El previo requisito del éxito
Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Lucas 19:10
S. D. Gordon escribió un libro intitulado Quiet Talks with World Winners (Conversaciones silenciosas con los ganadores del mundo). En ese libro cuenta la historia de un grupo de personas que se preparaban para escalar el Monte Blanco en los Alpes Suizos. Los guías explicaron que, debido a lo difícil del ascenso, cada persona debía llevar consigo únicamente el equipo necesario para escalar, dejando atrás todas las pertenencias personales.
Un joven inglés no hizo caso al consejo y llevó consigo varias cosas, pero en el camino hacia la cumbre, las fue dejando atrás, una a una. Por último, cuando alcanzó la cumbre, lo había tirado todo menos el equipo esencial.
S. D. Gordon aplicó eso a la vida cristiana: "Muchos de nosotros, cuando nos damos cuenta de que no podemos alcanzar la cumbre con nuestras cargas, dejamos de subir, y levantamos en la llanura nuestras tiendas, y nos quedamos con nuestros planes y nuestras pertenencias insignificantes. La llanura parece estar llena de muchas tiendas" (55). Lo que todos debemos preguntarnos es: ¿Están mis pertenencias personales impidiéndome cumplir la misión que Dios me ha dado? Toda autoridad
Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
Mateo 28:18
Antes de que Cristo presentara la Gran Comisión, de hacer "discípulos a todas las naciones", había establecido su autoridad divina para darla. De otro modo, habría parecido imposible de cumplir la orden.
Mientras los discípulos siguieron a Jesús durante tres años y medio, aprendieron mucho de su autoridad. Les mostró que tenía autoridad sobre la enfermedad (Mt. 4:23) y la muerte (Jn. 11:43-44). Él les dio a sus discípulos el mismo poder que Él tenía para vencer a la enfermedad y a los demonios (Mt. 10:1). Estableció que tenía la autoridad de perdonar pecados (Mt. 9:6) y de juzgar a todos los hombres (Jn. 5:25-29). Y probó que tenía la autoridad de dar su vida y volver a tomarla (Jn. 10:18).
La sumisión a esa absoluta autoridad de Cristo no es una opción; es su obligación suprema. Una alternativa
No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente.
Romanos 1:16
Antes de que Dios enviara a su Hijo a la tierra, el plan de Dios era salvar al mundo por medio de Israel; pero Israel fue incrédulo. Se describe su incredulidad en una parábola acerca de un rey que preparó una fiesta de bodas para su hijo y llamó a los convidados (Israel). Cuando los invitados no quisieron ir, algunos por indiferencia y otros por enemistad, el rey dijo a sus siervos: "Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis" (Mt. 22:9). Jesús empleó esa parábola para describir a los israelitas apóstatas, que rechazaron a su Mesías y se perdieron la fiesta planificada para ellos.
Entonces Dios hizo la invitación a otro grupo los gentiles. Dios escogió a un pequeño grupo de personas reunidas en un monte de Galilea y a otro grupo de discípulos en Jerusalén para evangelizar al mundo perdido. Por medio de ellos haría la obra que la nación de Israel se había negado a hacer, y a nosotros se nos llama a continuar esa obra.
Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Lucas 19:10
S. D. Gordon escribió un libro intitulado Quiet Talks with World Winners (Conversaciones silenciosas con los ganadores del mundo). En ese libro cuenta la historia de un grupo de personas que se preparaban para escalar el Monte Blanco en los Alpes Suizos. Los guías explicaron que, debido a lo difícil del ascenso, cada persona debía llevar consigo únicamente el equipo necesario para escalar, dejando atrás todas las pertenencias personales.
Un joven inglés no hizo caso al consejo y llevó consigo varias cosas, pero en el camino hacia la cumbre, las fue dejando atrás, una a una. Por último, cuando alcanzó la cumbre, lo había tirado todo menos el equipo esencial.
S. D. Gordon aplicó eso a la vida cristiana: "Muchos de nosotros, cuando nos damos cuenta de que no podemos alcanzar la cumbre con nuestras cargas, dejamos de subir, y levantamos en la llanura nuestras tiendas, y nos quedamos con nuestros planes y nuestras pertenencias insignificantes. La llanura parece estar llena de muchas tiendas" (55). Lo que todos debemos preguntarnos es: ¿Están mis pertenencias personales impidiéndome cumplir la misión que Dios me ha dado? Toda autoridad
Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
Mateo 28:18
Antes de que Cristo presentara la Gran Comisión, de hacer "discípulos a todas las naciones", había establecido su autoridad divina para darla. De otro modo, habría parecido imposible de cumplir la orden.
Mientras los discípulos siguieron a Jesús durante tres años y medio, aprendieron mucho de su autoridad. Les mostró que tenía autoridad sobre la enfermedad (Mt. 4:23) y la muerte (Jn. 11:43-44). Él les dio a sus discípulos el mismo poder que Él tenía para vencer a la enfermedad y a los demonios (Mt. 10:1). Estableció que tenía la autoridad de perdonar pecados (Mt. 9:6) y de juzgar a todos los hombres (Jn. 5:25-29). Y probó que tenía la autoridad de dar su vida y volver a tomarla (Jn. 10:18).
La sumisión a esa absoluta autoridad de Cristo no es una opción; es su obligación suprema. Una alternativa
No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente.
Romanos 1:16
Antes de que Dios enviara a su Hijo a la tierra, el plan de Dios era salvar al mundo por medio de Israel; pero Israel fue incrédulo. Se describe su incredulidad en una parábola acerca de un rey que preparó una fiesta de bodas para su hijo y llamó a los convidados (Israel). Cuando los invitados no quisieron ir, algunos por indiferencia y otros por enemistad, el rey dijo a sus siervos: "Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis" (Mt. 22:9). Jesús empleó esa parábola para describir a los israelitas apóstatas, que rechazaron a su Mesías y se perdieron la fiesta planificada para ellos.
Entonces Dios hizo la invitación a otro grupo los gentiles. Dios escogió a un pequeño grupo de personas reunidas en un monte de Galilea y a otro grupo de discípulos en Jerusalén para evangelizar al mundo perdido. Por medio de ellos haría la obra que la nación de Israel se había negado a hacer, y a nosotros se nos llama a continuar esa obra.
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