jueves, 16 de diciembre de 2010
LAS DOS NATURALEZAS DEL CREYENTE.9
El carpintero trae entonces una lona y la echa sobre el montón de madera. Naturalmente, no mejorará bajo lona, sino que me dice que considere simplemente que no está ahí. Esto es lo que es "consideraos muertos al pecado" (Romanos 6:11). Podemos decir que la vieja naturaleza—el "viejo hombre"— es "ya no... yo, sino el pecado que mora en mí". Nuestra posición está en Cristo delante de Dios.
¿Cómo podemos ser liberados de la actividad de aquella naturaleza caída en nosotros? Esto nos es explicado en cómanos 8:2: "La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte". Si sostengo un libro en la mano, y luego lo suelto, la ley de la gravedad lo hará caer. ¿Cómo puedo liberarlo de esta ley sin cambiar la ley ni el peso del libro? Si lo ato a un globo de helio, veríamos al libro levantándose. No he cambiado la ley de la gravedad ni el peso del libro, pero he introducido una nueva ley. El helio es más ligero que el aire. De esta manera el libro ha quedado libre de las ataduras de la ley de la gravitación. Apliquemos esto a nuestras propias vidas. Cuando algún mal pensamiento entra en tu mente, ¿cómo vas a liberarte? No puedes cambiar la naturaleza caída. Siempre obra de la misma manera. No hay en ella nada bueno. Pero si dejas que el Espíritu de Dios, por medio del nuevo hombre, te ocupe con Cristo, serás liberado. El Espíritu de Dios obrando sobre el nuevo hombre llenará tu corazón con Cristo. Te dará a ver lo que Cristo ha hecho por ti, lo que Él está haciendo ahora por ti como tu Gran Sumo Sacerdote y Abogado, y lo que Él va a hacer por ti cuando te haga eternamente dichoso en la casa del Padre. Así que cuando este mal pensamiento acuda a tu mente, recuerda que no puedes cambiar la naturaleza caída, pero que puedes dejar que el Espíritu de Dios obre sobre el nuevo hombre. Piensa en lo que tienes en Cristo. Regocíjate en el hecho de que Dios te ve en Cristo. Esta es la única manera de ser liberado de la actividad del viejo hombre interior. De nada sirve tratar de luchar contra aquellos malos pensamientos, porque volverán. Es como luchar contra un deshollinador. Apártate de ellos, dando gracias por el camino de liberación de Dios, y regocíjate en el Señor.
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