viernes, 30 de abril de 2010

Una verdadera muerte

Una verdadera muerte
Siendo a la verdad muerto en la carne.

1 Pedro 3:18

El versículo de hoy indica que terminó la vida física de Jesucristo. Algunos niegan la resurrección de Cristo de los muertos afirmando que nunca murió, sino que se desmayó. Presuntamente se reanimó con la frialdad del sepulcro, se levantó y salió caminando. Pero Pedro es clar "Jesús murió como la víctima de un asesinato jurídico".

Los romanos que ejecutaron a Cristo se cercioraron de que estaba muerto. Quebraron las piernas de los ladrones crucificados junto a Él a fin de apresurarles la muerte. (Un crucificado podía atrasar la muerte mientras pudiera levantarse sobre sus piernas.) Sin embargo, no se preocuparon por quebrar las piernas de Cristo porque pudieron ver que ya estaba muerto. Para comprobar su muerte, le abrieron el costado con una lanza, del que salió sangre y agua; solo sangre, no agua, habría salido si Jesús hubiera estado vivo (Jn. 19:31-37). Sin duda, Cristo estaba muerto. Y eso significa que su resurrección fue verdadera.
Sigue vivo
Pero vivificado en espíritu.

1 Pedro 3:18

El versículo de hoy hace una mención específica del espíritu de la vida de Jesucristo; no se refiere al Espíritu Santo. El apóstol Pedro está comparando lo que le ocurrió a la carne (o cuerpo) de Jesús con lo que le ocurrió a su espíritu. Su espíritu estaba vivo pero su carne estaba muerta.

Algunos piensan que "vivificado en espíritu" se refiere a la resurrección física de Cristo, pero eso necesitaría una declaración com "Siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en la carne". La resurrección fue un hecho espiritual y físico. Así que lo que Pedro quiere decir es que, aunque Cristo estaba físicamente muerto, su espíritu seguía vivo.

En la cruz, el espíritu de Cristo experimentó una breve separación de Dios. Él dij "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (Mt. 27:46). Sin embargo, la separación terminó pronto, ya que poco después del lamento de nuestro Señor, Él dij "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lucas 23:46). De modo que ya su espíritu no estaba separado de Dios; le fue entregado al Padre.

lunes, 26 de abril de 2010

Llevados a Cristo

Llevados a Cristo

Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.

Juan 6:44

Jesucristo es el que presenta a los hombres y a las mujeres a Dios. Aquellos a quienes Él lleva a la presencia del Padre todos tienen repugnancia de su pecado, deseo de ser perdonados y anhelo de conocer a Dios. Esas actitudes son la obra de Dios al llevarnos a Cristo. De modo que una respuesta al mensaje del evangelio comienza con un cambio de actitud hacia el pecado y hacia Dios.

Más allá de ese cambio inicial en la actitud está la transformación efectuada en cada creyente en el momento de la salvación. Cristo no murió solamente para pagar el castigo del pecad murió para transformarnos.

Abandonado por casi todos sus discípulos, Cristo sufría en las tinieblas y la agonía de la cruz mientras clamaba: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (Mt. 27:46). Esos fueron momentos en los que Jesús sintió gran rechazo y hostilidad. Pero por esas mismas circunstancias Cristo triunfó al expiar por el pecado y proporcionar una manera de que hombres y mujeres sean presentados a Dios y transformados. Era un triunfo que Él mismo pronto proclamaría (1 P. 3:19-20).

viernes, 23 de abril de 2010

Mateo 28

Mateo 28 -

CAPÍTULO 28
Versículos 1-8. La resurrección de Cristo. 9, 10. Aparece a las mujeres. 11-15. Confesión de los soldados. 16-20. La comisión de Cristo para sus discípulos.

Vv. 1-8.Cristo se levantó al tercer día después de su muerte; ese era el tiempo del cual había hablado frecuentemente. El primer día de la primera semana Dios mandó que de las tinieblas brillara la luz. En este día el que es la Luz del mundo, salió resplandeciendo desde las tinieblas de la tumba; y este día es, desde entonces, mencionado a menudo en el Nuevo Testamento como el día en que los cristianos celebraron religiosamente asambleas solemnes para honrar a Cristo.
Nuestro Señor Jesús podría haber quitado la piedra por su poder, pero optó por hacerlo por medio de un ángel.
La resurrección de Cristo es el gozo de sus amigos y el terror y la confusión de sus enemigos. El ángel exhorta a las mujeres contra sus temores. Los pecadores de Sion teman. No temáis porque su resurrección será vuestro consuelo. Nuestra comunión con Él debe ser espiritual, por fe en su palabra. Cuando estemos listos para hacer de este mundo nuestro hogar, y a decir, es bueno estar aquí, recordemos entonces que nuestro Señor Jesús no está aquí, Ha resucitado; por tanto, que nuestros corazones se eleven, y busquen las cosas de arriba.
Ha resucitado, como dijo. Nunca pensemos que es raro lo que la palabra de Cristo nos ha dicho que esperemos; sean los sufrimientos de este tiempo presente o la gloria que va a ser revelada. Puede tener buen efecto en nosotros mirar por fe el lugar donde yace el Señor.
Id pronto. Fue bueno estar ahí, pero los siervos de Dios tienen asignada otra obra. La utilidad pública tiene prioridad sobre el placer de la comunión secreta con Dios. Decid a los discípulos que ellos pueden ser consolados en sus tristezas.
Cristo sabe donde habitan sus discípulos y los visitará. Él se manifestará, por gracia, aun a aquellos que están lejos de la abundancia de los medios de gracia.
El temor y el gozo unidos aceleraron su paso. Los discípulos de Cristo deben ser estimulados a darse a conocer mutuamente sus experiencias de comunión con su Señor, y deben contar a los demás lo que Dios ha hecho por sus almas.

Vv. 9, 10.Las visitas de la gracia de Dios suelen hallarnos en el camino del deber; y más será dado a los que usan lo que tienen para provecho del prójimo. Esta entrevista con Cristo era inesperada, pero Cristo estaba cerca de ellos y aún está cerca de nosotros en la palabra. El saludo habla de la buena voluntad de Cristo para con el hombre, aun desde que entró a su estado de exaltación. Es la voluntad de Cristo que su pueblo sea un pueblo alegre y jubiloso, y su resurrección da abundante material para el gozo.
No temáis. Cristo resucitó de entre los muertos para acallar los temores de su pueblo y hay suficiente en ello para acallarlos. Los discípulos lo habían abandonado, vergonzosamente en sus sufrimientos, pero para mostrar que puede perdonar, y para enseñarnos a hacerlo así, los llama hermanos. A pesar de su majestad y pureza, y de nuestra bajeza e indignidad, Él aun condesciende a llamar sus hermanos a los creyentes.

Vv. 11-15.¡Qué maldad es la que los hombres no cometerán por amor al dinero! Aquí se dio mucho dinero a los soldados por decir a sabiendas una mentira, pero muchos refunfuñan porque es poco el dinero por decir lo que saben que es la verdad. Nunca dejemos morir una buena causa cuando vemos a los malos tan generosamente sostenidos. Los sacerdotes se dedicaron a protegerse de la espada de Pilato, pero no protegieron a los soldados de la espada de la justicia de Dios, que pende sobre las cabezas de quienes aman y hacen una mentira. Prometen más de lo que pueden hacer los que tratan de sacar inerme a un hombre que comete pecado voluntario.
Pero esta falsedad se refuta a sí misma. Si todos los soldados hubieran estado dormidos, no hubieran podido saber lo que pasó. Si alguno hubiera estado despierto, hubiera despertado a los otros e impedido el robo; si hubieran estado dormidos, por cierto que nunca se hubieran atrevido a confesarlo; porque los gobernantes judíos hubieran sido los primeros en pedir su castigo. De nuevo, si hubiera habido algo de verdad en el informe, los dirigentes hubieran juzgado con severidad a los apóstoles por eso. El todo muestra que la historia era falsa por completo. No debemos culpar de tales cosas a la debilidad del entendimiento, sino a la maldad del corazón. Dios los dejó delatar su propio curso.
El gran argumento para probar que Cristo es el Hijo de Dios es su resurrección; y nadie podía dar pruebas más convincentes de la verdad que aquella de los soldados; pero ellos aceptaron el soborno para impedir que otros creyeran. La evidencia más clara no afectará a los hombres, sin la obra del Espíritu Santo.

Vv. 16-20.Este evangelista pasa por alto otras apariciones de Cristo registradas por Lucas y Juan, y se apresura a relatar la más solemne; una establecida desde antes de su muerte, y después de su resurrección. Todos los que miran al Señor Jesús con los ojos de la fe, lo adorarán. Pero la fe del sincero puede ser muy débil e inestable. Pero Cristo dio pruebas tan convincentes de su resurrección, para hacer que su fe triunfara sobre las dudas. Ahora encarga solemnemente a los apóstoles y a sus ministros que vayan a todas las naciones. La salvación que iban a predicar es salvación común; quien la quiera, que venga y tome el beneficio; todos son bienvenidos a Cristo Jesús.
El cristianismo es la religión de un pecador que pide salvación de la merecida ira y del pecado; recurre a la misericordia del Padre por medio de la expiación hecha por el Hijo encarnado y por la santificación del Espíritu Santo, y se entrega a ser adorador y siervo de Dios, como Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres Personas, pero un solo Dios, en todas sus ordenanzas y mandamientos.
El bautismo es una señal externa del lavamiento interno o santificación del Espíritu, que sella y demuestra la justificación del creyente. Examinémonos si realmente poseemos la gracia espiritual interna de la muerte al pecado y el nuevo nacimiento a la justicia, por los cuales los que eran hijos de ira llegan a ser los hijos de Dios.
Los creyentes tendrán siempre la presencia constante de su Señor; todos los días, cada día. No hay día, ni hora del día en que nuestro Señor Jesús no esté presente en sus iglesias y con sus ministros; si lo hubiera, en ese día, en esa hora, ellos serían deshechos. El Dios de Israel, el Salvador, es a veces un Dios que se esconde, pero nunca es un Dios lejano. A esas preciosas palabras se añade el Amén. Aun así, Señor Jesús, sé con nosotros y con todo tu pueblo; haz que tu rostro brille sobre nosotros, que tu camino sea conocido en la tierra, tu salud salvadora entre todas las naciones.

jueves, 22 de abril de 2010

Sufrimiento por los pecados

Sufrimiento por los pecados

Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne.

Romanos 8:3

Cuando como creyentes sufrimos la persecución, la crítica o incluso la muerte, somos pecadores que sufren debido a los pecados de los demás. Nuestro dolor puede ser resultado de los pecados de odio, enojo, envidia o asesinato.

Cristo también sufrió por los pecados, pero como el inmaculado. Primera Pedro 2:22 dice que Él "no hizo pecado". Nunca pensó, dijo ni hizo nada malo. Más bien, todo lo que pensó, dijo e hizo fue perfectamente santo. Los pecados de los demás lo pusieron en la cruz: de quienes se burlaron de Él y de quienes lo clavaron en la cruz. Él murió por los pecados del mundo entero.

El versículo de hoy dice que Jesús murió "a causa del pecado". Él sufrió como ofrenda por el pecado porque "la paga del pecado es muerte" (Ro. 6:23). Así como en el Antiguo Testamento Dios exigía un sacrificio de animal para simbolizar la necesidad de nuestra expiación por el pecado, el Nuevo Testamento presenta a Cristo como el sacrificio que no solo proporcionó un símbolo, sino también la realidad de nuestra expiación eterna por el pecado. Sufrimiento con propósito

Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre.

Hebreos 6:20

El propósito de Cristo al llevar nuestros pecados en la cruz y soportar las tinieblas de la muerte fue abrir el camino hacia Dios. El apóstol Pedro dijo que Cristo murió "para llevarnos a Dios" (1 P. 3:18). Dios mostró simbólicamente esa verdad al rasgar el velo del templo de arriba abajo, abriendo el lugar santísimo al acceso inmediato de todos los adoradores (Mt. 27:51). Como sacerdotes, todos los creyentes pueden entrar a la presencia de Dios (1 P. 2:9; He. 4:16).

El verbo griego traducido como "pueda llevarnos" (1 P. 3:18) expresa el propósito de la obra de Jesús. Se empleaba a menudo el verbo cuando se estaba presentando a alguien. La forma nominal de la palabra se refiere al que hace la presentación. En la época de Cristo, los funcionarios de las cortes antiguas controlaban el acceso al rey. Una vez que estaban convencidos del derecho de ese acceso de una persona, el funcionario llevaba a esa persona a la presencia del rey. Y esa es precisamente la función que Jesucristo desempeña por nosotros ahora. Como Él dij "Nadie llega al Padre sino por mí" (Jn. 14:6). Él vino para llevarnos a la presencia del Padre.

miércoles, 21 de abril de 2010

Sus dos opciones

Sus dos opciones

Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal.

1 Pedro 3:17

Usted tiene dos opciones. La primera es hacer lo bueno, aun cuando resulte en sufrimiento. Entonces usted acepta el sufrimiento como parte del sabio y soberano plan de Dios para su vida.

La segunda es hacer lo malo, que también resultará en sufrimiento. Ambas opciones son posibles conforme a la voluntad de Dios. Dios quiere que usted sufra por hacer lo bueno para que reciba fortaleza espiritual y glorifique a Dios. Pero también quiere que usted sufra el castigo divino por hacer lo malo. Así que haga bien, y evite provocar sufrimiento en su propia vida por las razones equivocadas. El triunfo de Cristo

También Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios.

1 Pedro 3:18

Es increíble pensar que alguien que era perfectamente justo muriera por los injustos. Pilato tenía razón cuando dijo de Jesús: "Ningún delito hallo en este hombre" (Lc. 23:4). Las acusaciones presentadas contra nuestro Señor fueron inventadas. Los testigos fueron sobornados, y el fallo condenatorio era ilícito.

Pero Cristo triunfó en medio de ese injusto sufrimiento al llevarnos a Dios. Y aunque los creyentes nunca sufrirán como sustitutos ni redentores, Dios puede usar nuestra reacción cristiana ante el sufrimiento injusto para atraer a otros a Él.

Así que, cuando el Señor nos pida que suframos por su causa, debemos comprender que solo se nos pide que soportemos lo que Él mismo soportó de manera que podamos llevar a otros a Él.

martes, 20 de abril de 2010

Una buena conciencia

Una buena conciencia

Teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo.

1 Pedro 3:16

La conciencia acusa o excusa a una persona, obrando como fuente de convicción o afirmación. Una buena conciencia no acusa a un creyente de pecado porque está llevando una vida de santidad. Más bien, una buena conciencia confirma que todo anda bien, mientras que una mala conciencia indica pecado.

Un creyente debe vivir con la conciencia tranquila para que el peso de la culpa no lo abrume cuando se enfrenta a la crítica hostil. Sin embargo, si no tiene pasión por hacer el bien y servir a Cristo, conocerá el tremendo peso del merecido sentido de culpa. Una conciencia manchada no puede estar tranquila ni soportar el ataque furioso de las pruebas. Pero una conciencia tranquila lo ayudará a no estar ansioso ni atribulado durante sus pruebas. Tranquilidad ante la crítica

Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados.

1 Pedro 4:14

Una buena conciencia da tranquilidad y lo vindica a usted cuando lo calumnian. Estará libre de la tarea de señalar cualquier pecado, y su vida demostrará que son falsas las críticas. Cuando usted tiene una buena conciencia, el maltrato verbal y los insultos contra usted avergüenzan a su acusador, no a usted.

El mundo condena hipócritamente al cristianismo cuando puede señalar a un cristiano que haya desacreditado la fe. A los incrédulos les encanta señalar a un cristiano que peca para justificar así su propia conducta pecaminosa. Por lo tanto, viva sin tacha para que las acusaciones de los incrédulos no tengan fundamento alguno.

domingo, 18 de abril de 2010

Persistencia en la oración

Persistencia en la oración

La oración eficaz del justo puede mucho.
Santiago 5:16
Un consagrado predicador escocés llamado Juan Welsh solía arrodillarse junto a su cama y orar por los miembros de su iglesia antes de retirarse cada noche. Se dice que su esposa le decía: "Ven a la cama, Juan; hace demasiado frío." Su respuesta era siempre la misma: "Pero querida, tengo que responder por las almas de tres personas y no se cómo les va a la mayoría de ellas."

Es una cosa orar, pero otra diferente orar sin desmayar hasta recibir la respuesta la oración. Jesús enseñó a los discípulos una parábola sobre una viuda que no dejó a un juez en paz hasta que recibió lo que necesitaba. ¿La lección? Que las personas deben "orar siempre, y no desmayar" (Lucas 18:1-8). Fácilmente él hubiera podido relatarles la experiencia de Daniel que oró por veintiún días antes de recibir del cielo una respuesta; respuesta que se demoró por una guerra espiritual en los lugares celestiales (Daniel 10:1--11:1).

¿Qué tal si Daniel hubiera dejado de orar a la semana? ¿Después de dos semanas? Con razón que Dios bendijo a Daniel con una comprensión de los misterios que no han sido revelados a nadie más. Si usted está orando y esperando una respuesta, ¡no deje de orar! La respuesta puede estar apenas a una oración de distancia.

¡La manera más segura de no recibir una respuesta a la oración es no orar! Una amable respuesta

El siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos.

2 Timoteo 2:24

Un cristiano debe explicar su fe "con mansedumbre y reverencia" (1 P. 3:15). Esto indica un espíritu sensible y generoso en la conversación. El temor que debemos tener es una sana devoción a Dios, un gran interés por la verdad y un considerable respeto por la persona con la que hablamos. Por eso no se puede ser contencioso cuando se defiende la fe.

Un cristiano que no puede dar una explicación clara, razonable y bíblica de su fe se sentirá inseguro cuando afronte la hostilidad y pudiera inclinarse a dudar de su salvación. El golpe del enemigo destruirá a quienes no estén vestidos con "la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo" (1 Ts. 5:8).