Romanos.8.v19-24 El pecado causó la caída de la creación del estado perfecto en que Dios lo creó todo. El mundo está sujeto a frustración y deterioro a fin de que no cumpla con su propósito original. Un día la creación será liberada y transformada. Mientras llega ese día, espera con impaciente expectativa la resurrección de los hijos de Dios.
8.19-22 Los cristianos ven al mundo tal como es: decadente en lo físico e infectado por el pecado en lo espiritual. Sin embargo, los cristianos no debemos ser pesimistas, porque tenemos la esperanza de un futuro glorioso. Miramos hacia los nuevos cielos y tierra que Dios prometió y esperamos el nuevo orden que librará al mundo de pecado, enfermedades y maldad. Mientras tanto, salimos con Cristo al mundo a sanar cuerpos y almas enfermas y luchar contra los efectos malignos del pecado.
8.23 Resucitaremos con cuerpos glorificados semejante al que Cristo posee ahora en el cielo (véase 1Co_15:25-58). Tenemos las "primicias", el adelanto del Espíritu Santo como garantía de nuestra vida resucitada (véanse 2Co_1:22; 2Co_5:5; Eph_1:4).
8.24, 25 Es natural que los hijos confíen en sus padres a pesar de que estos algunas veces fallan al cumplir con sus promesas. Nuestro Padre celestial, sin embargo, nunca promete algo que después no cumpla. No obstante, su plan puede demorar más de lo que esperábamos. En lugar de actuar como niños impacientes mientras esperamos que se revele la voluntad de Dios, debiéramos confiar en la bondad y sabiduría del Señor.
8.19-22 Los cristianos ven al mundo tal como es: decadente en lo físico e infectado por el pecado en lo espiritual. Sin embargo, los cristianos no debemos ser pesimistas, porque tenemos la esperanza de un futuro glorioso. Miramos hacia los nuevos cielos y tierra que Dios prometió y esperamos el nuevo orden que librará al mundo de pecado, enfermedades y maldad. Mientras tanto, salimos con Cristo al mundo a sanar cuerpos y almas enfermas y luchar contra los efectos malignos del pecado.
8.23 Resucitaremos con cuerpos glorificados semejante al que Cristo posee ahora en el cielo (véase 1Co_15:25-58). Tenemos las "primicias", el adelanto del Espíritu Santo como garantía de nuestra vida resucitada (véanse 2Co_1:22; 2Co_5:5; Eph_1:4).
8.24, 25 Es natural que los hijos confíen en sus padres a pesar de que estos algunas veces fallan al cumplir con sus promesas. Nuestro Padre celestial, sin embargo, nunca promete algo que después no cumpla. No obstante, su plan puede demorar más de lo que esperábamos. En lugar de actuar como niños impacientes mientras esperamos que se revele la voluntad de Dios, debiéramos confiar en la bondad y sabiduría del Señor.
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