1 Tesalonisenses.2.v2-5 Los tesalonicenses sabían que Pablo había estado preso en Filipos justo antes de su venida a Tesalónica (véase Hechos 16.11-17.1). El temor a perder la libertad no fue obstáculo para que Pablo siguiera predicando el evangelio. Si Dios quiere que hagamos algo, El nos dará la fuerza y el valor para hacerlo a pesar de los obstáculos que pudieran existir en el camino.
2.3 Esta declaración pudo haber sido la respuesta a acusaciones de los líderes judíos que habían agitado a las masas (Act_17:5). Al predicar el evangelio, Pablo no buscaba dinero, fama o popularidad. El demostró la sinceridad de sus motivos cuando junto con Silas sufrió por difundir el evangelio en Filipos. La gente se involucra en el ministerio por una variedad de razones, no todas buenas o puras. Cuando quedan al descubierto sus motivos erróneos, toda la obra de Cristo sufre. Cuando usted se involucre en el ministerio, hágalo sólo por amor a Cristo y a los demás.
2.4-8 Al tratar de persuadir a la gente, podemos ser tentados a alterar nuestra posición, apenas lo suficiente como para que nuestro mensaje sea un poco más aceptable o usar la adulación o la lisonja. Pablo nunca cambió su mensaje para hacerlo más aceptable, aunque trató que sus métodos estuvieran acorde con cada audiencia. Aunque nuestra presentación deba ser alterada para hacerla apropiada a cada situación, nunca debe comprometerse la verdad del evangelio.
2.5 Con frecuencia nos disgustamos cuando oímos que alguien adula a otra persona. La adulación es falsa, y es una máscara para cubrir las intenciones reales de una persona. Los cristianos nunca deberían practicarla. Los que proclaman la verdad de Dios tienen una responsabilidad especial de ser honestos. ¿Es usted honesto y sincero en sus palabras y acciones? ¿O le dice a la gente lo que ellos quieren oír a fin de conseguir lo que luego quiere de ellos?
2.6-8 Cuando Pablo estuvo con los tesalonicenses, no los aduló, no buscó su alabanza y no fue una carga para ellos. El y Silas concentraron sus esfuerzos en la presentación del mensaje de Dios para la salvación de los tesalonicenses. ¡Esto era lo importante! Los creyentes de aquel lugar habían sido cambiados por Dios, no por Pablo; fue el mensaje de Cristo el que creyeron, no el de Pablo. Cuando testificamos para Cristo, nuestra preocupación no debe estar en la impresión que causamos. Como verdaderos ministros de Cristo, debemos señalarlo a El y no a nosotros.
2.3 Esta declaración pudo haber sido la respuesta a acusaciones de los líderes judíos que habían agitado a las masas (Act_17:5). Al predicar el evangelio, Pablo no buscaba dinero, fama o popularidad. El demostró la sinceridad de sus motivos cuando junto con Silas sufrió por difundir el evangelio en Filipos. La gente se involucra en el ministerio por una variedad de razones, no todas buenas o puras. Cuando quedan al descubierto sus motivos erróneos, toda la obra de Cristo sufre. Cuando usted se involucre en el ministerio, hágalo sólo por amor a Cristo y a los demás.
2.4-8 Al tratar de persuadir a la gente, podemos ser tentados a alterar nuestra posición, apenas lo suficiente como para que nuestro mensaje sea un poco más aceptable o usar la adulación o la lisonja. Pablo nunca cambió su mensaje para hacerlo más aceptable, aunque trató que sus métodos estuvieran acorde con cada audiencia. Aunque nuestra presentación deba ser alterada para hacerla apropiada a cada situación, nunca debe comprometerse la verdad del evangelio.
2.5 Con frecuencia nos disgustamos cuando oímos que alguien adula a otra persona. La adulación es falsa, y es una máscara para cubrir las intenciones reales de una persona. Los cristianos nunca deberían practicarla. Los que proclaman la verdad de Dios tienen una responsabilidad especial de ser honestos. ¿Es usted honesto y sincero en sus palabras y acciones? ¿O le dice a la gente lo que ellos quieren oír a fin de conseguir lo que luego quiere de ellos?
2.6-8 Cuando Pablo estuvo con los tesalonicenses, no los aduló, no buscó su alabanza y no fue una carga para ellos. El y Silas concentraron sus esfuerzos en la presentación del mensaje de Dios para la salvación de los tesalonicenses. ¡Esto era lo importante! Los creyentes de aquel lugar habían sido cambiados por Dios, no por Pablo; fue el mensaje de Cristo el que creyeron, no el de Pablo. Cuando testificamos para Cristo, nuestra preocupación no debe estar en la impresión que causamos. Como verdaderos ministros de Cristo, debemos señalarlo a El y no a nosotros.
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