Débora y el respeto
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En esa época una profetisa llamada Débora era jefe de los israelitas. Débora era esposa de Lapidot y acostumbraba sentarse bajo una palmera, conocida como la Palmera de Débora, que estaba en las montañas de las tribus de Efraín, entre Ramá y Betel. Los israelitas iban a verla para que les solucionaran sus problemas. Jueces 4:4
Esta historia nos muestra muchas cosas muy interesantes, como sabemos en aquellos tiempo no se permitía gobernar fácilmente a una mujer o que ocupe un lugar de autoridad espiritual, pero era época de decaimiento y vemos que hay una excepción y no la regla al utilizar Dios a Débora a gobernar al pueblo de Israel, cuando habían vuelto a pecar contra Dios.
Al leer todo el capítulo de esa grandiosa historia, vemos a una gran mujer y valiente. Ella nos muestra que pudo ganarse el respeto a si mismo y a los demás. Pocas personas hubieran pensado que Débora podría cambiar la forma en que los israelitas vivían, pero por la voluntad de Dios esto fue lo que ella hizo y el obedecer a Dios hizo que este pueblo volviera a tener paz. Ella tenía una gran seguridad de hablar y actuar, tanto así que muchas personas la iban a buscar donde ella siempre solía estar sentada bajo una palmera, para que les ayudara a solucionar sus problemas. También vemos su seguridad y convicción a llamar a Barác y ordenarle que fuera a la batalla, aún cuando él tenía dudas sobre esa batalla, ella no dudo y demostró su convicción al acceder acompañarlo a Barác en la batalla.
Barác le respondió:
- Iré solamente si tú me acompañas. De otra manera no iré.
Entonces Débora dijo:
- Está bien, te acompañaré. Pero quiero que sepas que no serás tú quien mate a Sísara (Jefe del ejército de Jabín que ya había vencido antes al pueblo de Israel). Dios le dará ese honor a una mujer. Jueces 4: 8-9
Ella poseía una madurez poco común de aquella época, jamás trato de llevarse el crédito por la victoria que tuvieron al final en la que Dios había permitido que sea así, sino más bien reconoció a todos aquellos que ayudaron.
¿Cuántas veces hemos agradecido por la ayuda de los demás, por muy pequeña que esta sea? ¿Te has ganado el respeto de ti mismo y de los demás?
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En esa época una profetisa llamada Débora era jefe de los israelitas. Débora era esposa de Lapidot y acostumbraba sentarse bajo una palmera, conocida como la Palmera de Débora, que estaba en las montañas de las tribus de Efraín, entre Ramá y Betel. Los israelitas iban a verla para que les solucionaran sus problemas. Jueces 4:4
Esta historia nos muestra muchas cosas muy interesantes, como sabemos en aquellos tiempo no se permitía gobernar fácilmente a una mujer o que ocupe un lugar de autoridad espiritual, pero era época de decaimiento y vemos que hay una excepción y no la regla al utilizar Dios a Débora a gobernar al pueblo de Israel, cuando habían vuelto a pecar contra Dios.
Al leer todo el capítulo de esa grandiosa historia, vemos a una gran mujer y valiente. Ella nos muestra que pudo ganarse el respeto a si mismo y a los demás. Pocas personas hubieran pensado que Débora podría cambiar la forma en que los israelitas vivían, pero por la voluntad de Dios esto fue lo que ella hizo y el obedecer a Dios hizo que este pueblo volviera a tener paz. Ella tenía una gran seguridad de hablar y actuar, tanto así que muchas personas la iban a buscar donde ella siempre solía estar sentada bajo una palmera, para que les ayudara a solucionar sus problemas. También vemos su seguridad y convicción a llamar a Barác y ordenarle que fuera a la batalla, aún cuando él tenía dudas sobre esa batalla, ella no dudo y demostró su convicción al acceder acompañarlo a Barác en la batalla.
Barác le respondió:
- Iré solamente si tú me acompañas. De otra manera no iré.
Entonces Débora dijo:
- Está bien, te acompañaré. Pero quiero que sepas que no serás tú quien mate a Sísara (Jefe del ejército de Jabín que ya había vencido antes al pueblo de Israel). Dios le dará ese honor a una mujer. Jueces 4: 8-9
Ella poseía una madurez poco común de aquella época, jamás trato de llevarse el crédito por la victoria que tuvieron al final en la que Dios había permitido que sea así, sino más bien reconoció a todos aquellos que ayudaron.
¿Cuántas veces hemos agradecido por la ayuda de los demás, por muy pequeña que esta sea? ¿Te has ganado el respeto de ti mismo y de los demás?
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