viernes, 12 de septiembre de 2025

Nuestra vida es para Jesucristo

 


Nuestra vida es para Jesucristo

“Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.” 2 Corintios 5:14-15

Hermanos en Cristo, el mensaje del evangelio, la palabra de la cruz tiene una contundencia tal que cuando la entendemos de manera clara y revelada, nuestra vida tiene una verdadera transformación y propósito.

Por diferentes motivos, muchos de nosotros creemos inicialmente o aún seguimos creyendo que por haber buscado a Dios y tener el anhelo de vivir según sus mandamientos, entonces Él nos va a recompensar concediéndonos todo lo que nuestra alma desea, en otras palabras, pensamos que acercándonos a Dios se van a resolver todos nuestros problemas y vamos a tener una mejor calidad de vida; y esto en sí no es falso, pero sí tiene una base o motivación errada y es básicamente pensar que todo gira alrededor nuestro, y esto sí es totalmente equivocado.

Hermano, toda la Palabra de Dios se centra en Jesucristo, y en Colosenses 1:15-16 se nos revela que todo fue creado en Él, por medio de Él y para Él; ahora bien, nosotros que hemos creído en Él como nuestro Señor y Salvador, la Escritura nos dice que si Él murió por nosotros, nosotros también hemos muerto con Él y así como Él resucitó nosotros también resucitamos con Él y aquí está el propósito: “para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.” 2 Corintios 5:15.

Cuando nosotros cambiamos nuestra manera de pensar y con ello nuestro enfoque (como veíamos en el devocional anterior), pasando de nosotros a Cristo, entonces se cumple en verdad la promesa del Señor registrada en Juan 10:10 “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” Esta vida abundante es por supuesto la vida de Cristo manifestada en nosotros, esa vida en el Espíritu que se ocupa y pone su mirada, no en las cosas de la tierra, no en sí mismo, no en el mundo, sino en lo celestial donde está Cristo sentado a la diestra de Dios, y que entonces como resultado todo lo que en ella se evidencia es la gloria de Dios (Colosenses 3:1-4), es decir, a Cristo mismo y su fruto de paz, abundancia y plenitud (Juan 1:14,16, Romanos 8:6).   Oración.

«Amoroso Señor, gracias por tu Espíritu Santo que mora en mí y en todo el que tiene su fe en Cristo Jesús; te damos honra, gloria y alabanza, porque si no es por Él que nos revela tu Palabra, propósito, voluntad y misterios, jamás los podríamos entender; te damos gracias confiando en que así como Cristo nos ha sido revelado también por tu Espíritu será cada día más manifestado en nosotros y a través de nosotros, amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario