Cerca de la Cruz, pero Lejos de Cristo
“Y como los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes (para cada soldado una parte); y la túnica; mas la túnica era sin costura, toda tejida desde arriba. Y dijeron entre ellos: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, de quién será; para que se cumpliese la Escritura, que dice: Partieron para sí mis vestidos, Y sobre mi vestidura echaron suertes. Y los soldados hicieron esto” (Juan 19:23 y 24).
Es un tema que nos pone a pensar en el momento en que el Señor Jesús, como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, estuvo en la cruz, por nuestros pecados. Pensamos en la manera en que fue crucificado por nuestro bien. Pero ¿eso de estar cerca de la cruz, y a la vez lejos de Cristo?
Los soldados en el momento de la crucifixión, echaron suerte sobre sus vestidos. ¿Qué pensarían los soldados en ese momento? ¿Se darían cuenta que frente a sus ojos estaba llevándose a cabo el sacrificio perfecto? Su atención, se centró a los vestidos del Señor. Su intención era repartírselos o apropiarse de ellos. Nada habla la Biblia sobre su deseo de escuchar al Señor, acercarse a conocerle, ni nada similar. Si hubo atención en ellos, era sobre lo material.
Cerca de la cruz, era la condición física, la posición que tenían los soldados. Tan cerca, que pudieron presenciar ese momento con sus ojos. Dice la Biblia, que los soldados le crucificaron, le dieron a beber vinagre, quebraron las piernas de los que estaban también crucificados, pero no así con las piernas del Señor. Cuando iban a quebrarle las piernas, estaba ya muerto. “Y vinieron los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. Mas cuando vinieron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas” (Juan 19:32 y 33).
Lejos de Cristo, era espiritualmente la condición en que se encontraban los soldados. No atendieron sus necesidades, ni ayudaron a mitigar el sufrimiento, sino que su interés eran las ropas, los vestidos. Su presencia estaba cerca de la cruz, pero su corazón lejos de Cristo. ¿Qué enseñanza para nosotros tiene este suceso, que al parecer no tiene gran relevancia?
Lo que se podía ver a simple vista, es que los soldados estaban cerca de la cruz. Se puede pensar que su interés era estar al pie del madero, cuando lo que los motivaba a estar ahí, era saber quien se quedaría con las ropas, no la necesidad de estar cerca de Cristo.
Debemos entender que muchas de nuestras actitudes, nos llevan a asemejarnos en gran manera a los soldados. Estamos tan cerca de la cruz, cuando puntualmente estamos en las fraternidades, cuando acudimos a la iglesia cada domingo, ayudamos en el trabajo, aportamos para los enfermos o las misiones y demás. Y no quiere decir que eso esté mal. Al contrario. Pero nuestro corazón está lejos de Jesús. Para el Señor no es suficiente estar, sino la manera en que estamos. Pondré dos ejemplos para explicar lo que quiero decir.
Ejemplo 1: “Y estando sentado Jesús delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca: y muchos ricos echaban mucho. Y como vino una viuda pobre, echó dos blancas, que son un maravedí. Entonces llamando a sus discípulos, les dice: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca: Porque todos han echado de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su alimento”. (Marcos 12:41-44). Los ricos echaban mucho dinero al arca. Pero su actitud no era correcta. Aunque la viuda echó dos blancas, que era poco, echó más que los demás, porque puso todo lo que tenía para comer. Mientras que los ricos, echaban cuanto les sobraba. Aunque en cantidad fue por mucha diferencia, más dinero que el que puso la mujer, no les fue suficiente para poner en el arca, lo que puso la viuda, que era todo lo que poseía. Los ricos, aunque echaron mucho dinero, les sobraba aún más. La viuda, aunque puso poco dinero, era todo lo que tenía.
Ejemplo 2: “Y respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo con los labios me honra, Mas su corazón lejos está de mí. Y en vano me honra, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres”. (Marcos 7:6 y 7). Este pueblo con los labios me honra. Jesús cita el escrito del profeta, para decirnos que aunque estamos honrando al Señor con nuestros labios, nuestro corazón está quién sabe dónde. Lo cierto es que está lejos. Nuestros labios quizá honren al Señor con un canto agradable. Pero nuestro corazón no está honrando al Señor, no sólo porque está lejos en la alabanza, sino porque está lejos de ser un corazón como el que Dios pide. No es un corazón sincero, ni humilde, ni amoroso. Sino todo lo contrario. Nuestro corazón muchas veces está lleno de egoísmo, arrogancia, rencor, pero no de lo que Dios quiere. Con estos ejemplos, ahora, pensemos. ¿Qué es lo que quiere Dios de mí? ¿Quiere que yo sea un cristiano o una cristiana nada más de nombre? ¿O quiere que en realidad mis obras, mi proceder, reflejen el carácter de un verdadero seguidor del Maestro?
Ya no podemos seguir siendo cristianos que no lo son. Ahora, nuestras obras, nuestro proceder, debe mostrar el verdadero sentido de la religión sincera. Ayudar, pero hacerlo con alegría. Dar, pero hacerlo con amor. Perdonar, pero con humildad. No ayudar por ayudar, ni dar por dar, ni perdonar por perdonar. ¿Es difícil? Es más difícil si no lo hacemos. Hay que hacerlo, sea lo que sea, o cueste lo que cueste. No podemos seguir dando a Dios lo que nos sobra, sino todo lo que tenemos, sea mucho o sea poco. No podemos seguir alabando a Dios con nuestros labios, y teniendo el corazón distante. No podemos seguir estando cerca de la cruz, sin acercarnos a Jesús. Tengamos ya un verdadero acercamiento al Señor y hagamos lo que debamos, para que Dios nos acepte como sus hijos amados.
“Y como los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes (para cada soldado una parte); y la túnica; mas la túnica era sin costura, toda tejida desde arriba. Y dijeron entre ellos: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, de quién será; para que se cumpliese la Escritura, que dice: Partieron para sí mis vestidos, Y sobre mi vestidura echaron suertes. Y los soldados hicieron esto” (Juan 19:23 y 24).
Es un tema que nos pone a pensar en el momento en que el Señor Jesús, como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, estuvo en la cruz, por nuestros pecados. Pensamos en la manera en que fue crucificado por nuestro bien. Pero ¿eso de estar cerca de la cruz, y a la vez lejos de Cristo?
Los soldados en el momento de la crucifixión, echaron suerte sobre sus vestidos. ¿Qué pensarían los soldados en ese momento? ¿Se darían cuenta que frente a sus ojos estaba llevándose a cabo el sacrificio perfecto? Su atención, se centró a los vestidos del Señor. Su intención era repartírselos o apropiarse de ellos. Nada habla la Biblia sobre su deseo de escuchar al Señor, acercarse a conocerle, ni nada similar. Si hubo atención en ellos, era sobre lo material.
Cerca de la cruz, era la condición física, la posición que tenían los soldados. Tan cerca, que pudieron presenciar ese momento con sus ojos. Dice la Biblia, que los soldados le crucificaron, le dieron a beber vinagre, quebraron las piernas de los que estaban también crucificados, pero no así con las piernas del Señor. Cuando iban a quebrarle las piernas, estaba ya muerto. “Y vinieron los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. Mas cuando vinieron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas” (Juan 19:32 y 33).
Lejos de Cristo, era espiritualmente la condición en que se encontraban los soldados. No atendieron sus necesidades, ni ayudaron a mitigar el sufrimiento, sino que su interés eran las ropas, los vestidos. Su presencia estaba cerca de la cruz, pero su corazón lejos de Cristo. ¿Qué enseñanza para nosotros tiene este suceso, que al parecer no tiene gran relevancia?
Lo que se podía ver a simple vista, es que los soldados estaban cerca de la cruz. Se puede pensar que su interés era estar al pie del madero, cuando lo que los motivaba a estar ahí, era saber quien se quedaría con las ropas, no la necesidad de estar cerca de Cristo.
Debemos entender que muchas de nuestras actitudes, nos llevan a asemejarnos en gran manera a los soldados. Estamos tan cerca de la cruz, cuando puntualmente estamos en las fraternidades, cuando acudimos a la iglesia cada domingo, ayudamos en el trabajo, aportamos para los enfermos o las misiones y demás. Y no quiere decir que eso esté mal. Al contrario. Pero nuestro corazón está lejos de Jesús. Para el Señor no es suficiente estar, sino la manera en que estamos. Pondré dos ejemplos para explicar lo que quiero decir.
Ejemplo 1: “Y estando sentado Jesús delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca: y muchos ricos echaban mucho. Y como vino una viuda pobre, echó dos blancas, que son un maravedí. Entonces llamando a sus discípulos, les dice: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca: Porque todos han echado de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su alimento”. (Marcos 12:41-44). Los ricos echaban mucho dinero al arca. Pero su actitud no era correcta. Aunque la viuda echó dos blancas, que era poco, echó más que los demás, porque puso todo lo que tenía para comer. Mientras que los ricos, echaban cuanto les sobraba. Aunque en cantidad fue por mucha diferencia, más dinero que el que puso la mujer, no les fue suficiente para poner en el arca, lo que puso la viuda, que era todo lo que poseía. Los ricos, aunque echaron mucho dinero, les sobraba aún más. La viuda, aunque puso poco dinero, era todo lo que tenía.
Ejemplo 2: “Y respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo con los labios me honra, Mas su corazón lejos está de mí. Y en vano me honra, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres”. (Marcos 7:6 y 7). Este pueblo con los labios me honra. Jesús cita el escrito del profeta, para decirnos que aunque estamos honrando al Señor con nuestros labios, nuestro corazón está quién sabe dónde. Lo cierto es que está lejos. Nuestros labios quizá honren al Señor con un canto agradable. Pero nuestro corazón no está honrando al Señor, no sólo porque está lejos en la alabanza, sino porque está lejos de ser un corazón como el que Dios pide. No es un corazón sincero, ni humilde, ni amoroso. Sino todo lo contrario. Nuestro corazón muchas veces está lleno de egoísmo, arrogancia, rencor, pero no de lo que Dios quiere. Con estos ejemplos, ahora, pensemos. ¿Qué es lo que quiere Dios de mí? ¿Quiere que yo sea un cristiano o una cristiana nada más de nombre? ¿O quiere que en realidad mis obras, mi proceder, reflejen el carácter de un verdadero seguidor del Maestro?
Ya no podemos seguir siendo cristianos que no lo son. Ahora, nuestras obras, nuestro proceder, debe mostrar el verdadero sentido de la religión sincera. Ayudar, pero hacerlo con alegría. Dar, pero hacerlo con amor. Perdonar, pero con humildad. No ayudar por ayudar, ni dar por dar, ni perdonar por perdonar. ¿Es difícil? Es más difícil si no lo hacemos. Hay que hacerlo, sea lo que sea, o cueste lo que cueste. No podemos seguir dando a Dios lo que nos sobra, sino todo lo que tenemos, sea mucho o sea poco. No podemos seguir alabando a Dios con nuestros labios, y teniendo el corazón distante. No podemos seguir estando cerca de la cruz, sin acercarnos a Jesús. Tengamos ya un verdadero acercamiento al Señor y hagamos lo que debamos, para que Dios nos acepte como sus hijos amados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario