Ungüento derramado
Necesitamos ser quebrantados. Sólo entonces puede Dios derramar sanidad en nuestra vida. Cuando María ungió los pies de Jesús (Juan 12:1-8)
tuvo que quebrar la jarra antes que el ungüento pudiera salir. De modo similar, nosotros necesitamos ser quebrantados antes que el ungüento del
Espíritu Santo pueda fluir de nosotros. A menos que lleguemos a ser nada, Dios no nos hará nunca algo.
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