padre y al del Hijo. Así como no fue el Padre el
que se crucificó, ni el Espíritu Santo, sino el Hijo, así la obra de guía en la
oración, en la adoración y en la vivencia cristiana, no la están haciendo ni el
Padre, ni el Hijo, sino el Espíritu Santo. Dios es uno, pero un uno que es
trino, palabra que es una pluralidad en una singularidad, tres que son uno
solo. No un Dios de tres cabezas, sino uno. Y cuando en hebreo se habla de UNO “uno
compuesto de varios. Por tal razón en Génesis 1:26 donde está escrito:
“Entonces dijo Dios, hagamos al hombre…” En resumen, entendiendo todo lo
anterior del Dios trino, vivamos como dice el apóstol Pablo: “Que la gracia del
Señor Jesucristo (HIJO), el amor de Dios (PADRE) y la comunión del Espíritu
Santo, sean con todos ustedes. Difundiendo
el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para
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