Efesios. 3.Vv. 13-19.El apóstol parece estar más ansioso por los creyentes, no sea que se desanimen y desfallezcan por sus tribulaciones, que por lo que él mismo tenía que soportar. Pide bendiciones espirituales que son las mejores bendiciones. La fuerza del Espíritu de Dios en el hombre interior; fuerza en el alma; el poder de la fe para servir a Dios y cumplir nuestro deber. Si la ley de Cristo está escrita en nuestros corazones, y el amor de Cristo es derramado por todas partes, entonces Cristo habita en él. Donde habita su Espíritu, ahí habita Él. Desearíamos que los buenos afectos fueran fijados a nosotros. ¡Cuán deseable es tener la sensación firme del amor de Dios en Cristo en nuestras almas! -¡Con cuánta fuerza habla el apóstol del amor de Cristo! La anchura muestra su magnitud a todas las naciones y rangos; la longitud, que va de eternidad a eternidad; la profundidad, la salvación de los sumidos en las profundidades del pecado y la miseria; la altura, su elevación a la dicha y gloria celestiales. Puede decirse que están llenos con la plenitud de Dios los que reciben gracia por gracia de la plenitud de Cristo. ¿No debiera esto satisfacer al hombre? ¿Debe llenarse con mil engaños, jactándose que con esas completa su dicha?
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