La victoria ya es nuestra
Mi corazón está dispuesto, Dios mío; quiero cantar salmos en tu honor. ¡Despierten, salterio y arpa, que voy a despertar al nuevo día! Yo, Señor, te alabaré entre los pueblos; te cantaré salmos entre las naciones, pues tu bondad es más grande que los cielos; ¡hasta las nubes llega tu verdad! Tú, mi Dios, estás por encima de los cielos; ¡tu gloria domina toda la tierra! ¡Sálvanos con tu diestra! ¡Respóndenos! ¡Así se salvará tu pueblo amado! - Salmo 108:1-6
Cuando se juega la Copa Mundial de fútbol, parece que de lo único que se habla es de fútbol. Las personas se dividen en dos grupos: por un lado están los que dudan, y por otro los que apoyan a la selección de su país. Pero todos quieren la misma cosa: ¡la victoria!
Los hijos de Dios saben que la victoria ya fue conquistada. ¿Cuál victoria? La victoria de Jesucristo sobre la muerte eterna. Jesús murió y resucitó para que nosotros podamos vivir con él en el cielo para siempre. Gracias a esa certeza, todos los que creemos en él podemos vivir con más alegría, con sentido, y con propósito. En un partido de fútbol sólo sabemos quién gana cuando termina el partido. Pero en nuestra vida ya sabemos ahora que, gracias a que Cristo venció, nosotros también vamos a vencer.
ORACIÓN: Señor Jesús, gracias por haber triunfado sobre la muerte en nuestro lugar, abriéndonos así las puertas de la eternidad. Amén.
Mi corazón está dispuesto, Dios mío; quiero cantar salmos en tu honor. ¡Despierten, salterio y arpa, que voy a despertar al nuevo día! Yo, Señor, te alabaré entre los pueblos; te cantaré salmos entre las naciones, pues tu bondad es más grande que los cielos; ¡hasta las nubes llega tu verdad! Tú, mi Dios, estás por encima de los cielos; ¡tu gloria domina toda la tierra! ¡Sálvanos con tu diestra! ¡Respóndenos! ¡Así se salvará tu pueblo amado! - Salmo 108:1-6
Cuando se juega la Copa Mundial de fútbol, parece que de lo único que se habla es de fútbol. Las personas se dividen en dos grupos: por un lado están los que dudan, y por otro los que apoyan a la selección de su país. Pero todos quieren la misma cosa: ¡la victoria!
Los hijos de Dios saben que la victoria ya fue conquistada. ¿Cuál victoria? La victoria de Jesucristo sobre la muerte eterna. Jesús murió y resucitó para que nosotros podamos vivir con él en el cielo para siempre. Gracias a esa certeza, todos los que creemos en él podemos vivir con más alegría, con sentido, y con propósito. En un partido de fútbol sólo sabemos quién gana cuando termina el partido. Pero en nuestra vida ya sabemos ahora que, gracias a que Cristo venció, nosotros también vamos a vencer.
ORACIÓN: Señor Jesús, gracias por haber triunfado sobre la muerte en nuestro lugar, abriéndonos así las puertas de la eternidad. Amén.
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